¿Tiene razón Keith Richards cuando dice que la música actual es «un retrete solo de ida»?
El guitarrista de los Rolling Stones abunda en su opinión de que en las grabaciones de hoy todo es sintético y carece de valor
Jaime Urrutia dijo en este periódico que grabar música en España era mucho más fácil que antes. Lo decía con una mezcla de nostalgia por la dificultad del pasado y de no intentar quedarse atrás, asimilando los nuevos tiempos y adaptándolos a la realidad. A su realidad. Pero lo cierto es que el mismo Jaime Urrutia continúa triunfando, actuando, gracias a aquellos temas «difíciles» de Gabinete Caligari, cuando grabar era casi un trabajo de pretecnología.
Los sonidos se extraían de cualquier parte y de cualquier forma, un poco en la escuela de Sam Phillips, el dueño y fundador de los Sun Studios, que cogió un periódico y lo metió en la válvula estropeada de un amplificador que produjo un sonido (el «algo diferente» como lema) que creó la distorsión para la historia. Freddie Mercury fue otro visionario del estudio más allá de la técnica, impulsado por la inspiración, el talento y la clarividencia.
El líder de Queen puso monedas en las pieles de la batería para que sonase el tintineo mientras Roger Taylor golpeaba los tambores. Era como un efecto zíngaro en medio de Una Noche en la Ópera. Más que pretecnología era ingeniería artesano-artística del sonido. La experimentación a la que se refería Jaime Urrutia en sus años de La Movida que tuvieron precedentes históricos.
Desde uno de los grandes productores de la historia, Phil Spector, y su «muro de sonidos», la reverberación creada en la mesa de mezclas, a la obsesión por el timbre de Brian Wilson, de los Beach Boys, que se encerraba en su estudio a la manera de Phillips hasta lograr crear el matiz de sonido que casi solo podían distinguir el oído de los perros, como los agudos (agudísimos) de Taylor que le pedía Mercury para Bohemian Rhapsody.
Todas las innovaciones que se escuchan hoy provienen de entonces, aunque no provengan de los mismos métodos. Por esta razón es el matiz lo que se pierde. Lo que hace que una canción sea una obra maestra o una copia o pastiche sin valor. No puede ser lo mismo la experimentación humana basada en el sonido que la reproducción electrónico-mecánica creada por la tecnología, que viene a ser un anticipo de la inteligencia artificial. Nadie podrá volver a crear de nuevo Una Noche en la Ópera, pero sí cualquier disco de The Weeknd.
Si lo que antes se conseguía probando, digamos golpeando un bote contra una pared, y por el camino cabía la posibilidad de hallar otro detalle, un suponer: el detalle del sonido diferente al golpear el bote contra una pared, pero desconchada, ahora se consigue pulsando el botón de una máquina que no tiene tonalidades o escalas, o no las mismas, es imposible, que con la propia mano y la experiencia de la mano que mece el sonido.
Las formas de hacerse la música actual, a la que se refiere Keith Richards como «un retrete solo de ida» van por esos tiros. El guitarrista de los Rolling Stones añade que por esta razón la música de hoy carece de valor. «La única manera de grabar a una banda es meter a los chicos en una habitación a tocar y mirarse a los ojos (...) No me hagas hablar de la música actual. La batería se pulsa y todo está sintetizado. La grabación digital es un retrete solo de ida». Y habla quien acaba de publicar un álbum como los de antes, de los suyos y de los de siempre, a los 80 años, mirándole a los ojos a Mick Jagger y a Ronnie Wood.
Esto se lo dijo a New Musical Express, como esto otro, refiriéndose a la música pop: «Siempre ha sido basura. De eso se trata. La hacen lo más barata y fácil posible y por eso siempre suena igual; hay muy poco sentimiento en ella. Me gusta escuchar música hecha por gente que toca instrumentos. Es decir, no me gusta oír plástico sintetizado, que ahora es lo normal». ¿Se puede reproducir en serie el sonido no de un violín (que sí se puede), sino el de un violinista en concreto?
Es decir, ¿se puede utilizar cualquier sonido de violín (de guitarra, de trompeta, de bajo o incluso percusión) de cualquier pieza, meterlo en una máquina y usarlo para una grabación? Claro que se puede, y se hace mayormente, pero nunca podrá ser lo mismo que la interpretación puntual, por ejemplo, de Ida Haendel, que nunca será la misma ni siquiera en ella misma, algo irreproducible, único, como la forma de tocar del mismo Keith Richards, que tuvo que cambiarla por culpa de sus dedos artríticos: la compacta «artritis benigna» frente a la hueca «artritis maquinal".