Música, copas y el Santísimo: «En Hakuna no hay un plan, lo que hay es una actitud»
José Mª Sánchez Galera firma junto a José Pedro Manglano Viva la vida, una biografía del fenómeno católico que ha evangelizado incluso el 'top' de Spotify
«Hakuna es música. Es vida de efervescencia musical y religiosa», plantea el escritor y periodista José Mª Sánchez Galera en Viva la vida, el libro que repasa los diez años de trayectoria de un fenómeno cristiano que no deja indiferente a nadie, dentro y fuera de la Iglesia. Conocidos por canciones como Huracán, Noche o Sencillamente (algunas de ellas se han colado entre las más escuchadas de Spotify España), Hakuna nació en 2013 en una parroquia de Aravaca, a iniciativa del sacerdote José Pedro Manglano.
Desde entonces, el grupo ha crecido y ha expandido sus adoraciones eucarísticas y formaciones por otras ciudades y países, ha llenado dos veces el Palacio de Vistalegre y ha estrenado una película, el documental Vivo. Viva la vida es la crónica en primera persona de este fenómeno, un texto a medio camino entre lo periodístico y lo literario donde se entrelazan la voz de Manglano y la de Sánchez Galera, que atiende a El Debate al hilo de la publicación.
–Viva la vida está editado por Martínez Roca, un sello de Planeta, que no es precisamente una editorial religiosa. ¿De dónde viene su interés por contar la historia de Hakuna?
–A las editoras –según nos dijeron– les fascinó la alegría y el carácter vital que notaban en Hakuna, un movimiento que veían muy joven y con fuertes convicciones religiosas. Un movimiento que no es en modo alguno rupturista, pero que desde la plena ortodoxia tiene un punto hippie, algo muy magnético y llamativo. Eléctrico. Ellas entendían que Hakuna está en auge, y la combinación de todo ello les ha parecido maravillosa… y piensan que va a vender, claro, que es lo que busca una editorial así.
–Ud. no pertenece a Hakuna. ¿Cómo acabó involucrado en este proyecto?
–En septiembre entrevisté a José Pedro Manglano, el impulsor de Hakuna, para El Debate, y poco después publicamos un reportaje en vídeo sobre el concierto en Vistalegre. Fueron dos contenidos muy vistos, y en Hakuna quedaron muy contentos. Poco después, me llamaron para decirme que Planeta quería publicar un libro sobre ellos, y me propusieron escribirlo.
–Para escribirlo, pasó mucho tiempo con los pringados, como se autodescriben los miembros de Hakuna. ¿Cómo fue la experiencia?
–Es un libro escrito con mentalidad caleidoscópica, con muchas voces. No es un libro de historia al uso ni un libro corporativo, sino que se va desenvolviendo según uno lo va viviendo. Es un modo de conocer Hakuna igual que se conoce a las personas. Y sí, han sido varios meses en los que he estado frecuentándolos, yendo a sus retiros, a sus adoraciones… He tratado de conocer una amplitud de personas y vivencias para trasladar lo que viven, sienten y creen.
–Después de pasar todo este tiempo con ellos: ¿qué es Hakuna?
–Desde el derecho canónico, son una asociación de fieles, pero una respuesta tal vez más incisiva sería describirlos como un fenómeno de la Iglesia. Uno que empezó en ámbitos universitarios y se ha ido abriendo a todas las edades. Y que tiene como uno de sus puntos esenciales la adoración eucarística. En Hakuna entienden que esta no termina cuando se devuelve el Santísimo al sagrario, sino que -como repiten- «estar arrodillados ante Dios enseña a estar arrodillados ante los demás».
En Hakuna dicen mucho una frase: que cantan lo que viven y viven lo que cantan. Y cuando los conoces ves que es verdad
–¿Cómo se concreta esta actitud?
–Bueno, las adoraciones eucarísticas tienen siempre un «tercer tiempo», las cervezas, pero también tienen repercusión directa en lo que ellos llaman «compartiriado», que es una reformulación del voluntariado. Y también repercute en que vivan marcados por la alegría: esto lo ves cuando llegas al Estudio, la sede de Hakuna, y encuentras puertas abiertas, gente que te sonríe y te abraza, pero que no tiene la intención de que te incorpores a la causa.
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–Aún no hemos hablado de la música de Hakuna, pero seguramente sea lo primero en lo que piensa la mayoría cuando escucha el nombre de la asociación.
–Cierto. En Hakuna dicen mucho una frase: que cantan lo que viven y viven lo que cantan. Y cuando los conoces ves que es verdad. En el libro hablo de la génesis de varias canciones, y muchas nacen de momentos de oración, de intimidad con Dios, o -como es el caso de Noche, que me gusta especialmente- de una oración que envían unas monjas. Las letras no se componen de un día para otro, y luego hay un proceso de artesanía profesional. Todo esto hace que sean canciones maduras, y que sobre todo sean eso, canciones: por eso hay quien las escucha como quien escucha a Rosalía o a Frank Sinatra. En ellas se nota la vida de oración y en comunidad.
El estilo de Hakuna podrá encajar más a unos y menos a otros, pero la Iglesia es diversa en formas, espiritualidades y caracteres. Y no pide exclusividades
–Hakuna ha recibido críticas o suscitado prejuicios entre otros sectores de la Iglesia, ¿le parece que está justificado?
–Escribir este libro me ha ayudado a asumir claramente que la Iglesia no es un agregado de departamentos, sino que cada camino te ayuda a transitar de manera específica. El estilo de Hakuna podrá encajar más a unos y menos a otros, pero la Iglesia es diversa en formas, espiritualidades y caracteres. Y no pide exclusividades: por eso hay muchas personas del Camino Neocatecomunal, el Opus Dei o Comunión y Liberación que disfrutan con la música de Hakuna y participan en algunas actividades. Además, si tú quieres que dentro de la Iglesia te acojan, respeten y entiendan tu idiosincrasia, tienes que hacer lo mismo: la postura cauta muchas veces es dejar que el Espíritu sople, no ponerle puertas.
–También se ha acusado a Hakuna de emotivismo.
–Sí, pero me parece que eso es ver poco lo que supone Hakuna. Es evidente que hay una aparente aura de emotividad, porque hasta la fecha ha estado muy centrado en personas jóvenes y en la música, pero la cuestión es si hay algo más allá. «Por sus frutos les conoceréis», ¿no? Y cuando estamos hablando de algo que tiene ya más de diez años, y de dónde provienen una de cada seis o siete vocaciones sacerdotales en el Seminario de Madrid… Bueno, nos da alguna pista.
El futuro de Hakuna es mantenerse en la actitud, y que los planes se vayan adaptando a lo que la vida vaya pidiendo
–Hakuna empezó sin mucha planificación, antes de la JMJ de Río de Janeiro de 2013. ¿Qué ha cambiado desde entonces?
–Sí, surgió a raíz de un grupo que José Pedro Manglano creó en la parroquia de San Josemaría en Aravaca, como preparación a la Jornada Mundial de la Juventud, y no se proponían expandirse. Pero viviendo la amistad, la fe, la oración… se fueron sumando otros y llegó el momento en que tuvieron que empezar a buscar otros lugares. Ahí Hakuna trascendió el grupo parroquial para empezar a ser otra cosa. ¿Y el futuro? Lo más probable es que sigan creciendo durante un tiempo y que se estabilicen en algún momento, pero lo importante es que no hay un plan preestablecido. En Hakuna no hay un plan, lo que hay es una actitud: yo diría que el futuro de Hakuna es mantenerse en la actitud, y que los planes se vayan adaptando a lo que la vida vaya pidiendo.