La aparición de un cuadro inédito de Lavinia Fontana subastado en Madrid
El cuadro, un retrato de una mujer música entre los siglos XVI y XVII, ya forma parte de la colección de la National Gallery of Art de Washington. La obra refuerza la posición de la pintora boloñesa como la favorita de las mujeres más importantes de su entorno
La intención de un coleccionista afincado en las Palmas de Gran Canaria de desprenderse de una de sus obras ha sacado a la luz un interesante lienzo de Lavinia Fontana que representa a Lucia Bonsoni di Garzoni, una mujer de la nobleza boloñesa compositora e intérprete. La historia de esta obra nos sitúa entre los siglos XVI y XVII, en el paso del renacimiento al barroco. Su catalogación ha permitido conocer en mayor profundidad la vida de la artista en cuanto a su vinculación con las mujeres más influyentes de su entorno y también ha supuesto la recuperación del nombre de una música de relevancia en su época. Por ello, podemos decir que la importancia de esta noticia es que la salida al mercado de este lienzo ha supuesto una doble victoria para la historia y la historia del arte, en cuanto al conocimiento de la historia de estas dos mujeres en disciplinas como el arte, la música. También, como veremos, representa que Fontana estuvo al corriente de los intereses político-religiosos de su época.
Su catalogación ha permitido conocer en mayor profundidad la vida de la artista en cuanto a su vinculación con las mujeres más influyentes de su entorno
Además, cuando la obra ha pasado de pertenecer a una colección privada a formar parte de una colección abierta al público también ha representado un paso importante para avanzar en el conocimiento de la creatividad de las mujeres del pasado. Para recoger todo lo que este suceso nos ofrece partimos del momento semanas atrás en el que Subastas Segre desvelaba, al fin, a través de sus redes sociales que la obra había sido adquirida por la National Gallery of Art de Washington. José Luis Requena, catalogador de pintura antigua y del siglo XIX, con gran amabilidad nos ha facilitado toda la información necesaria. En primer lugar, comentaba que, aunque la subasta tuvo lugar en mayo de 2021 la noticia no ha trascendido hasta ahora a los medios de comunicación, sobre todo estadounidenses, porque el proceso de adquisición ha sido largo y ha tardado en estar todo a punto para el traslado de la obra.
El viaje del cuadro hasta España
Antes de este, su último traslado, es interesante seguir parte de la historia de este cuadro pintado en la Bolonia de 1590 para conocer por qué razón ha llegado hasta España. La obra formaba parte de la colección de una familia de ascendencia italiana aficionada a las antigüedades, afincada en Canarias tan solo desde los años 60 o 70 del siglo XX, que la había recibido a través de una herencia. Su antepasado y el dueño anterior de este retrato lo había adquirido en mayo de 1914 en una casa de subastas florentina llamada C. Galardelli. Por aquel entonces, la obra ya se subastó atribuida a Lavinia Fontana, aunque, como veremos, su autoría también ha tenido que ser probada cuando ha sido subastada esta vez. También, nos sorprende que fuera llevada a una casa de subastas española, pues es más habitual ver lotes de esta importancia en los focos principales del mercado secundario como puede ser Londres. Esta era la intención de la familia en un principio, sin embargo, tras un problema con los albaranes de exportación al Reino Unido optaron por llevarla a subasta en España.
La autoría del cuadro
Cuando el experto en pintura antigua de Subastas Segre entró en contacto con la obra procedió a su catalogación, donde el primer paso era tratar de refutar su atribución. Para este proceso, que recibe el nombre de expertización, contó con la ayuda de varios especialistas como: Maria Teresa Cantaro y su discípula Angela Ghiardi conocedoras de la pintura boloñesa, Mario Tanzi quien ha profundizado en la obra ofreciendo varios artículos de investigación, y Almudena Pérez de Tudela conservadora de Patrimonio Nacional.
Los resultados confirmaron que se trataba de pigmentos de la antigüedad esperada, por tanto, que la obra correspondía a la época de la autora y que era auténtica
Gracias al reconocimiento de su factura, es decir, a través de sus rasgos estilísticos, varios de ellos pudieron afirmar que se trataba de una obra de la artista Lavinia Fontana. Sin embargo, se vivieron momentos críticos según las propias palabras del señor Requena, quien comentaba que el excelente estado de conservación de la obra le hizo sospechar que podía tratarse de una obra falsa. Por ello, procedieron a realizar un análisis de los pigmentos mediante una cata, un procedimiento que consiste en hacer una pequeña incisión en la superficie pictórica de una o varias capas de profundidad para adquirir unos milímetros de pintura y poder así determinar su antigüedad. Finalmente, los resultados confirmaron que se trataba de pigmentos de la antigüedad esperada, por tanto, que la obra correspondía a la época de la autora y que era auténtica.
¿Quién fue Lavinia Fontana?
