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Arthur Schopenhauer en 1852

Arthur Schopenhauer en 1852

Diez secretos para ser feliz de Schopenhauer, el filósofo de la infelicidad

El pensador alemán escribía reflexiones a vuelapluma sobre la vida y sus circunstancias y, tras su muerte, a alguien se le ocurrió publicarlas con el título El arte de ser feliz

Desde muy joven, el filósofo alemán Arthur Schopenhauer, conocido mayormente por su pesimismo existencial, buscó la felicidad. Pero no era la felicidad que muchos pueden señalar, ni siquiera su idea más modesta, sino una mucho más desesperanzada que era el deseo de no sufrir tras la constatación personal de que el mal no se puede evitar.

Disfrutar de la efímera alegría

Sí que era pesimista el genio incomprendido cuyo reconocimiento llegó al final de sus días. Schopenhauer escribía reflexiones a vuelapluma sobre la vida y sus circunstancias y, tras su muerte, a alguien se le ocurrió casi el oxímoron de publicar un libro con algunas de ellas y titularlo El arte de ser feliz.

El filósofo infeliz convertido en una suerte de sobrevenido gurú de la felicidad desde el otro lado que en realidad no es el otro sino el mismo, observado desde una perspectiva diferente. Cincuenta consejos o cincuenta consideraciones o cincuenta secretos recopilados que «tan solo» buscan la tranquilidad necesaria para afrontar el sufrimiento.

diez secretos de schopenhauer para ser feliz:

  • «Debemos ver lo que poseemos como lo estaríamos mirando si alguien nos lo quitara; sea propiedad, salud, amigos, amantes, esposa e hijos, la mayoría de las veces solo sentimos su valor después de haberlos perdido».
  • «En todas las cosas que afectan a nuestro bienestar y malestar, nuestras esperanzas y temores, hay que poner riendas a la fantasía».
  • «La actividad de emprender o aprender es necesaria para la felicidad del ser humano».
  • «No hay que entregarse a grandes júbilos ni a grandes lamentos ante ningún suceso, porque la variabilidad de todas las cosas puede modificarlo por completo en cualquier momento; en cambio, disfrutar en todo momento el presente lo más alegremente posible: esta es la sabiduría de la vida».
  • «Al menos nueve décimas partes de nuestra felicidad se basan exclusivamente en la salud».
  • «Lo que más frecuentemente y casi forzosamente descuidamos y dejamos de tener en cuenta en nuestros planes de vida son las transformaciones que el tiempo opera en nosotros mismos».
  • «Vivir feliz solo puede significar vivir lo menos infeliz posible».
  • «Evitar la envidia. Sabemos cuán cruel e implacable es la envidia y, sin embargo, nos esforzamos sin cesar en suscitarla en los demás».
  • «Cuando analizamos nuestra vida y nuestros fallos en ella podemos excedernos fácilmente en los reproches contra nosotros mismos».
  • «El camino de la sabiduría de la vida consiste en partir de la convicción de que toda felicidad y placer sólo son de carácter negativo, mientras que el dolor y la carencia son de índole real y positiva».

Schopenhauer no quería sonreír, quería más no llorar. Consideraba que la alegría era meramente efímera y un aviso de que lo que acechaba era la pena. Una prudencia ante la euforia que a más de uno le resultará exagerada. Pero el alemán no rechazaba la alegría, es más, invitaba a disfrutarla, y no precisamente como si fuera un pedazo de pan para un hambriento, sino libre de prejuicios, plenamente, sin sentimientos de culpabilidad.

Aprender

Una plenitud que no incluye la fantasía, ese enemigo del bienestar como la misma infelicidad. Parece obvio, y lo es, pero no tanto: huir de la desgracia y de la adversidad en la medida de las posibilidades. La plenitud sí incluye aprender y cuidarse, física y emocionalmente. En esta dirección la vejez y los achaques son inevitables (el sufrimiento), pero el aprendizaje y la previsión de su llegada los atenúa.

Schopenhauer no tuvo muchos amigos en vida, pero esto no le impidió considerarlos como una de las claves para su personal felicidad, aquella donde la envidia no podía tener lugar. Ni la envidia ni los resultados después de haber tomado una decisión meditada, un pequeño gran secreto para diluir el fracaso, para hacerlo desaparecer de la propia concepción, al contrario que el disfrute de lo propio, sentirse agradecido por lo que se tiene, antes de que se pierda...

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