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José María Lassalle, Maral Kekejian, Alberte Santos, Jorge Barreto Xavier y Manuel Borja-Villel en la Galería Marlborough de Madrid

José María Lassalle, Maral Kekejian, Alberte Santos, Jorge Barreto Xavier y Manuel Borja-Villel en la Galería Marlborough de Madrid

Borja-Villel contra sí mismo: «La idea de un museo patrimonial que acumula cosas es burguesa y no tiene por qué existir»

El director del Museo Reina Sofía participa en la mesa redonda '¿Qué hace este patinete en mi museo?', organizada por Evercom, y dialoga sobre los nuevos usos del espacio público en relación con la gestión cultural, planteando una posible desmuseificación

La movilidad, entendida de manera literal pero también como necesidad humana, está teniendo un gran impacto en la gestión de los espacios culturales. Y viceversa: la forma en la que se conciben estos espacios tiene consecuencias directas, incluso monetizables, para la movilidad. De ella Gestión espacios culturales va a tener en ella impacto la movilidad.

Las instituciones culturales se han convertido en un activo de marca, y constituyen un agente principal en su alianza con el turismo; sin embargo, según avanza el siglo XXI el modelo cultural ha entrado en crisis, y casi todos los indicios apuntan a un origen común: la movilidad y la lógica incremental de sus flujos, que nos lleva a reflexionar sobre la huella climática, la globalización, la crisis geopolítica (que incide en el turismo), la crisis económica (que afecta principalmente a las clases medias, grandes consumidoras de cultura) y, relacionada con ella, la crisis presupuestaria.

Sobre todo ello ha versado la mesa redonda '¿Qué hace este patinete en mi museo?': moderado por José María Lassalle, director del Foro de Humanismo Tecnológico de ESADE y exsecretario de Estado de Cultura, además de miembro del Consejo Asesor de Evercom, el debate ha contado con Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía; Maral Kekejian, directora artística de la representación española en la Cuatrienal de Praga 2023, y Jorge Barreto-Xavier, director general de Educación, Desarrollo Social y Cultura en Oieras.

«Nos encontramos en una situación policrítica en la que surge la urgencia de abordar la resignificación de la movilidad y de la cultura asociada a ella», establecía Lassalle tras su análisis situacional, a la vez que establecía la oportunidad que podía suponer para afirmar la cultura «sobre experiencias menos masivas, desligadas del turismo y volcadas en el activismo cívico». Hubo mención también a las experiencias inmersivas, al metaverso y a lo que suponen en cuanto «reinterpretación de la cultura»: en definitiva, el exsecretario de Cultura defendió «una movilidad distinta» y «un modelo de gestión que active los imaginarios del capital cívico para dar lugar a sociedades abiertas y cohesionadas a partir del disfrute de cultura y experiencias apegadas a la piel de nuestro tiempo».

Maral Kekejian ha querido explicar su propia experiencia en el terreno de la cultura, defendiendo la combinación de lo institucional y lo público. «La construcción de nuevos flujos dinámicos de experiencias culturales tienen que tener en cuenta la sostenibilidad. Establecer un nuevo modelo tiene que pasar por descentralizar y establecer un diálogo con todos los agentes implicados, corresponsabilizándolos para definir un nuevo circuito cultural en las ciudades». A Kekejian le interesan el traspaso de saberes, el intercambio cultural y la ampliación de la idea de comunidad, unas ideas que ha defendido en sus puestos tanto en la Casa Encendida como en los Veranos de la Villa. Más tarde, desarrolló una investigación en la Academia de España en Roma sobre los usos del espacio público, a través de la que buscaba «traspasar la potencia de la institución hacia el espacio público» y realizar «un plan de estrategia urbana».

«¿Por qué tiene que haber museos?»

Por su parte, Borja-Villel ha enlazado la exposición actual del Reina Sofía sobre Tosquelles con la idea de la movilidad: «¿Quién está más loco, el loco o el cuerdo? Nosotros respondemos tanto a la hipermovilización como al miedo de no movilización, lo que desencadena una situación de precios muy altos y aviones muy llenos», ha comentado, antes de hacer referencia a un «sentimiento de culpa» que nos pide no movernos y por el que, paradójicamente, cada vez nos movemos más.

