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La Sala 012 del Museo del Prado alberga algunas de las más importantes obras de Velázquez, como 'Las Meninas'

La Sala 012 del Museo del Prado alberga algunas de las más importantes obras de Velázquez, como 'Las Meninas'Museo del Prado

La soledad de Velázquez: sin exposición en el Prado en su cuarto centenario como pintor de la Corte

En el programa de muestras y actividades de 2023, el Museo del Prado no contempla ninguna exposición dedicada a conmemorar al pintor, mientras Sevilla busca reabrir su casa natal este otoño y prepara una serie de eventos en su homenaje

Cuando Velázquez, con tan solo 24 años, se convirtió en el pintor de Felipe IV, ya había elaborado lienzos que le prefiguraban como el más grande de los pintores españoles hasta entonces. Fue en 1623 cuando el artista abandonó su Sevilla natal para instalarse en la Corte, que ya no abandonaría nunca, motivo por el que, como hijo adoptivo de Madrid, la mayoría de sus cuadros descansan hoy en el Museo del Prado.

De aquella fecha, crucial para la vida del sevillano pero también para la pintura española, se cumplen ahora 400 años. Y en este cuarto centenario, como sucede con el Año Picasso o como con la multiplicidad de ofertas de Sorolla, se esperaba que la pinacoteca más importante del mundo le rindiera homenaje. Sin embargo, en la presentación de las nuevas exposiciones y actividades para 2023, el Prado no contempla conmemorar a Velázquez.

Entre las novedades que llegarán al edificio del Paseo del Prado se encuentra la «Primavera barroca», que contará con dos protagonistas: el pintor italiano Guido Reni (1575-1642) y el español Francisco de Herrera, El Mozo (1627-1685). También exhibirá de forma excepcional obras de la Fritz Collection de Nueva York. Según el director de la pinacoteca, Miguel Falomir, 2023 es un ejercicio para apuntalar y ampliar la presencia de la escultura en la colección permanente del museo.

Las Meninas de Velázquez en el Museo del Prado

Las Meninas de Velázquez, en el Museo del Prado

Otras exposiciones previstas para esta temporada son Reversos. El lado oculto, que descubre lo que no se ve de los cuadros, lo que está en la cara B del soporte: tabla, tela, metal o piedra. «Una exposición que parte de la realidad paradójica», dice Falomir, «de que una cuarta parte de la obra maestra absoluta del museo, Las Meninas, está ocupada por el reverso de un cuadro».

Es esta pequeña referencia a la obra cumbre de Velázquez, junto a los préstamos de la Frick Collection de Nueva York, el único destello explícito del pintor sevillano en la programación del museo, ya que los fondos de la Frick cuentan con obras de Goya, El Greco, Murillo y Velázquez, entre otros, convirtiéndola en una de las mejores colecciones de pintura española del mundo.

La recuperación de la casa natal

Mientras el Museo del Prado se desentiende de conmemorar el legado de uno de sus principales artistas, Sevilla está preparando una serie de iniciativas para conmemorar este cuarto centenario. La más importante de ellas consiste en recuperar la casa natal del artista, que todavía se conserva y que pretende abrirse al público el próximo otoño. Es una vivienda de época, de alrededor de unos seiscientos metros cuadrados y compuesta de nueve o diez habitaciones.

Aunque no se han conservado ni elaborado planos de la casa en la época en que fue construida, parece que el trazado y estructura de la misma no han variado desde el siglo XVI. Grandes especialistas, como el arquitecto Rafael Manzano Martos, ex director del Real Alcázar, consideran que la Casa Natal de Velázquez «posiblemente sea la vivienda más antigua de Sevilla».

La Casa Natal, situada en la antigua calle de la Gorgoja (en el corazón de la morería), permite recuperar la etapa artística más relevante que haya vivido la ciudad de Sevilla en el primer tercio del siglo XVII, cuando se pasó del manierismo al estilo de Flandes al renovador tenebrismo que vino de Italia. De ahí surgió un estilo propio, conocido como el Naturalismo Sevillano. En este contexto, Velázquez desarrolló la obra de mayor interés en el mundo de la pintura del siglo XVII porque trató con igual excelencia todos los géneros: religiosos, mitológicos, retratos, históricos, paisajes, bodegones…

Casa natal de Velázquez, situada en la calle Padre Luis María Llop, en Sevilla

Casa natal de Velázquez, situada en la calle Padre Luis María Llop, en Sevilla

Sin embargo, de la veintena de cuadros de esta etapa que realizó Velázquez, un pintor hundido en muchos aspectos en el misterio y del que apenas queda correspondencia o documentos de carácter personal, no queda ninguno en Sevilla.

Velázquez se consolidó como artista durante sus años en Sevilla, en concreto en el taller de Pacheco, donde entró en contacto con algunos de los artistas más importantes de la Sevilla del siglo de Oro, como el granadino Alonso Cano, otro alumno de Pacheco, o el escultor Martínez Montañés, que ejercerá una influencia considerable en su vida y su obra. Velázquez concluirá su aprendizaje el 14 de marzo de 1617, cuando es admitido en el gremio de pintores, «como maestro de imaginería y al óleo», pero permanecerá para siempre ligado a su maestro, con cuya hija Juana contrae matrimonio en abril de 1618.

Sin embargo, para Velázquez y su mentor, Pacheco, estaba claro que el mercado sevillano se quedaba pequeño para el talento del joven pintor. En Madrid, en la Corte, estaba el futuro, el honor, la gloria... y también el dinero. En 1621 llegaría su oportunidad: Felipe IV, con tan solo 16 años, ascendía al trono, y en su séquito ocupaban lugares de honor dos personalidades de Sevilla, el capellán real Juan de Fonseca y Figueroa y, sobre todo, el conde-duque de Olivares, el valido real. En abril del año siguiente, Velázquez viajó a Madrid con algunos lienzos como carta de presentación. La estancia en la villa y corte no rindió frutos inmediatos, y antes de que acabara el año Velázquez estaba de nuevo en Sevilla.

Pero en esa breve estancia retrató a Luis de Góngora, lo que llegó a oídos (y ojos) del Rey. En agosto de 1623, Velázquez estaba de nuevo en Madrid con sus pinceles dispuestos para retratar al mismísimo monarca. El resultado fue satisfactorio, y en octubre el artista era nombrado pintor del Rey. Le quedaban muchos años de carrera en los palacios de los Austrias, que darían obras célebres como Los borrachos, La fragua de Vulcano, Las meninas o Las hilanderas. Una prolífica obra que se integró en las colecciones reales, que pasarían después a ser el actual Museo del Prado.

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