Fundado en 1910
Retrato de Michel de Montaigne

Retrato de Michel de Montaigne

Diez frases de Montaigne, el pensador único que combatió el «wokismo» de su época con el más fino humanismo

Su extraordinario legado quedó en sus Ensayos, una profusa obra maestra atemporal de sencillez, sentido común e intelectualidad absolutamente necesaria en la actualidad

Michel de Montaigne, francés de la Dordoña, no aprendió a hablar en su lengua autóctona hasta los seis años de edad. Hasta entonces lo hizo en latín, lengua culta entre las clases altas a las que pertenecía. Estudió derecho y entró en la alta magistratura. Ninguna de aquellas materias y responsabilidades significó tanto para él como su amistad con Étienne de la Boétie, colega magistrado y humanista cuyo pensamiento se ancló, como el de Montaigne, en la libertad y en los clásicos.

Precisamente estos, los clásicos, fueron la base de sus escritos en una época de declive del Renacimiento debido a las guerras de religión del XVI que provocaron un caos de ideologías por el que el propio protagonista terminó retirándose a su castillo familiar, donde nació y murió, para pensar y escribir y tratar de encontrar un camino para sí mismo que quedó para la posteridad en sus Ensayos, una profusa obra maestra atemporal de sencillez, sentido común e intelectualidad.

diez frases de montaigne:

  • «El hombre sabio no lo es en todas las cosas».
  • «Las arrugas del espíritu nos hacen más viejos que las de la cara».
  • «La prueba más clara de la sabiduría es una alegría continua».
  • «Cada virtud solo necesita un hombre; pero la amistad necesita dos».
  • «Prohibir algo es despertar el deseo».
  • «Saber mucho da ocasión de dudar más».
  • «No hay cosa de la que tenga tanto miedo como del miedo».
  • «A nadie le va mal durante mucho tiempo sin que él mismo tenga la culpa».
  • «Encuentro tanta diferencia entre yo y yo mismo como entre yo y los demás».
  • «El oro puede hacer mucho, pero la belleza más».

No había cumplido los 40 años cuando se retiró a su castillo como en el voluntario encierro de una princesa de la erudición. Allí leyó, meditó y escribió, la siembra tras la que el mundo obtuvo una rica cosecha que todo hombre debería poseer en su biblioteca, aunque solo fuera para mantenerla en agua. Fue hombre prominente por su posición y sufriente por su condición. En la época de fanatismo creciente que le tocó vivir ejerció de efectivo árbitro político, a su pesar, entre católicos y protestantes.

También vivió la peste, una pandemia, por la que tuvo que trasladarse junto a su familia. Viajó y vivió antes del regreso al encierro. Tuvo seis hijos de los que solo le sobrevivió una hija. Trabajó en sus Ensayos sin descanso, en el ínterin de sus requerimientos públicos. Fue alcalde de Burdeos como su padre a regañadientes. De este modo tuvo que hacer siempre de tripas corazón en el mundo «bestial» (como dijo Stefan Zweig) que le correspondió a un hombre católico, humano y compasivo que se trabajó a sí mismo con el pico de sus pensamientos escritos como nadie lo ha hecho nunca.

Escribiendo sus pensamientos y completándolos (de los que aquí se muestran apenas una minimísima muestra de su extraordinaria riqueza), añadiendo y restando en función de sus experiencias y de sus lecturas, la construcción de un hombre que sirve para la construcción de todos los hombres.

comentarios
tracking