Diez frases del genio desconocido Chesterton como remedios naturales contra el relativismo 'woke'
Ahora que se cumplen 150 años del autor británico que pasó del agnosticismo al catolicismo, algunas de sus sentencias y hallazgos son auténticas curas contra el virus del pensamiento del XXI
Nadie sabe muy bien quién fue Gilberth Keith Chesterton, incluso quienes saben (o creen saberlo) muy bien quién es. El mismo Chesterton es posible que no supiera quién era, ni quisiera, sabio, y fuera haciéndose a fuerza de humor y sentido común. Ni siquiera estudió, salvo arte en una escuela. Fue lo único que necesitó como muestra general de su genio.
Con las críticas de arte empezó todo, como si en esos cuadros, por ejemplo, observase la profundidad de la vida, la vida real pintada en óleo o en acuarela o el tamiz de su observación privilegiada. Nadie vio nunca tan claro el mundo a través de un lienzo. De las críticas de arte pasó al periodismo, al columnismo mordaz cuyo combustible le había dado la poco común experiencia artística.
diez frases de chesterton:
- «La tolerancia es la virtud de un hombre sin convicciones».
- «Cuando los hombres ya no creen en Dios, no es que no crean en nada, es que se lo creen todo».
- «El mundo está lleno de hombres que sostienen dogmas con tanta firmeza que ni tan siquiera se dan cuenta de que son dogmas».
- «La gente pelea únicamente porque no sabe discutir».
- «No puedes hacer una revolución para tener democracia. Debes tener democracia para hacer una revolución».
- «De vez en cuando, como todos sabemos, aparece una secta por ahí anunciando que el fin del mundo está muy próximo. Por lo general, debido a alguna ligera confusión o error de cálculo, es la secta la que se acaba antes».
- «La mediocridad posiblemente consiste en estar delante de la grandeza y no darse cuenta».
- «Todos los hombres de la historia que han hecho algo con el futuro tenían los ojos fijos en el pasado».
- «El delirio con que el mundo actual busca el placer muestra que carece de él».
- «Si hay algo peor que el debilitamiento diario de los grandes principios morales, es el agarrotamiento diario de los pequeños principios morales».
Y de los artículos a los poemas, y de los poemas a los cuentos, y de los cuentos a las novelas. Lo suyo fue ir atravesando la vida como descorriendo cortinas para encontrarse en cada estancia con un Chesterton nuevo cada vez más lúcido. Su prolijidad fue legendaria, quizá nunca superada, acaso similar a la de Balzac, quien escribía todo el tiempo.
Escribió 100 libros y 4.000 ensayos periodísticos que un siglo después siguen siendo de tal actualidad que quizá sea la razón de que aún siga siendo un desconocido (y así permanecerá): muchos no quieren leerlos para no encontrarse reflejados, ellos y su mundo, en tan limpio espejo. Tan limpio por el detalle que se contempla, como con un microscopio o con un telescopio dependiendo de la distancia desde la que se mire.
Chesterton, en cualquier caso, pone las cosas tan cerca que uno se da de bruces con una realidad que estaba ahí, como si se diera de bruces contra él mismo, así con su grandeza (medía más de 1,90 y pesaba 120 kilos) y sus gafas y su bigote. Dicen que era despistado, siempre metido en su trabajo y fuera de la vida real como si esta solo fuera un espacio donde existir físicamente.
La vida la escribió y la creó de tal modo que, no solo él desde el agnosticismo se hizo cristiano (y católico después), sino que con una novela, El hombre eterno, hizo que un ateo como C.S. Lewis abrazara también la fe.