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Bramantino

Bramantino. 'Cristo Resucitado'.Museo Thyssen- Bornemisza

Vía Crucis, el arte y la literatura de un hombre cancelado

La Pasión de Cristo descrita en la devoción milenaria del Vía Crucis ha obsesionado a los artistas a lo largo de los siglos

Desde Jerusalén, por la Vía dolorosa, y hasta nuestros días, pintores, pensadores, escritores o poetas, describen la devoción milenaria a un hombre «que debía morir por todo el pueblo».

Jesús es condenado a muerte

«Él está ligado al mundo por todos sus miembros, se juega todos sus miembros. En él obra el sufrir de otros, es responsable de ellos. Los demás navegan sin trapo en los palos. Sólo él expone, está obligado a exponer, a las tempestades marinas, un aparejo enorme, un cuerpo pleno, toda la tela. Y, sea cual sea la fuerza del viento, está obligado a navegar a toda vela. Siempre está expuesto a todo, de lleno, de frente, porque navega por enormes extensiones. Los demás se escabullen. Son corsarios. Él es, por tanto, el que está ligado al mundo, y sólo él. Todos los demás pueden burlarse. Sólo él paga por todo el mundo. Como cabeza y padre de rehenes, él mismo es siempre un rehén». Charles Péguy. El frente está en todas partes.

José Ribera

José Ribera. Ecce Homo

Jesús carga con la cruz

«Sed tienes. Y aunque con los dientes rompiéramos nuestras arterias en tus labios, no bastaría toda esta sangre nueva, aún sin nacer aquella tarde, para apagar la llama de tu grito. Sed tienes. Lo seguiremos oyendo a través de los siglos, a través de los vivos y los muertos. De monte a monte, de valle en valle, de corazón en corazón, irán rodando esas dos palabras tuyas terriblemente, inexorablemente, irreparables. Sed tienes. Verdad, Señor, sed tienes para siempre». Dulce María Loynaz. Obras completas.

Hieronymus Bosch

Hieronymus Bosch

Jesús cae por primera vez

«Lo más desconocido del hombre es su corazón tan maravilloso, que el propio Dios quiere ganárselo. Un corazón tan fuerte, que resiste al amor del Todopoderoso. Un corazón tan frágil, que sucumbe a no pocas debilidades. Un corazón tan alocado, que puede subvertir orden y dicha. Un corazón tan fiel, que incluso la infidelidad más subrepticia no logra abatirle. Un corazón tan ingenuo, que se entrega a cualquier clase de ternura. Un corazón tan inmenso, que encierra todos los contrastes; y esto en cada uno de nosotros y en un guiñar de ojos casi. Dios escruta los caminos más secretos del corazón. Por eso, en la cruz, el hombre abrió el corazón de Dios para conocer sus designios». C. S. Wyszynski. Diario de la cárcel.

Mixiel Coxcie

Michiel Coxcie

Jesús encuentra a su Santísima Madre

«Fatigado, con hambre y sed pero yendo siempre delante, de aldea en aldea: esto es lo que Cristo quiere ser en usted. Entréguese a Cristo para que en usted Él pueda ser esto. Tome conciencia de estar entregada a Cristo para ser esto. Qué le importa el camino que siga con tal de que Cristo esté con usted. No elija usted los caminos, deje que Cristo los elija. Él encontrará otras almas para ser en ellas el Cristo orante. Descansará en ellas, apagará en ellas su sed, se retirará en ellas totalmente solo. Pero en usted Él quiere fatigarse, quiere tener hambre, quiere tener sed, quiere estar mezclado con la muchedumbre. Su manera de ser Cristo es estar mezclada con la muchedumbre, estar cansada de la muchedumbre, querer alejarse de ella y volver a encontrarla inmediatamente en la otra orilla del algo, estar sedienta y tener hambre de soledad y quedarse con las ganas». Albert Peyriguére. Dejad que Cristo os guíe.

Rafael Sanzio y taller

Rafael Sanzio y taller

Simón de Cirene ayuda a llevar la Cruz

«El penitente se veía a sí mismo ante el rostro no de un hombre, ni siquiera de un testigo del Señor, sino ante el rostro de la misma eternidad. Algo inmutable te mira, te ve y, al mismo tiempo, no mira y no ve. Es como si te confesaras ante el universo. Ni lamentos ni reproches, ni siquiera un gesto en el rostro. Tampoco solía hacer especiales preguntas. Con una simple palabra cada penitente sabía firmemente que había descubierto el reino de la libertad». P Florenski. La sal de la tierra.