Lavinia Fontana nació en Bolonia en 1552. Pudo formarse y convertirse en pintora gracias a que su padre Prospero Fontana también era pintor. Un pintor prolífico de «relativo éxito», como apunta el historiador del arte Romeo Galli, que, viendo que su hija era curiosa y mostraba predisposición para el dibujo, le brindó una amplia formación en artes liberales. Sobre todo, en gramática y música, y también, en el arte de la pintura. Lavinia logró gran éxito y fama en su época. Sus obras se convirtieron en objeto de interés para completar las colecciones de nobles, hombres adinerados e intelectuales. A su taller de Bolonia llegaba un número de encargos tan elevado que no podía admitir todos, pues procedían de muchas partes de Italia y también del extranjero.
Han quedado escritas en cartas y diarios las quejas de algunos clientes acerca del rechazo de encargos o del retraso en las entregas. El singular testimonio de Maurizio Manfredi nos ofrece un ejemplo del interés que suscitaba esta artista, pero también refleja el pensamiento de la época de que el caso de Lavinia era un ejemplo aislado de mujer virtuosa, una isla en un mar de mujeres relegadas al ámbito doméstico por su supuesta incapacidad natural para la vida pública. Sus palabras, fechadas el 6 de junio de 1591, dicen lo siguiente: «El deseo de poder tener un ejemplo de mujer bella y verdaderamente virtuosa fue tal, que pensando que pronto lo tendría escribí un madrigal que mandé imprimir, enviándole copia a usted, convencido de que recibiría como respuesta el deseado retrato, pero tan sólo recibí una nueva promesa». Un literato que, por lo que recoge Galli, a partir de entonces se acostumbró a extorsionar a los pintores con sus madrigales.
La calidad de sus retratos ya era admirada por las personalidades más importantes de la ciudad de Bolonia, entre las que se encontraba el futuro pontífice Gregorio XIII
La época de mayor éxito de la pintora comenzó a finales de la década de 1580, cronología que coincide con la datación estimada del Retrato de Lucia Bonsoni di Garzoni. En aquel momento la calidad de sus retratos ya era admirada por las personalidades más importantes de la ciudad de Bolonia, entre las que se encontraba el futuro Pontífice Gregorio XIII. Otra de sus especialidades era la representación de la infancia, cualidad muy demandada en el contexto de la Contrarreforma, donde la Iglesia católica estaba impulsando la reflexión del papel de la mujer en la familia a través de las artes. Es decir, en el contexto de las actuaciones diseñadas por la Iglesia católica como reacción a Martín Lutero, una de ellas fue la importancia del arte para apoyar su doctrina.
En ese marco, se ensalzó la contribución social femenina en cuanto a su papel en la fundación de la familia. La experta Vera Fortunati añade al respecto que, como consecuencia, la pintora estableció muy buenas relaciones con las mujeres nobles de la ciudad, convirtiéndose en la pintora favorita de las mujeres nobles de su entorno. Cesare Malvasia, considerado uno de los primeros historiadores del arte por sus biografías de artistas, dejó testimonio del magnetismo de Fontana cuando escribió a que las damas nobles de la ciudad deseaban estar en su compañía por su capacidad virtuosa, y su apremiante necesidad de que las retratase elevó el precio de sus obras hasta superar el de un cuadro de van Dyck. Anton van Dyck fue un pintor flamenco especializado en el género del retrato que empezó a realizar encargos en 1614, año en el que fallece Lavinia Fontana.
La protagonista del cuadro
Este lienzo recientemente añadido al catálogo de Lavinia, por tanto, refleja el contacto que tuvo con las mujeres más influyentes, también desde el punto de vista intelectual. Mario Tanzi nos presenta a la retratada, Lucia di Annibale Bonasoni, como una mujer noble que había contraído matrimonio con Marcello di Fabrizio Garzoni, conocida a partir de entonces como Lucia Bonasoni di Garzoni en el ambiente cultural de Bolonia. Debió obtener una atención similar a la de Fontana, dejando muestra de ello en las fuentes donde incluso aparece nombrada como una mujer «excelente en la música de 1590», en palabras de otro historiador de la época, Antonio di Paolo Masini.
La profundidad con la que Fontana representa la personalidad de esta música, así como la minuciosidad que emplea en la realización de los detalles de la ropa y las joyas, han ayudado a la identificación de la autoría de esta obra. Incluso, Eve Straussman-Pflanzerel, conservadora de la galería estadounidense, nos ha trasladado que la National Gallery of Art comparte opinión con el experto de Subastas Segre acerca de que el aspecto físico de Lucia permite datar la obra. Así, sabiendo que la música nació en 1561 y que refleja una fisionomía propia de una persona entre 28 y 30 años, han determinado que la obra se habría realizado cerca de 1590. Como no podía ser de otra forma, este retrato fue el absoluto protagonista de la subasta. La obra se presentó atribuida a Lavinia Fontana y fechada «hacia 1590» por un precio de salida de 50 mil euros. El precio de remate, o su importe final, se cerró en 140 mil euros.
En definitiva, la aparición de este lienzo en el mercado ha supuesto una contribución al conocimiento de la historia de finales del siglo XVI y principios del siglo XVII y un reconocimiento a mujeres como Lavinia Fontana y Lucia Bonasoni di Garzoni, ambas, eso sí, pertenecientes a la nobleza, que formaron parte del ambiente intelectual de la ciudad de Bolonia.