La M.O.D.A.: «Es romántico cantarle al Misisipi, pero cuando miramos por la ventana vemos el río Arlanzón»
Los chicos de La M.O.D.A. alborotan El Debate con su sencillez y profundidad para presentar su nuevo single, Hablar sin leísmos, desvelar algunas de las sorpresas de su show en el WiZink Center de Madrid y dar una primicia: ellos también van a lanzar un documental
«Saber de dónde venimos no implica que no nos planteemos hacia dónde ir». Burgos es su origen, su razón de ser, la cantera de unos fans absolutamente fieles y la inspiración de su último disco: «Nuevo Cancionero Burgalés está basado en el repertorio popular de nuestra tierra. La idea surge tras descubrir dos libros del siglo pasado, escritos por Federico Olmeda (1903) y Antonio José (1932), que recopilan canciones populares burgalesas», cuentan estos siete jóvenes que entonan himnos generacionales, como Héroes del sábado, a la vez que se arrancan con una canción del siglo pasado, como La Molinera.
La Maravillosa Orquesta del Alcohol vuelve con un single, desligado de su último trabajo y, a la vez, continuista en fondo y forma: Hablar sin leísmos se zambulle precisamente en ese camino empezado en Castilla hace unos años en busca de un sonido siempre más propio, reconquistado, y en mirar hacia dentro y cantar lo que realmente quieren decir. Lo que llevan dentro. Alvar de Pablo, Jacobo Naya, David Ruiz, Joselito Maravillas, Adán Ruiz Román, Nacho Mur, Caleb Melguizo y Jorge Juan Mariscal visitan El Debate y realizan aquí otra etapa del camino.
–Vuestro último single se titula Hablar sin leísmos. ¿Sois muy leístas, o es una metáfora sobre un nuevo lenguaje?
–Es una manera de expresar eso que a veces sientes de que te pesa el sitio de donde vienes o la mochila que llevas. Y habla también de ese deseo de liberarte de esas expectativas, de ese pasado, para poder construir un futuro de cero, sin que nada esté escrito, predeterminado. Y siempre que salimos a tocar a la gente le llama mucho la atención nuestro leísmo y ubican la zona de la que venimos... y nos pareció una buena metáfora.
–Habláis antes de la mochila, de que os pesa vuestro origen... ¡Pero el orgullo burgalés es vuestra bandera, especialmente (o más que nunca) tras vuestro último disco!
–Lo uno no quita lo otro. Estamos muy agradecidos de toda la gente de Burgos, que siempre nos ha apoyado, desde nuestros comienzos. Siempre hemos dicho que gracias al boca a boca y a que la gente ha hablado de nosotros hemos podido llegar a tocar en otros sitios, pero eso no quita para que muchas veces también nos hayamos podido plantear quiénes somos o hacia dónde vamos. Es más una metáfora individual que como grupo, sobre cómo uno se plantea hacia dónde tirar, lo que ha aprendido, de dónde viene, hacia dónde quiere ir, qué opciones tiene...
–El estribillo reza: «Aprendimos a seguir, a curar la cicatriz». ¿Cómo se curan las cicatrices? ¿Esta es vuestra filosofía, la de mirar hacia delante?
–Las letras siempre dejan lugar a que cada uno las interprete como quiera. Y cada uno descubre algo distinto. Pero está claro que el único camino a seguir es adelante, siempre.
–El sonido es muy fiel a vuestra esencia, con el omnipresente acordeón. ¿Es una continuación del Nuevo Cancionero Burgalés, aunque sea a nivel sonido?
–Sí, es una decisión totalmente consciente. Pero no vamos a negar que queríamos seguir en nuestra línea y recuperar nuestro sonido, quizás en esas melodías de acordeón, que apoyan y provocan de alguna manera un retorno a una M.O.D.A. más clásica.
–En el videoclip vemos a unos niños corriendo por el campo, en una ruina… ¿Es un recuerdo de vuestra infancia?
–El niño, la caseta... Es una evocación de la infancia, de ese tiempo sin preocupaciones, cuya ocupación consiste en disfrutar. Los niños representan la ilusión, y hablando de nosotros, nos recuerda las primeras veces en las que haces algo nuevo, como al principio, cuando cualquier cosa era súper ilusionante.
–Ha sido bonito ver cómo vosotros empezasteis muy influenciados por Irlanda y en general por lo anglosajón y habéis evolucionado hasta reclamar un sonido propio, de forma paralela a la cultura. ¿Ha sido algo pensado o una evolución personal?
–Hemos intentado hacer nuestro propio camino, como intenta todo el mundo. Y sí que empezamos mirando mucho al mundo anglosajón. De hecho, cantábamos en inglés, y luego fuimos intentando hablar de lo nuestro, de nuestra experiencia, de nuestra vida. Empezamos a utilizar el castellano como la lengua en la que nos expresamos desde siempre. Y ya en 2017 hicimos una canción como Campo Amarillo que reflejaba ese cambio de foco, de perspectiva. Queríamos buscar nuestra verdad, y aunque es romántico cantarle a Nueva York o al Misisipi, cuando miramos por la ventana vemos el río Arlanzón. Puede quedar muy guapo cuando escuchas un disco de blues con 14 años, pero luego sale una necesidad nueva (nueva por lo menos en nuestro caso), y surge la necesidad de hablar de lo que hemos vivido, de lo que sucede a nuestro alrededor. Es un camino que se consolidó con el Nuevo Cancionero Burgalés, pero tampoco queremos quedarnos encasillados en un frente en concreto. No sabemos lo que nos traerá el futuro ni qué inspiración o influencias tendremos, pero nos gusta tener la libertad de poder elegir hacia dónde avanzar sin que nadie nos condicione.
