
La Biblioteca Pública de Nueva York ha lanzado un desafío a todos sus socios
En Nueva York alguien se acuerda de los libros prohibidos por el puritanismo americano
La Biblioteca Pública de Nueva York ha recordado que «las personas tienen derecho a leer o no leer lo que quieran, pero esos libros deben estar disponibles». Por eso, ha actuado en consecuencia
Que Nueva York no es el cinturón bíblico de Estados Unidos, lo empezamos a saber con Lo que el viento se llevó. Ya nos parecía algo lejano en el espacio y el tiempo. Pero quien haya leído a Herman Melville, William Faulkner o a la católica Flanery O'Connor, sabe bien –al menos por la imprenta–, y después por las películas y la Historia, cómo se las gastan con, y en nombre de la biblia, o en nombre de guardar las apariencias.
El ambiente ya era insoportable desde hace mucho tiempo. Pero a nosotros, de momento, nos llegan como pequeñas oleadas de noticias sobre prohibiciones y vetos en consejos escolares y en la dictadura de la probable ofensa contra lo «políticamente correcto», que no consigue otra cosa más que alentar la curiosidad por la última censura en un pueblo perdido de Mississippi, o por la demagogia precolombina de la autoafirmación. Y va a más.
La censura del miedo
Silenciar, censurar, prohibir lecturas en la otra orilla del Atlántico no es causa, sino consecuencia de algún miedo a lo distinto que llevaron a bordo del Mayflower hasta tierras americanas, y extendieron después por todo Estados Unidos como un veneno del que no escapa ni la derecha ni la izquierda norteamericana.

Entrevista con el profesor y escritor
Eduardo Segura: «La serie de Amazon puede convertir a Tolkien en 'woke'»
El derecho a leer cualquier libro
Aunque Nueva York también tiene mucho que callar, la ciudad de los rascacielos no deja de ser la ciudad de las mil culturas y de las razas, así que, en ese sentido, es algo más abierta ideológicamente.
Encontrar respuestas
Su Biblioteca Pública ha dado un paso importante, y ha compartido en su página web la preocupación por el derecho a leer libros prohibidos por la irracionalidad; de ahí que haya señalado que el papel de la misma institución «es asegurarse de que no se borre ninguna perspectiva, ninguna idea, ninguna identidad». Ha recordado el derecho a conocer, «a leer o no leer lo que quieran, pero esos libros deben estar disponibles, para el adolescente que tiene preguntas y quiere encontrar respuestas en privado; para el adulto que siente curiosidad por temas en los que no tiene experiencia personal; para aquellos que quieren hacer su propia indagación y tomar decisiones informadas basadas en hechos». Y añade: «El conocimiento es poder; la ignorancia es peligrosa, engendra odio y división. Todas las personas tienen derecho a leer o no leer lo que quieran; todos tenemos derecho a tomar esas decisiones. Pero para proteger esas libertades, los libros y la información deben permanecer disponibles. Cualquier esfuerzo por eliminar esas opciones se opone a la libertad de elección, y no podemos permitir que eso suceda».
El sentido de la biblioteca
El comunicado invita a todos a esta libertad de conocimiento y recuerda el sentido de las bibliotecas: «Desde sus inicios, las bibliotecas públicas han trabajado para combatir estas fuerzas simplemente haciendo que todas las perspectivas e ideas sean accesibles para todos, independientemente de su origen o circunstancia. Con este proyecto, la Biblioteca Pública está haciendo, precisamente, eso a mayor escala para llegar a lectores de todo el país. Los socios de la Biblioteca Pública podrán descargar cuantos títulos deseen, cientos de miles de títulos, prohibidos o no. O acercarse, si lo prefieren, a alguna de las sucursales que la institución tiene por toda la ciudad» para formarse una opinión, o para ayudar a otros a formarse, en un momento en el que ya no hay nada que pueda darse por descontado, porque aunque «no debería parecer un acto de desafío, lamentablemente lo es. Y estamos orgullosos de ser parte de ello».