Los anticuarios españoles en la mejor feria de arte del mundo
Algunas de las casas reproducen desde el parqué del suelo a las escayolas y mármoles del techo, auténticos pabellones de maravillas barrocos. Quizá esa sea la seña de identidad de la feria: su exclusividad
Tefaf no es una feria de arte más. No lo ha sido nunca y, probablemente, nunca lo sea. El hecho de que tenga lugar en Maastrich (Holanda) con unos accesos no tan cómodos desde Bruselas o Amsterdam, le añade cierta exclusividad, aunque los jets privados se multipliquen y llenen el pequeño aeropuerto de aquellos viajeros que siempre prefieren el anonimato.
Es verdad que en su origen se dedicaba casi en exclusiva al arte antiguo y que esa era su seña de identidad; pero ya la primera vez que estuve hace quince años empecé a contar picassos y paré cuando llevaba más de trescientos. Había estands que tenían más de veinticinco. Y perdón por haber dicho estands, término poco apropiado para las casas que exponen sus colecciones. Algunas de ellas reproducen desde el parqué del suelo a las escayolas y mármoles del techo, auténticos pabellones de maravillas barrocos. Quizá esa sea la seña de identidad de la feria: su exclusividad.
Lo que aquí se compra y se vende podría estar en cualquier museo y por eso hay aspectos como la calidad, autenticidad y conservación, que son mirados con lupa por un comité de expertos –el temido Veeting– que, el día anterior a la inauguración, discute y analiza todas y cada una de las piezas sin la presencia –eso sí– de los anticuarios y marchantes que las exponen.
Tantas maravillas
Durante las últimas ediciones –al margen de algún sonado robo de joyas– se han multiplicado los expositores contemporáneos; y también el diseño. Eso sí: cuidando mucho que la invasión china no arrolle a los históricos marchantes y coleccionistas del Viejo Continente. No en vano, el comité que dicta las normas de la feria lo integran miembros de esas antiguas galerías. Y en Tefaf, está claro que no expone cualquiera.
Este año se han congregado 270 galerías; la mitad de arte antiguo y otras tantas de contemporáneo. Y entre ellas las cinco españolas: Caylus, Artur Ramon, Deborah Elvira, Mayoral y Colnaghi. Por cierto, que no eran las únicas que mostraban piezas españolas. Los maestros antiguos y contemporáneos patrios siguen gustando, afortunadamente en el Viejo Continente.
Y entre tanta maravilla, aquí señalo algunas de mis preferidas. Caylus expone una obra de Juan Bautista Maíno, la Imposición del escapulario a san Simón Stock; y una preciosa miniatura de Alonso Sánchez Coello: Retrato de la infanta Catalina Micaela, duquesa de Saboya; además de dos obras de Alonso Cano a cada cual mejor. Colnaghi presenta una especular Ofrenda a Príapo de Francisco de Goya y, entre las esculturas, un Descanso en la huida a Egipto de José Risueño. Es también muy impactante el Astrólogo de Luca Giordano.
Entre las obras que expone este año Deborah Elvira, especializada en joyas y hierros antiguos, destaca un Capezzale con una imagen de María Magdalena de coral y plata, del siglo XVIII. Y entre las de Artur Ramon Gallery una preciosa Playa de Valencia de Joaquín Sorolla pintada en 1908; y una Lampe coupe aux deus figures de Alberto Giacometti.