Elefantes: «Somos felices pero tenemos envidia de otros músicos. También queremos llenar estadios»
Veinte discos y mil conciertos después, el grupo que mezcla influencias del pop británico con la canción melódica española ofrece un verano de conciertos sólidos y un discurso honesto y trabajado: «Un grupo de música tiene que ser coherente con su edad. Si te aferras al pasado, estás muerto»
«No es fácil tener amigos en la industria musical». Sin embargo, ellos acaban de dedicarle un EP a sus amigos, versionando algunas de sus canciones: El Baile de Mikel Izal, Luciérnagas y mariposas de Lori Meyeres, La señal de Coque Malla, Amor prohibido de Rozalén y Balada para un violín de Ara Malikian. Es una respuesta de agradecimiento porque fueron estos cinco amigos, grandes estrellas de la música de nuestro país, quienes se ofrecieron a colaborar en una nueva edición de uno de los temas totémicos del grupo: Al olvido.
«Acabo de cumplir 50 años y tengo la sensación de no saber nada», dice Shuarma, vocalista de Elefantes, un grupo que cumple 30 años haciendo música (algo no tan fácil en los tiempos que corren). En 2013, ocho años después de disolverse, la banda se reunió para publicar El Rinoceronte, un disco que abrió una nueva etapa que llega hasta hoy, cuando están girando con Trozos de papel / Cosas raras', un nuevo trabajo con el que recorrerán España y al que suman ahora este nuevo EP, Cinco miradas. Y aunque felices, agradecidos y conscientes de su privilegio, son también muy sinceros: »Nos morimos de envidia, aunque sea envidia de la buena".
–Lanzáis un EP, Cinco miradas, y lo hacéis... ¡para dar las gracias! ¿Existe el agradecimiento todavía en esta industria?
–No hemos visto nadie que lo haya hecho. Últimamente se sacan discos en función de las necesidades del mercado, con timings muy preestablecidos, y nos convertimos en «esclavos» de la industria, olvidando la propia estela artística. Le hemos dado la vuelta a eso: queríamos darles las gracias a los artistas que colaboraron en la nueva versión de Al olvido, y pudimos hacerlo porque a la discográfica le pareció interesante... aunque lo habríamos hecho igualmente. Porque cuantos más años llevamos en la música, más intentamos seguir nuestra intuición en lugar de aferrarnos a las tendencias ajenas y más pasamos del mercado, aunque también nos vemos abocados a ello... La industria es la industria.
Cuantos más años llevamos en la música, más seguimos nuestra intuición y pasamos del mercado
–Debe de ser muy difícil romper «la lógica del mercado». Y no le resta valentía, pero vosotros podéis hacerlo porque lleváis muchos años, tenéis apoyo, vuestro propio estudio... ¿No es un poco suicida?
–Estamos en una época en la que la industria tampoco sabe a ciencia cierta qué es lo que va a funcionar. Los discos se consumen cada vez más rápido, y todo pasa... Cuando nosotros empezábamos, cuando fichamos por Hispavox en el año 2001, con u disco podías estar de gira dos o tres años. Ahora parece que si haces eso eres un vago o te has estancado. Hay muchos artistas que ya no editan discos con un concepto global, sino que van sacando sus canciones y viendo cómo funcionas+n.
–De hecho conviven muchos formatos: hay quien sólo saca temas, tenemos a un argentino haciendo «music sessions», hay quien sigue pensando álbumes completos, vosotros sacáis ahora un EP…
–Son conceptos diferentes. Bizarrap tiene una manera de hacer música diferente. A nosotros siempre nos ha gustado hacer discos de recorrido, buscarle la vuelta, hacer un grupo de canciones y darle un concepto, pero las dos fórmulas son igual de válidas. Además, no hay por qué hacer las cosas de una única manera, puedes cambiar... mientras seas coherente con tu impulso creativo. ¡A lo mejor nosotros empezamos a lanzar singles! De momento somos una banda bastante clásica: crecimos con discos conceptuales y nuestra carrera ha seguida esa estela. Pero queremos probar cosas nuevas, y además del EP digital, que nunca lo habíamos hecho, quizá lancemos algo independiente, sin tener que estar en algo tan anquilosado como es la industria. La música es más ágil; nos dan envidia los jóvenes, que son rápidos creando.