Tiziano

Tiziano

La Verónica limpia el rostro de Jesús.

«Sus lágrimas refrescan su pena; no ve ni siente nada, como no sea un deleite inefable, que no ha conocido nunca, que le tortura con punzante delicia, deshaciendo todo su ser en el éxtasis extremo en que el gozo hace sufrir y el dolor llega al júbilo, en que el dolor y la alegría son una sola cosa terrible. Pero sus lágrimas son, al propio tiempo, lágrimas de alegría y de consuelo. No llora únicamente por su vergüenza, ya redimida, sino por la demasiada dulzura de la vida que comienza de nuevo». Giovanni Papini. Historia de Cristo.

Antonio Arias Fernández

Antonio Arias Fernández

Jesús cae por segunda vez.

«¿Cómo puede dejar de tener sed el que está ardiendo en vivas llamas en las codicias de estas cosas miserables de la tierra? Hay grandísima necesidad de agua para que en ella no se acabe de consumir; ya sé, Señor mío, de vuestra bondad que se la daréis; vos mismo lo decís; no pueden faltar vuestras palabras. Pues si, de acostumbrarnos a vivir en este fuego y de criados en él, ya no lo sienten, ni atinan, de desatinados, a ver su gran necesidad, ¿ qué remedio, Dios mío? Vos vinisteis al mundo para remediar tan grandes necesidades como éstas: comenzad, Señor; en las cosas más dificultosas se ha de mostrar vuestra piedad». Santa Teresa de Jesús. Exclamaciones del alma a Dios.

Peter Brueghel

Peter Brueghel

Jesús consuela a las mujeres

«Tómame de la mano, te seguiré animosa, no opondré mucha resistencia. No me sustraeré de ninguna de las cosas que me caigan encima en esta vida. Pero concédeme de vez en cuando un breve momento de paz. Ya no pensaré, en mi ingenuidad, que tal momento tenga que durar para siempre; sabré también aceptar la inquietud y la lucha. El calor y la seguridad me agradan, pero no me rebelaré si me toca permanecer al frío, con tal de que Tú me tengas de la mano. Iré por todas partes entonces, e intentaré no tener miedo. Y allí donde me encuentre, trataré de irradiar algo de ese amor, de ese amor verdadero por los hombres que llevo dentro. Pero ni siquiera debo vanagloriarme de este amor. No sé si lo poseo. No quiero ser nada tan especial, sólo quiero intentar ser aquella que en mí pide desarrollarse plenamente. A veces creo desear el aislamiento de un claustro. Pero tendré que realizarme entre los hombres, y en este mundo». Etty Hillesum. Etty Hillesum.

Meng

Anton Raphael Mengs

Jesús cae por tercera vez

«Su rostro, dándose a conocer al sentido del que ama, es su voluntad; su faz es el conocimiento de su verdad. Y nunca se siente bien sobre Dios, sino cuando el sentido del que siente sobre Dios es formado a partir de este rostro o conformado a esta faz. Ni se juzga bien acerca de los sentidos, si el juicio del que juzga no emana de aquel rostro. Y no se hace nada bien, ni se vive nunca virtuosamente, si de allí no se forman los actos y la vida del que quiere vivir según Dios. Ni se busca de allí, ni se recibe de allí, si no a partir del don de la gracia que precede a todo mérito». Guillermo de Saint-Thierry. Tratados sobre la fe.

Niccolò Frangipane

Niccolò Frangipane

Jesús es despojado de sus vestiduras

«Para unos, significa que Dios se ha revelado en todas las cosas, y para otros que todas las cosas esconden a Dios. Para unos, Dios está cada vez más presente y para otros, Dios está cada vez más ausente. Pero para unos y otros, vean o no a Dios presente, acepten o no su promesa, el centro de la vida se convierte en esa presencia o esa ausencia, en esa aceptación o en ese rechazo». Giuseppe Capograssi. La vida ética.

