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Víbora de foseta (Bothrops jararacussu)
‘Cáncer de alma’: ETA como núcleo central en la ópera prima de Alberto Lozano Luque
Además de los recursos narrativos metaliterarios, destacaría la forma en la que el autor aborda esa delgada línea que separa a la víctima del verdugo, y en la que es difícil aclarar quién es manipulador y quién es manipulado
ETA nunca ha sido un tema de ficción manido en el cine y la literatura de nuestro país. Más bien al contrario: siempre ha habido cierta cautela a la hora de adentrarse en un territorio tan peligroso como este, y nunca mejor dicho. Las primeras obras de esta índole que se vienen a nuestra memoria son quizá la novela de Juan Madrid Días contados (1993), con versión cinematográfica dirigida por Imanol Uribe (1994), o la exitosa Patria (2017), de Fernando Aramburu, quien ya se había aproximado a esta temática en un libro muy anterior, la colección de relatos Los peces de la alegría (2006).

Distrito 93 (2024). 316 páginas
Cáncer de alma
Quizá por eso sorprende tanto que el madrileño Alberto Lozano Luque se haya atrevido a abordar el terrorismo de ETA en su ópera prima: Cáncer de alma (Distrito 93, 2024).
La novela gira en torno un escritor más o menos famoso, Víctor Argote Illescas, que es secuestrado por ETA durante una presunta tregua y mantenido en un zulo ubicado en un caserío, sin el menor contacto con el exterior, durante 606 días, 74 más de los que estuvo José Antonio Ortega Lara en la vida real.
Tras su liberación, una vez recuperado del shock inicial, el escritor ha de hacer una reconstrucción personal interior con ayuda, sobre todo, de su mujer, su hermano y una psicóloga. Al poco de volver a la normalidad –si eso existiere en una persona que ha pasado por semejante calvario–, Víctor siente la necesidad irrefrenable de regresar al zulo donde estuvo encerrado y establecer contacto con sus captores (por motivos que no voy a desvelar para evitar hacer spoiler).La trama de la novela va ganando en complejidad e intensidad conforme avanzan los capítulos, apoyada en elementos narrativos tomados del periodismo de investigación, la psicología o la novela policiaca. Hemos de decir que hay también una gran evolución en los personajes principales (Víctor, su hermano Luis, su esposa Irune y Elena, la psicóloga, sobre todo), que llegan al final de la novela muy diferentes de como lo eran al principio.
Pese a que tras su secuestro podría intentar olvidarlo todo y llevar una vida más o menos placentera y amable, Víctor se deja llevar por ciertas motivaciones que no sabía que tenía, y pasa de ser un actor pasivo a uno activo en esta historia, aunque para ello tenga que mentirles a su psicóloga o a su propia mujer. Y así, entre pesadillas recurrentes y la ayuda –o no– del psicoanálisis, empujado por una fuerza oculta que oscila entre el miedo y la osadía, Víctor acaba siendo un personaje impetuoso y de firme voluntad en esa novela que es su propia vida.
Además de los recursos narrativos metaliterarios, destacaría la forma en la que el autor aborda esa delgada línea que separa a la víctima del verdugo en determinadas circunstancias, y en la que es difícil aclarar quién es manipulador y quién es manipulado.
Alberto Lozano Luque aborda las intrincadas relaciones humanas sin caer en el maniqueísmo, ahondando en perfiles psicológicos en los que no predomina ni el blanco ni el negro.
El resultado es una novela bastante cinematográfica en la que no hay una separación rotunda entre los personajes que forman parte de ETA y los que no, una suerte de thriller psicológico ambientado en territorio español sobre un tema que tristemente ha ocupado en muchas ocasiones las portadas de los periódicos y los telediarios, y en la que hay espacio también para ilustrar de manera poco idílica cómo es el indescifrable mundo de la edición en el que algunos escritores también acaban siendo, metafóricamente hablando, secuestrados.