Álvaro Pombo, el Cervantes más singular de la historia: el autor homosexual que detesta el movimiento LGTBI
Es ilustre miembro de la RAE y va por ahí con su eterno aspecto adorable del Fagin de Charles Dickens
Álvaro Pombo ha ganado un merecido Premio Cervantes y se diría que no solo merecido, sino querido, se supone que por él, pero sobre todo por sus lectores. Que Álvaro Pombo gane el Premio Cervantes es, de alguna manera inexplicable, reconfortante como aquella sensación de pertenencia al pasado que sentían Audrey Hepburn y George Peppard cuando en el Tiffany's de Nueva York accedían a grabarles un anillo de regalo de una caja de sorpresas.
Y no es sorpresa el premio, sino más o menos gozo. Una característica del protagonista, perfectamente normal que él nunca ocultó es que es homosexual. Un homosexual que dice serlo porque no tiene por qué no decirlo, pero tampoco por qué decirlo como algo diferencial, ni mucho menos como privilegio. La normalidad y la discreción con la que Álvaro Pombo dice ser homosexual es un ejemplo de elegancia y de delicadeza y sobre todo de hombre normal que no se da importancia por sus letras como para dársela por su condición sexual.
Simpatía por los falangistas
Bien podrían aprender algunos. Pombo ha ganado todos los premios literarios importantes, incluso los menos importantes. Es ilustre miembro de la RAE y va por ahí con su eterno aspecto adorable del Fagin de Charles Dickens que no se dedica al ratear o al contrabando, sino a escribir libros estupendos. A Álvaro Pombo Truman Capote le hubiera hecho un retrato fantástico para ponerlo al lado de los de Marlon Brando, Marilyn Monroe, Montgomery Clift, Elizabeth Taylor, Coco Chanel, Marcel Duchamp, André Gidé o Karen Blixen.
Pombo ha dicho verdades propias, más allá de sus libros, como que Alberti era un buen poeta, pero que era peor que Lorca. Que José Antonio de Rivera era una figura atractiva y que en aquella época uno se hacía comunista o falangista y que él tenía simpatía por lo último por una cuestión no ideológica sino cultural, que era su afán y no lo otro: la cultura y no la ideología. Y por eso dice que los poetas son de derechas, sin querer que lo sean, sin pretenderlo. Y confiesa sin confesar, conversando (se lo dijo a Luis Alemany de El Mundo, por ejemplo) que no se puede ser más de izquierdas cuando se es homosexual.
Contra lo LGTBI
No tiene ideología porque como poeta es absolutamente individual y así no se puede ser político. De buena familia de Santander, no le gustan los comunistas de forma natural, por supuesto no por ideología. Y no por ideología no le gusta la Iglesia, sino también de forma natural porque dice que oye la voz de Dios y la de los ángeles. Un hombre viviente y libre con sus gustos y sus disgustos. Un hombre simpático, aunque él dice no serlo. Homosexual que detesta lo LGTBI y el Orgullo y que está en contra del matrimonio homosexual con la naturalidad de su libertad, de su ser solitario, centrista (fue senador por UPyD en la soledad que admitía de ese centro), libre y singular.