«El problema no es el patinete, sino 'yo y el museo'. ¿Por qué el museo tiene que ser mío? ¿En nombre de quien hablo? ¿Por qué tiene que haber museos, por qué un tipo de colecciones?», se preguntaba sobre el título de la ponencia. «Es importante entender el método hipocrítico: es más importante pensar con los pies que con la cabeza, porque con los pies recorremos el mundo, entramos en contacto con la materia. El pensamiento no está arriba, sino abajo: en la tierra, que es una contigo. La tierra no puede ser objetivada (convertida en objeto) e introducida en un museo, lo que nos lleva a preguntarnos por la desmuseificación», lanzaba al final de su intervención, afirmando que el modelo de museo está «siempre en crisis permanente» y oponiéndose a la idea de la homogeneización y del valor del museo asociado al número de visitas.

«¿Cómo invertir este modelo? Entendiendo que un museo es un servicio público y un derecho, y si es un derecho lo es para todos. Tienen que ser sostenibles y lugares y centros de investigación», ha continuado Borja-Villel, antes de abogar, en su línea, por «un cambio de la visión occidental eurocéntrica, que es en realidad una visión provinciana de un lugar pequeño que se cree universal». Según el historiador del arte, la experiencia artística puede entenderse de muchas maneras, por lo que hay que «cambiar el paradigma»: «A mí me acusaron en mis años en el MACBA de no hacer 'cosas artísticas, pero ¿quién eres tú para decir qué es o no es artístico'?».

Mural del colectivo indonesio Taring Padi titulado 'La justicia del pueblo' mientras personal de la exposición de arte contemporáneo Documenta lo cubre con una lona negra en Kassel, Alemania

Mural del colectivo indonesio Taring Padi titulado 'La justicia del pueblo' mientras personal de la exposición de arte contemporáneo Documenta lo cubre con una lona negra en Kassel, AlemaniaDocumenta

«El arte es curativo, nos ayuda a entendernos, y esto tiene que implicar un nuevo modelo de museo, lo que implica una gran transformación. ¿Por qué las cosas tienen que ser de alguien?», se pregunta Borja-Villel, que afirma que «la idea de un museo patrimonial que acumula cosas es una idea burguesa y no tiene por qué existir» y se pregunta, por ello, por qué hay que restituir las piezas a sus legítimos dueños, nombrando de soslayo la lista publicada por el Museo del Prado en la que reconoce poseer obras «incautadas durante la Guerra Civil».

Entrando en diversas polémicas, el siempre afilado director del Reina habló también de la polémica con la última edición de la Documenta, tras la que acabó dimitiendo su directora: «Convivía una propuesta queer con otra que ya se sabía que iba a ser antisemita, pero los comisarios se defendieron hablando de libertad de expresión. La extrema derecha siempre nos gana cuando habla de libertad de expresión», sentenció, dibujando él mismo el espectro político al que se adscribe.

Política cultural y desarrollo económico

Por su parte, Jorge Barreto-Xavier, encargado de la gestión cultural en un pequeño municipio lisboeta, Oeiras Valley, incidía en la idea de financiación: «¿Cuánto valdría el metro cuadrado en Madrid sin el Museo del Prado, el Thyssen o el Reina Sofía?». Para él, hay una relación directa entre el modelo de desarrollo de ciudad y el modelo cultural, porque la cultura hace que la ciudad crezca, y viceversa: «La conexión entre la política cultural y el desarrollo económico es evidente», explica tras aportar datos que consagran Oeiras Valley como el segundo más rico de todo Portugal.

Barreto-Xavier incide también en el concepto literal de movilidad: «Movernos significa también abrirnos, tener la capacidad de asumir otras lecturas del mundo, tener humildad para cambiar. Y esa es la motivación principal de la construcción cultural», ha añadido, antes de analizar las diferencias entre la «movilidad física» y la «movilidad digital». «No somos capaces de gestionar los cambios a la velocidad que se producen: necesitamos mapas de movilidad, una cartografía interior y exterior que nos guíe hacia lo que queremos descubrir. Y entre esa expectativa y la proposición hay una conexión económica que podríamos denominar 'el mercado de la movilidad'», concluye, afirmando que en el diálogo entre la sostenibilidad y la monetización es donde es posible aunar la cultura y el turismo. «Utilizamos la cultura como un instrumento al servicio del turismo, pero la mejor manera de que la cultura sirva al turismo es que sea independiente: hay que cultivar su valor autónomo».

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