Baldomero Romero Ressendi

Baldomero Romero Ressendi

Jesús es clavado en la cruz

«Si la palabra perdida se ha perdido, si la palabra gastada se ha gastado, si la palabra no oída, no dicha, no está dicha ni oída, sigue siendo la palabra no dicha, la palabra no oída, la Palabra sin palabra, la Palabra dentro del mundo y para el mundo; y la luz brilló en la tiniebla y contra la Palabra el mundo sin acallar aún daba vueltas en torno al centro de la Palabra silenciosa. Oh pueblo mío, qué te he hecho yo ¿Dónde se encontrará la palabra, dónde resonará la palabra? No aquí, ahí no hay bastante silencio, no en el mar ni en las islas, no en tierra firme, en el desierto ni en tierra de lluvia, para aquellos que caminan en la oscuridad, tanto en el día como en la noche, el tiempo justo y el lugar justo no están aquí, no hay lugar de gracia para los que evitan el rostro, no hay tiempo de alegría para los que caminan entre el ruido y niegan la voz». Thomas Stearn Eliot. Miércoles de ceniza.

Vincenzo Campi

Vincenzo Campi

Jesús muere en la Cruz

«Si Dios no hubiera querido iluminar más que nuestro espíritu, no habría tenido necesidad de hacerse hombre ni de morir en el Calvario. Habría bastado con un libro perfecto, añadiéndole tal vez ese par de gafas de oro que el profeta Mormón presume haber recibido. Si Jesucristo no hubiera querido satisfacer más que nuestra imaginación, le habría bastado con desplegar ante nuestros ojos una rica tapicería de prodigios, como la que durante tanto tiempo divirtió a los pueblos paganos. Ahora bien, su objeto era diferente. Él no venía a adornarnos, venía a salvarnos. No venía a reformarnos, venía a transformarnos. No venía a hacerse comprender, venía a llevarnos con él. Fue la carne la que pecó en el Paraíso, y es hasta lo más íntimo de esta misma carne hasta donde ha querido llegar». Paul Claudel. Presencia y profecía.

Diego Velázquez

Diego Velázquez

Jesús es bajado de la cruz y puesto en brazos de su Madre

«Tú no conoces las colinas donde se derramó la sangre. Todos huimos, todos arrojamos el arma y el nombre. Una mujer nos miraba al huir. Sólo uno de nosotros se paró con el puño cerrado, vio el cielo vacío, inclinó la cabeza y murió bajo el muro, callando. Ahora no es más que un guiñapo de sangre y su nombre. Una mujer nos espera en las colinas». Cesare Pavese. La tierra y la muerte.

Michelangelo Caravaggio

Michelangelo Caravaggio

Jesús es sepultado

«El infierno es cuando el Otro ya no está en nosotros, cuando ya no tiene acceso a nuestra conciencia, a nuestros pensamientos, a nuestro corazón. El infierno es cuando ya no hay nada más que «yo», pero un yo insular, abandonado por todos –y por él mismo–; un «yo» aturdido de soledad, tullido de indiferencia, agotado de rebelión estéril, hundido en su propio vacío; cuando ya no hay nadie; ni alrededor, ni por encima, ni dentro de uno mismo. Una privación de vida en la corriente misma de la vida, un gusto a muerte mucho antes de que llegue la muerte; que afecta a los extenuados por la pobreza y también a la gente normal y a los pudientes cuando se han quedado vacíos de amor, cuando han perdido sus deseos convirtiéndolos en envidias y caprichos, cuando se han hartado de diversiones, de rencores y, finalmente, de aburrimiento». Silvie Germain. Cuatro actos de presencia.

Bronzino

Bronzino

Jesús resucita al tercer día

Michelangelo Caravaggio

Michelangelo Caravaggio

«Dios, ¿ dónde estás Tú? Muchas personas han perdido la fe ante esta pregunta, pero muchos más la han encontrado. Porque la respuesta, como es sabido, se encuentra ya en ese Tú. ¿Tú estás, Tú existes? Tú existes. Pero entre la pregunta y la afirmación se interpone con frecuencia un escándalo, una herida, un terremoto. Tu culpabilidad irrefutable ¿no es la prueba –más irrefutable aún– de la existencia de Dios? Si el mal, el dolor, lo absurdo existen, existe también la justicia, la belleza, la esperanza. Esta belleza, está en ti. Por tanto, Tú existes. No soy yo quien entra en juicios Contigo. Entonces, ¿ quién eres Tú? ¿Eres Tú acaso esa verdad que aflora desde el fondo de nuestro yo cuando la proximidad de la muerte la revela?». Vladímir Zelinski. Revélame tu rostro.

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