Los 10 mejores cuadros de Antonio Fillol en el aniversario de su muerte

Autorretrato (1915)
Antonio Fillol fue uno de los principales representantes del realismo social en la pintura española. Sus obras se caracterizan por estar cargadas de un trasfondo político y social con el que el valenciano pretendía denunciar las injusticias de su país y su época. Uno de sus máximos referentes fue Sorolla, cuyo estilo costumbrista y regionalista valenciano sería fuente de inspiración para Fillol. Fue descrito como un «pintor inmoral» al centrar la temática de sus cuadros en la denuncia social, más tarde desprestigiado y finalmente fue desapareciendo de los libros de historia y de los principales museos por su «visión radical». Sin embargo, ahora su mirada valiente está siendo reivindicada.

Museo del Prado

El amo (1910)
A Fillol no solo le interesaba que hubiese belleza en sus cuadros, sino que también buscaba reflejar la verdad. En esta ocasión quiso recoger el drama de los campesinos: un agricultor decide vengarse de su patrón tras haber sufrido abuso de poder y explotación durante años. La gota que colma el vaso es la agresión sexual a su esposa, que se encuentra tendida en el suelo. Con la ira acumulada, el agricultor decide coger su hoz para atacarle. Con gran naturalismo refleja la crudeza de la escena y con maestría refleja los sentimientos en los rostros de cada personaje.

Después de la refriega (1904)
Con un encuadre en diagonal, el autor sitúa la escena en el cruce de las calles valencianas de Colón y Ruzafa desde la acera. En la esquina inferior izquierda se aprecia el cuerpo de un hombre con indumentaria obrera. Se trata de uno de los manifestantes o huelguistas gravemente herido o incluso muerto en medio de la calzada. A su alrededor aparecen los sombreros y gorras abandonadas en la estampida que sugieren que algún tipo de altercado ha tenido lugar. Fillol capta con una magnífica intensidad y emoción el vacío y la soledad tras la represión de las luchas del hombre moderno por sus derechos.

Flor deshecha (1906)
Con su obra, Fillol demostró que a su juicio la pintura era una herramienta de denuncia, que el arte no podía estar vacío de contenido, pues «lo de menos en el arte es el ropaje». Por ello condenaría sin tapujos los problemas de la sociedad de aquella época. En esta ocasión denuncia la prostitución. Esta obra es una reflexión sobre los abusos sexuales que sufrían algunas mujeres. Representa a una muchacha recostada sobre un lecho, dormida dejando caer su cabello sobre los pies de la cama. Uno de sus brazos cuelga con el fin de acentuar ese aspecto lánguido y vulnerable del cuerpo femenino.

La rebelde (1914)
Fillol nos traslada a un campamento gitano en medio del campo, donde los protagonistas forman parte de un clan de una familia errante. El argumento del cuadro parece ser que la joven gitana se ha enamorado de un payo y es expulsada del campamento y agredida. Su hermano, o tal vez su padre, debe ser sujetado para no llegar a más violencia. El artista valenciano captura un instante cargado de emociones. «En este caso la lucha de clases ha dado paso a la violencia doméstica y a la intransigencia, frente a quienes sienten el anhelo de libertad en la sangre y se enfrentan al orden establecido, en este caso el paternalismo machista y la tradición represora que impide decidir el propio camino», reza la descripción del cuadro en la página de la pinacoteca madrileña.

Museo del Prado

El sátiro (1906)
Este cuadro ha sido la nueva adquisición de El Prado y con él suma un total de siete lienzos del pintor del realismo social. Con esta obra Fillol abordó en 1906 un asunto que fue considerado «inaceptable para el jurado de la Exposición Nacional de ese año, de la que fue expulsado junto con otros autores», recuerda el museo. La pintura, seguramente inspirada en una noticia real, fue creada para ser expuesta en dicha exposición, y en ella el autor «señaló claramente víctimas, verdugos y funcionarios aburridos, a los que ni siquiera el tratamiento desgarrado de Fillol consigue conmover», precisa el museo. Tras ser retirada se exhibió en el Centro Valenciano de Madrid.

Museo Nacional del Prado / EFE

La defensa de la choza (1895)
Se trata de una pintura insólita dentro del contexto de la pintura valenciana de aquel momento, y en ella Fillol profundiza en una visión del campesino alejada de los tópicos e idealizaciones. El huertano en realidad no era esa imagen de ser socarrón y feliz de la que tanto abusaba la pintura costumbrista, sino que era una persona acosada y en ocasiones angustiada por su propia situación y circunstancias extremas que pueden llevarle al uso de la violencia para defender lo que trabaja. A pesar de que la escena está situada en un ámbito cerrado, la intensa luz del sol del día que penetra por las múltiples rendijas, y por debajo de la puerta de la construcción rústica, es tan fuerte que ilumina el interior y agudiza el contraste entre las dos realidades.

Museo del Prado

La gloria del pueblo (1895)
Tenía 25 cuando se presentó con esta obra por primera vez a un certamen. El lienzo sería galardonado con medalla de segunda en la Exposición Nacional de 1895. En esta obra, el naturalismo y la fidelidad a la hora de representar el mundo exterior brillan plenamente. El tema que trata el cuadro es el recibimiento o larga despedida en una pequeña localidad a un paisano, que se ha convertido en un personaje célebre, quizás un triunfador en el terreno político, que acaba de llegar en un carruaje negro parado delante de la comitiva que lo aguarda. Filol es un pintor de la vida tradicional que evoluciona al abrigo de su época. No estuvo muy interesado por reflejar la vida moderna, pero cuando lo hizo su obra se tiñó con una lectura política e ideológica.

Museo del Prado

La bestia humana (1897)
Con esta obra nos invita a tomar conciencia sobre la prostitución, la corrupción y el abuso. Fillol denuncia y desenmascara la explotación sexual situando en el fondo de la escena a un cliente que espera pasivamente, mientras fuma un cigarrillo, a que la «patrona» logre convencer a una joven para que acceda al encuentro. La muchacha se deshace en lágrimas a sabiendas de que sin duda será víctima de una violación.

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Los amigos de Jesús (1900)
Por último, Fillol además de un naturalismo integra en esta obra una temática más espiritual y emotiva reflejando su mirada más íntima, poética y sosegada. Con este cuadro consiguió la primera medalla en la Exposición Nacional de 1901. La escena del lienzo se desarrolla en el interior de una barraca de pescadores de El Palmar. En la puerta tiene lugar un acontecimiento sobrenatural y extraordinario: la visita de Jesús que se dirige hacia el interior con la luz cegadora del día, cual metáfora de la luz divina. Tras la figura a contraluz de Jesús se ve el agua del lago y una de las barracas del entorno. Jesús visita a los humildes, a los limpios de corazón, viene a redimir a los pobres y a compartir sus sufrimientos con gente que vive en paz y en contacto con la naturaleza.
A pesar del gran simbolismo religioso de esta obra, la intención de Fillol no deja de ser crítica: por aquella época había una corriente de anticlericalismo por lo que la figura de Jesús se utilizaba como reivindicación frente a la apropiación de la Iglesia y los poderosos. Fillol, en este cuadro arremete contra la hipocresía religiosa.

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