Empezamos mirando a lo anglosajón, pero necesitamos hablar de nuestra experiencia, de nuestra vida
–Vosotros que siempre vais a tocar a pueblos pequeños, aunque tengan 50 habitantes, en esa España vaciada… ¿Cómo habéis visto que ha evolucionado el entorno rural?
–Esperamos que esta iniciativa dure mucho, o por lo menos lo que dure el grupo. El año que viene, que va a ser el año de no tocar, no creemos que se haga, pero excepto en un parón así esperamos seguir haciéndolo siempre. Es una experiencia muy especial para nosotros la oportunidad de conectar con la gente, de poder disfrutar de la música como se ha hecho siempre, en las plazas y en las calles, y poder ver a familias enteras disfrutando de la música. Hay mucha gente que igual nunca se va a poder desplazar a las ciudades para ver un concierto, pero allí están, disfrutándolo como el que más. Y para nosotros es igual de especial un WiZink que la plaza de un pueblo.
–En Sedano estabais cantando y cuando empezó a llover, os invitaron a una casa y cantasteis desde el balcón de la señora...
–Fue súper emocionante, de verdad, porque realmente pensamos que se estaba poniendo en peligro el concierto. Empezó a llover, la gente se estaba mojando y nos ofrecieron tocar en esa casa, donde nos dieron cuatro puntos de luz y unas lámparas, y fue súper bonito. El público permaneció abajo mojándose, pero les daba igual, y nosotros tocando como podíamos en el balcón de la casa de la señora. Fue el concierto más especial porque lo importante es llevar la música a donde sea y tocar como sea, con los medios que sean, y sin ninguna pretensión más que eso: compartir ese momento.
–¿Tenéis alguna anécdota más del estilo?
–En un pueblo una vez nos invitaron a una chuletada después de un concierto, ¡y nosotros encantadísimos! Y en nuestro primer concierto fuera, que fue en La Coruña, nos comimos una olla de espaguetis en un parque con los que lo organizaban. En nuestro grupo siempre han estado unidas la gastronomía y la música. ¡Nos gustan las dos cosas!
–Decís que después de este tiempo tan acelerado, tan lleno… vais a hacer un parón. ¿Es un descanso de conciertos o también del estudio? Y lo que es más importante… ¿de la composición?
–Es un parón en general, para desconectar de nosotros, descansar, refrescar, relajar la cabeza, tener un poco de tiempo también para nosotros. Llevamos sin parar seis años, mezclando la gira de un disco con la composición y la grabación de otro, y hay que reposar un poco la cabeza, no aburrir a la gente y tomarnos un respiro. Pero es que también es una rueda... Por eso es tan disparatada la gira, la composición, la grabación, de nuevo la gira. Siempre hay que estar ahí, porque si no parece que no existes. Pero creemos que para nosotros es necesario este parón y ojalá que cuando volvamos las cosas para nosotros pinten igual de bien. Pero entendemos que habrá gente a la que igual ya no le guste el grupo y vendrá público nuevo. Así es la vida.
–¿Hasta qué punto la amistad entre vosotros es fundamental para hacer música juntos? ¿Lo hacéis todo juntos?
–El grupo de música nació de ser un grupo de amigos. No es que haya venido uno y haya creado un grupo, escogiendo a cada uno. Somos amigos y trabajamos en seguir teniendo una convivencia lo más limpia y lo más clara posible, y mantener todo el cariño que teníamos entre nosotros antes del grupo. Cuando llegue el parón, a las dos semanas nos llamaremos para quedar, eso seguro... Además, en el escenario también lo que transmites es algo como grupo, y necesitamos escucharnos los unos a los otros, intentar transmitir lo que somos. Hay una verdad detrás de eso, y conlleva un esfuerzo. Porque si no, sería imposible... Y siendo realistas, hay momentos en los que puedes tener algunos desencuentros, y como grupo es igual de importante la composición creativa que trabajar lo humano. Estamos en un buen momento... ¡quizá no es el mejor para parar! (Risas).
Cmo grupo es igual de importante la composición creativa que trabajar lo humano
–Ahora que C. Tangana ha sacado un documental de su gira, Zahara también, incluso Taylor… ¿Vamos a seguir a La M.O.D.A. por los pueblos?
–Pues ahora que lo mencionas... ¡Eso es, vamos a sacar un documental! Hemos estado grabando toda la ruta por los pueblos de España con los de Arriguri, que son los mismos que nos hacen los videoclips. Es un documental relacionado también con la España vaciada, y ahí salimos nosotros...
–¿Cómo afrontáis los próximos conciertos? En el WiZink tocaréis con Vetusta Morla, Love of Lesbian...
–Con mucha ilusión, la verdad, de volver a tocar nuestras canciones, pero con otra voz. Esto de la colaboración es algo nuevo para nosotros, pero escuchar nuestras canciones con otra voz amiga, como la de Pucho o Santi Balmes, es de las cosas más bonitas que se pueden conseguir con la música: este hermanamiento de grupos o de artistas.