De momento somos una banda bastante clásica: crecimos con discos conceptuales y nuestra carrera ha seguido esa estela
–Ser joven da agilidad, frescura, una intuición no carcomida por el cinismo; pero ser 'mayor', o experimentado, permite tener cierto reposo, profundidad y visión de conjunto...
–No siempre estás igual. Hay momentos en los que estás tranquilo y necesitas reposo y tienes paciencia. Hay momentos en los que algo hierve dentro y necesitas que todo sea instantáneo y rápido, y no tienes paciencia y necesitas que explote. Todo tiene un valor artístico, porque todo es un reflejo del que emite. No hay que aferrarse a una sola manera de hacer las cosas, sino ser un poco más dúctil.
–Mikel Izal, Rozalén, Coque Malla, Ara Malikian y Lori Meyers prestan su voz a la versión de Al olvido. ¿Por qué ellos cinco?
–Porque son amigos. Estábamos cambiando de etapa con el grupo. La llegada del nuevo guitarrista, Álex Rivero, y la pandemia nos permitieron hacer una evolución que llevábamos deseando mucho tiempo. Estábamos anclados en un sonido muy clásico, y quisimos hacer «una devolución al olvido». Es una canción antigua, muy nuestra, que recuperamos porque el significado nos ayudaba a contextualizar lo que estábamos haciendo. Con su apoyo recibimos el abrazo de los compañeros de profesión; ha sido algo muy importante para nosotros. Nos hicieron sentir muy queridos y muy aceptados. De ahí nacen estas «cinco miradas de agradecimiento».
–Son cinco voces muy diferentes, muy reconocibles.
–Son cinco formas distintas de enfrentarse a la música, con una personalidad y una voz propia. A nosotros también nos permitía escenificar lo que nos pasa: no somos una banda súper comercial, ni indie, ni para minorías, ni para la mayoría. Siempre en tierra de nadie. No estamos en ningún sitio, y eso es un éxito.
Siempre en tierra de nadie: no somos una banda súper comercial, ni indie, ni para minorías, ni para la mayoría
–Al principio, el que no se os pudiera ubicar en ningún sitio, en ningún género, ¿os perjudicó?
–Un poco, porque la gente siempre quiere ponerte una etiqueta. Pero con este EP se ve que podemos hacer lo que «queramos»: les hemos hecho un homenaje con sus propias canciones, y les ha encantado. Cuando se lo enseñamos, no se lo creían. De hecho, María Rozalén nos dejó un mensaje de voz llorando de emoción, porque además es una canción que habla de la historia de amor de sus padres. Para nosotros el éxito ha sido conmover a los amigos que nos han conmovido siempre. Y siempre nos ha gustado hacer versiones: cuando empezamos en el 94 intercalábamos muchas, como Se me va, de Manuel Alejandro, que está en uno de nuestros álbumes. Pero versionar significa aportar algo propio, no es hacer una cover.
–Le dedicáis un EP a vuestros amigos, pero a la vez decís que no es fácil tenerlos en esta industria. ¿Para vosotros tampoco?
–Sí... De hecho, nos estamos dando cuenta últimamente de que sí, tenemos amigos, y que nuestros compañeros de profesión nos respetan y nos aprecian igual que nosotros a ellos. Pero en el mundo de la música tradicionalmente no había tanta relación entre bandas, era más difícil y la gente era muy recelosa. Además, nosotros somos un grupo de gente, entre comillas, un poco rara. Nos cuesta acercarnos a otros por timidez, inseguridad... pero el cariño y el respeto existen. Llevamos 30 años de carrera, hemos hecho muchos discos, muchas canciones y nos hemos ganado el respeto de la profesión por una cuestión artística.
Llevamos 30 años de carrera, hemos hecho muchos discos, muchas canciones y nos hemos ganado el respeto de la profesión
–En un mundo tan competitivo, en una sociedad tan polarizada y en un ámbito tan íntimo y lleno de egos como es la música, no es fácil afirmar lo que afirmáis.
