¿Están preparados los museos españoles para la ola de vandalismo ecologista?
El activismo sobre obras de Van Gogh o Monet no ha provocado daños, pero los museos esperan que cesen y que no produzcan un efecto llamada en las entidades españolas, que han reforzado las medidas de prevención e intensificado la vigilancia
La Guía para un plan de protección de colecciones del Ministerio de Cultura y Gobierno lo establece claramente: su objetivo es «diseñar y ejecutar un conjunto de medidas que, aplicadas de modo ordenado y con anterioridad a una situación de crisis, permitan evitar, o al menos reducir al máximo, el daño sobre las colecciones del museo». Y aunque en la actualidad cada museo de gestión estatal cuenta con su propio plan, la Subdirección General de Museos Estatales, dependiente del ministerio, se encarga de velar por el conjunto de las obras del Estado.
Sin embargo, ante la creciente oleada de atentados contra el patrimonio artístico mundial, llevada a cabo predominantemente por asociaciones ecologistas, los museos españoles no tienen pensado incrementar la vigilancia. Recordemos que en las últimas semanas los activistas vandálicos de Just Stop Oil han atentado contra Los girasoles de Van Gogh en la National Gallery de Londres, Los Almiares de Monet en el Museo Barberini de Potsdam o la Primavera de Botticcelli en la Galería de los Uffizi en Florencia.
El activismo medioambiental busca ser relevante y encontrar eco en los medios de comunicación: esa es la razón fundamental del atentado contra grandes y reconocidas piezas de arte. No es un ataque ni a los artistas ni a los museos en sí, sino una forma de llamar la atención sobre sus reivindicaciones, pero los museos han comenzado a revisar sus protocolos de seguridad.
La entrada a los museos se realiza atravesando un detector de metales y pasando los bolsos, mochilas y bolsas por el escáner. La mayoría de las cámaras de rayos X y los empleados de seguridad que las operan se fijan predominantemente en objetos punzantes: hasta ahora no se impedía el ingreso de comida o de elementos como el pegamento.
Sin embargo, los últimos actos vandálicos perpetrados contra obras de arte se han realizado con una sopa de tomate, un puré de patatas o a través del pegamento, que los activistas utilizan para «pegarse» a las obras, como sucedió el 9 de octubre, cuando dos personas pegaban su mano en el cuadro Masacre en Corea de Pablo Picasso expuesto en un museo de Melbourne, en el sureste de Australia, para hacer una llamada de atención sobre la crisis climática. Otros cinco hicieron lo propio con el marco de La última cena, de Leonardo Da Vinci.
Nada diferente al protocolo habitual
Sin embargo, y a pesar de que ayer mismo se produjo el último de estos ataques en el museo Madame Tussaud's de Londres, donde fue la estatua del Rey Carlos III la encargada de recibir, en esta ocasión, tarta de chocolate, los museos españoles no tienen pensado cambiar su protocolo, que consideran ya de por sí intenso.
Lo que sí se ha implementado es una mayor alerta en la vigilancia, discreta en principio, del personal presente en las salas. De igual manera, se han incrementado las medidas de prevención, que van desde un mayor uso de consignas a una vigilancia más estricta en el acceso o a la ampliación de la distancia del espectador sobre la obra de arte.
Cuadros como La Gioconda, que el pasado 9 de octubre recibía una tarta en el Museo del Louvre, son salvados del vandalismo gracias a contar con una pantalla de seguridad. De momento, los museos españoles no se plantean establecer una barrera física entre los espectadores y los cuadros, ya que eso intermediaría la experiencia estética, si bien en el Museo Reina Sofía existen algunas.
Los museos, «en alerta»
El jefe del Departamento de Conservación-Restauración del Museo Reina Sofía, Jorge García Gómez-Tejedor, ha reconocido en declaraciones a Europa Press que en la pinacoteca están «más pendientes» de este tipo de ataques porque tienen «obras emblemáticas que pueden ser más susceptibles de una acción de vandalismo». No obstante, ha asegurado que por el momento no han aumentado la seguridad, aunque sí se «observa más al público».
Asimismo, ha avisado de que valorarán «otras medidas según la evolución» de estas acciones y ha incidido en que se centran en tener preparadas «respuestas rápidas» ante estos u otros tipos de incidentes. «Estamos intentando estar más alerta y más pendientes, y que en caso de que suceda esto las personas implicadas no se vayan así como así. Estamos hablando patrimonio artístico», ha subrayado, para añadir que «no tiene sentido lo que está ocurriendo».
Por su parte, el director del Museo del Padro, Miguel Falomir, ya admitió la semana pasada, tras el ataque con sopa de tomate de dos activistas al cuadro de Vicent Van Gogh, que la pinacoteca está «ojo avizor» y ha «intensificado» la vigilancia. «No es la primera acción de este tipo que se ha cometido en las últimas semanas y no sé si vale la pena mucho hablar de esto, porque en el fondo es lo que pretenden, esta publicidad», lamentaba entonces.
La seguridad de los museos no está orientada hacia estos actos de vandalismo que son muy poco frecuentes, sino principalmente hacia los robos. Las medidas que necesarias para evitar que alguien se abalance sobre una obra impedirían casi su apertura al público. «El museo tiene obligación de cuidar su patrimonio cultural, lo hacemos. Y lo hacemos teniendo en cuenta todas las necesidades y todas las situaciones», explica genéricamente Mabel Tapia, subdirectora artística del Museo Reina Sofía.
En general, los museos coinciden en ser cautos con las acciones que toman, en intensificar la vigilancia existente y en reforzar las medidas de prevención, pero sin impedir al espectador disfrutar y apreciar el arte.