Obras maestras del arte español: el dios Marte que Velázquez pintó como un soldado de vuelta de todo
El genial pintor sevillano pintó para Felipe IV un dios Marte desprovisto de toda gloria divina, con las armas tiradas por el suelo y con actitud de hastío
El Marte de Velázquez —pintado en 1638 para la residencia de caza de Felipe IV la Torre de la Parada— es una de las grandes obras maestras del pintor sevillano y contiene muchos de los rasgos que retratan su idea de modernidad en el arte.
En el lienzo se identifica al dios de la guerra únicamente por sus atributos: el yelmo, el bastón de mando, el escudo, el color púrpura…
Sin embargo, la actitud de Marte en la pintura de Velázquez dista mucho de ser la que tradicionalmente se le ha atribuido a la deidad greco-romana.
Marte figura aquí desmitificado, desprovisto de los atributos propios de una deidad, humanizado, allanado, sin gloria… Es un Marte, podría decirse, ‘de andar por casa’, ‘de vuelta de todo’, y, sin embargo, es genial. En su momento, revolucionario.
Velázquez, gran conocedor de la anatomía humana, no elabora un cuerpo idealizado, como podría encontrarse en esculturas clásicas. Es un cuerpo real, de un hombre entrado en una temprana ancianidad, probablemente un soldado veterano de los Tercios, con bigotes a la moda de mediados del siglo XVII.
Pero, lo más interesante, es el retrato psicológico. El Marte de Velázquez se presenta como un dios hastiado, que sostiene el bastón de mando militar con desgana, medio tirado por el suelo.
El dios se presenta medio desnudo, con toda su armadura tirada por el suelo. Es más un líder militar derrotado que un dios de la guerra victorioso.
Todo ello responde a la fina ironía, al sarcasmo con que a Velázquez le gustaba retratar la supuesta gloria de los viejos dioses de la antigüedad, a los que retrata subrayando su vulgaridad.
El cuadro pertenece a los fondos del Museo del Prado y es, de hecho, una de sus obras maestras más destacadas.
Se expone en la sala 015A de la pinacoteca madrileña y su trayectoria la llevó desde la Torre de la Parada al actual Palacio Real en 1772.
El hecho de que se encontrara en el palacio de caza la libró de la destrucción durante el incendio del Real Alcázar el día de Navidad de 1734, donde se perdieron varias pinturas de Velázquez.
El Marte de Velázquez estuvo en el Palacio Real hasta el año 1816, en que es trasladado a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. De allí pasará a las colecciones del Museo del Prado.