–A ver, nos morimos de envidia por otras bandas. No te vamos a mentir: somos felices pero tenemos muchísima envidia de nuestros amigos músicos. Love of Lesbian, Vetusta Morla... nosotros no estamos en esa situación, y nos da envidia «buena», porque nosotros también queremos llenar estadios. Fuimos un grupo que durante un tiempo tuvo mucho éxito, nos separamos, hemos vuelto y estamos en un sitio intermedio que es muy bonito también; vivimos de esto y no tenemos el peso de la fama, que es muy duro de llevar. El camino que llevamos recorrido nos ha dado un crédito y eso nos permite hacer lo que nos da la gana. Y hay pocos que puedan decir algo así. ¡Cómo no vamos a sentir agradecimiento por nuestro camino!
–Vosotros decidisteis que vuestro sonido estaba estancado y os aventurasteis a hacer algo nuevo. ¿No hay muchísima resistencia al cambio en la música?
–No hay resistencia al cambio, hay miedo a morir. Como los japoneses, hay que valorar los golpes como una muestra del paso del tiempo. Cuando uno quiere que algo esté nuevo todo el rato, que no pase el tiempo, eso deriva en miedo a la muerte. En la música, si te aferras a un momento de éxito, ya estás muerto.
No hay resistencia al cambio, hay miedo a morir. En la música, si te aferras a un momento de éxito, ya estás muerto
–¿Vivir en el pasado significa la muerte en la música?
–A lo mejor suena muy fuerte, y no queremos criticar a quien lo haga, pero es muy importante para los grupos ser coherentes con su edad, no luchar contra el paso del tiempo, no luchar contra la muerte; al contrario, utilizarlo como aliado. A medida que va pasando el tiempo, las muescas muestran el camino que llevas hecho. Pero hay gente a la que le funciona muy bien hacer siempre lo mismo, como Manolo García, que es un grande, o Fito Cabrales: los escuchas y son como estar en casa.
–¿Notáis que, según avanza el tiempo, perdéis las cosas superfluas, los complejos y vais más «al grano»?
–Somos más certeros, sí. No somos los mismos que los que empezamos, aunque sí a nivel de ilusión. Ya sabemos hacer música y sabemos qué queremos decir y cómo lo queremos decir. También es verdad que la música es algo inmenso, gigante, que nunca acabas de conocer ni descubrir, porque va con los tiempos y los tiempos van cambiando constantemente. Las personas evolucionamos constantemente, pero también cada uno nos conocemos mejor, conocemos mejor al que tenemos al lado.
–¿En que medida habéis visto que cuidar la relación entre vosotros, cultivar la amistad, es clave como banda?
–Un grupo de música es algo tan difícil... Llevamos 30 años y ni idea de cómo lo hacemos. Pero poco a poco hemos encajado. Hemos erosionado las molestias, nos conocemos y nos entendemos mejor, y hemos acercado posiciones. También hemos aprendido a tratarnos mejor, aunque a veces se generan conflictos, sin mala intención. Pero trabajar con emociones es lo que tiene...
–Hace siete meses publicasteis el álbum Trozos de papel/Cosas Raras. Seguís en esa mezcla de rock británico y canción melódica española. ¿De qué forma el auge de la música en español, el boom latino, os ha afectado?
–(Shuarma): Yo me siento europeo, no me identifico con lo latino, no tengo esa vibración. Yo me identifico con Emil Zola, con Jacques Brel. Me parece maravilloso que llegue cualquier cosa de cualquier sitio, y me mola el reguetón –mi hijo me lo hace escuchar cada mañana cuando lo llevo al cole–, pero no me llega a donde me puede llegar Edith Piaf. Es una cuestión cultural, de herencia geográfica. A mí me encanta Bob Dylan, pero cuando habla de su mecedora y su recortada, o cuando veo una película de Woody Allen, me identifico menos que cuando escucho a Antonio Vega. Esta es mi realidad, este es mi paisaje, esta es mi cultura. Pasolini frente a Woody Allen. Todo mi respeto a lo latino (para bailar y para hacer el amor no hay nada mejor que el reguetón), pero a mí no me pellizca.
