Muere Hermann Nitsch, el artista sacrílego que pintaba con sangre, vísceras y orina
El mundo pierde a uno de sus artistas de vanguardia más famosos y más polémicos, que no abandonó nunca ni su actitud provocadora ni su crítica a la conservadora sociedad austríaca
«alégrense, exulten y regocíjense porque ha llegado el momento de ponerme la túnica que me fue dada desde el principio. Voy a manchar mi túnica blanca con gotas de sangre empapadas de color carmesí. Gotas de sangre aceitosas, grasientas, de pulpa de fruta y manchas pútridas y húmedas de sudor empapan el algodón de mi camisa. Mi camisa está empapada de sudor y orina, de sudor de sangre». Así explicaba Hermann Nitsch, nacido en Viena en 1938 y recién fallecido a los 83 años en la localidad austríaca de Mistelbach, al norte de Viena, una de sus famosas «action paintings», performances en las que pintaba en directo valiéndose de excreciones como la orina y el sudor, pero también empleando sangre y vísceras animales.
Será siempre conocido y recordado por esa extravagancia con la que, después de la Segunda Guerra Mundial, trataba de expresar el vacío en el que había desembocado la humanidad, carente de sentido: pinturas sangirentas, hombres crucificados, escenificaciones de torturas...
Sin embargo, Hermann Nitsch debutó en los años 50, en el contexto del Accionismo Vienés, un grupo que incluía también a los artistas Muehl, Brus y Schwarzkogler. Este movimiento, propio de los convulsos años de posguerra, desafiaba cualquier tradición estética del arte y convertía las vanguardias en acciones teatrales, sensoriales, sangrientas y violentas. En esa época, el artista fundó el Teatro de Orgías y Misterios, el nombre con el que englobó una serie de performances que desatarían protestas y escándalos, además de tres condenas de prisión y un año de libertad condicional.
«El impulso asociativo del psicoanálisis clásico es sustituido en el Teatro O.M. por las sensaciones sensoriales evocadas por las acciones, que, una vez superada la censura, desinhiben e intoxican; las acciones con carne cruda, intestinos húmedos aún a temperatura corporal, heces ensangrentadas, sangre calentada de la matanza, agua tibia, etc. provocan regresiones hacia la sensualidad anal», explica él mismo en su página web oficial.
«El Juego de los Seis Días»
Concebido como una especie de ritual, el punto culminante del espectáculo fue el «Juego de los Seis Días» escenificado en 1998 en el castillo de Prinzendorf (Baja Austria) en el que residía y que se convirtió en destino de peregrinaje de los seguidores y entusiastas del original pintor. Se trataba de la imitación de una crucifixión con cadáveres de cordero y cerdo que incluía el sacrificio de un toro y otros animales, con cuya sangre Nitsch embadurnaba a varios artistas desnudos.
«Esperaba de mi audiencia una experiencia sensorial directa. Las obras tenían instrucciones concretas para que los espectadores probaran, olieran, miraran, escucharan y tocaran. Entregábamos carne, vísceras y frutas a la audiencia para que tocaran y sintieran. Esparcíamos olores, quemábamos incienso y otros materiales, vertíamos sangre, combustible, vinagre, leche, orina, gasolina, trementina, amoníaco y agua caliente por todo el escenario... En todo esto consistía el Teatro de Orgías y Misterios, en superar el lenguaje», dejó escrito Hermann Nitsch en su biografía.
Críticas... y reconocimientos
Aunque su obra desató una lluvia de indignadas críticas, sobre todo de representantes de la Iglesia católica, partidos conservadores y defensores de animales, el artista también recibió reconocimiento dentro y fuera de su país, incluso por una institución tan tradicional y conservadora como la Ópera Estatal de Viena, que en 1995 le encargó la escenificación de la ópera Herodiade, de Jules Massenet, y luego la de Parsifal, de Richard Wagner. Como maestro de la escenificación, fue asimismo apreciado en el célebre Festival Richard Wagner de Bayreuth (Alemania), donde en 2021 creo un formato multimedia de La Valquiria.
Y es que Hermann Nitsch también desarrolló su carrera como compositor musical, también polémica: su «música» está hecha a base de ruido, sonidos ingratos e incómodos, coros deformados y amplificaciones extremas. Sin embargo, a día de hoy dos museos llevan su nombre en Italia y Austria, y la Fundación Nitsch tiene su sede en Viena. A lo largo de su carrera, ha expuesto sus obras en el Centro Pompidou de París, el Macba de Barcelona, el Moderna Museet de Estocolmo y los museos Leopold y Albertina de Viena, sus performances han sido representadas en gran parte del mundo... «para acortar la distancia entre el arte y la vida».