«Nos identificamos más con Emil Zola, Jacques Brel y Antonio Vega que con el reguetón, Bob Dylan y Woody Allen»
–¿Ha perdido la cultura anglosajona, norteamericana y británica, su capacidad de liderar el cambio?
–Es que nos han metido la cultura americana con embudo de una manera tan bestia que ahora nos caen mal. Nos cuesta horrores. Hay algo importante en saber dónde estás y de dónde vienes, y hacer el mundo más pequeño, no tan grande; lo estamos haciendo demasiado grande... Sabes lo que ocurre al otro lado de mundo pero ya no ves lo que ocurre aquí, y eso nos llena de una preocupación absolutamente innecesaria. Además, lo latino nos genera confusión: viene del latín pero no tiene nada de nosotros, nada de europeo. ¿Lo latino es el reguetón? Aunque compartimos idioma con latinoamericano, estamos alejados culturalmente.
–Siempre decís que vivís de bandas como El Último de la Fila, Gabinete Caligari o Radio Futura. ¿Han evolucionado vuestros referentes?
–(Shuarma): Yo siempre vuelvo a los mismos, que son los de juventud, cuando te educas musicalmente hablando. Escucho música actual y la disfruto, pero cuando tengo un rato para mí, me siento en un balancín delante de mi súper equipo de música y me y me pongo vinilos. Y sólo hago eso: sentarme a escuchar música, algo que hacía mucho que no hacía. Y siempre me pongo referentes antiguos, que me conectan con un momento de mi vida en el que había mucho por descubrir.
–¿Quién se sienta hoy en día sólo a escuchar música?
–Quizás la música que se hace ahora no es tanto para escucharla sin hacer nada más. Pero Beethoven requería sentarte a escucharlo. De hecho, no existía la música grabada, sólo la podía interpretar el músico y sólo accedían a ella los aristócratas. Cuando llegaron las grabaciones, la gente se reunía en los salones para escucharlas juntos. Ahora todo es instantáneo, pero hay discos que requieren una escucha a fondo, como el último de los Arctic Monkeys, que está tan lleno de información que le dice al oyente: «Ey, ven, céntrate en mí, o no, no vas a entender nada».
–De hecho, la gente ya no aguanta la ópera...
–Es un signo de nuestros tiempos. Un disco muy revelador de esto es el Motomami de Rosalía: son estímulos constantes, desde que empieza el disco hasta que acaba. Igual que las redes sociales. Esta es nuestra vida ahora mismo. No, no es coherente que haya mucha gente que le dedique tres horas a sentarse en un sitio en silencio, a esperar que no pasen nada más que ese sutil estímulo que es la música clásica. Porque ya no estamos hechos para eso. Y no es ni mejor ni peor, sencillamente la vida va cambiando, va evolucionando y el arte va evolucionando con la vida. A veces nos sentimos como los señores que veían a Elvis y se tiraban de los pelos. No podemos con la modernidad...
A veces nos sentimos como los señores que veían a Elvis y se tiraban de los pelos. No podemos con la modernidad
–Este verano tocáis en Murcia, Jaén, Valencia, Barcelona, Málaga, Aranda de Duero, Zaragoza y Cádiz. ¿Sois una banda de directo?
–Totalmente. Probablemente lo que más hemos hecho es tocar: tenemos unos veinte discos y habremos dado más de mil conciertos. Pero el directo tiene algo genial, que es que es el contacto con la gente, también con los trabajadores (el estudio de grabación es muy íntimo, muy interno). La llegada de Álex Rivero ha provocado también un cambio muy fuerte, muy potente, que nos ha movido a todos, y estamos haciendo unas directos increíbles. Somos buenísimos, de verdad: se genera una energía que no te deja indiferente. Y como nuestra música ya tiene eso, ya es muy pasional, estamos haciendo la mejor gira de nuestra carrera. Está siendo un regalo.