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Rita la Cantaora en una fotografía de la revista Estampa en 1935Biblioteca Nacional

¿Quién fue Rita la Cantaora, la mujer que dio nombre al dicho que trascendió a su figura?

El cante de «la Rita» y su personalidad fueron admirados y elogiados por todos. Dicen que «tres duros diarios» le bastaban para aceptar cualquier actuación. De esto vino el dicho con alguna mala intención

Todo el mundo conoce a Rita la Cantaora, pero no sabe quién es. La conoce por el dicho o por los dichos, por las expresiones populares: «Que trabaje Rita», «Eso lo va a hacer Rita La Cantaora», «Va a ir Rita». Pero, ¿quién es Rita? ¿Existió de verdad o es una creación costumbrista?

Vaya si existió. Una historia de siempre, o quizá la originaria: la niña prodigio, jerezana para más señas, que ha de ganarse la vida con el cante, como la Paquera o como la Niña de los Peines. Pero ella fue anterior. Y también como las otras empezó pronto a actuar con los buenos de la época.

Simplemente «la Cantaora»

El cante de «la Rita» (Giménez García eran sus apellidos) y su personalidad fueron admirados y elogiados por todos. Triunfante por todo ello en el XIX de los hombres que se rindieron a su embrujo. Los hombres y las mujeres. ¿Qué nombre mejor si no «la Cantaora», la primera, la única, la original, podían haberle puesto? «Del pueblo andaluz señora, todo el elogio merece, que su mirar enamora, que una rosa que florece, es Rita la cantaora», escribió de ella la revista El enano en 1885.

Rita la Cantaora en una fotografía de la revista 'Estampa' en 1935Biblioteca Nacional

Rita entró sola en el masculino mundo del cante y, una vez traspasado el umbral, siguió adelante como quien va apartando maleza en la selva. No es que se metiera allí para ver, sino para vivir, para profundizar en un arte que le pertenecía más que a nadie porque emocionaba más que nadie.

Dicen que «tres duros diarios» le bastaban para aceptar cualquier actuación, a pesar de su fama. De esto vino el dicho con alguna mala intención. Cuando alguien no quería cantar, llamaban a Rita. Y Rita venía y cantaba y bailaba. En los cafés cantantes madrileños, adonde llegó después de Jerez, pasó toda su carrera.

Más de 20 años en los que actuó con cantaores famosos como Fosforito el viejo en los primeros 1900, y con Manuel Pavón y Manuel Escacena en los años 20. En los 30, cuando los contratos empezaron a hacerse difíciles se fue a vivir a Carabanchel Alto donde enviudó y no murió, sino en Zorita del Maestrazgo, en Castellón, a donde trasladaron a todos los habitantes de Carabanchel tras el inicio de la guerra.

Se cuenta también que fue su carácter alegre y no la necesidad la que siempre la empujó a cantar y bailar ante cualquier petición. No desaprovechó el tiempo que tuvo y su vivir despreocupado y su talento despertaron envidias entre los artistas de los cafés, que trataron de convertir la fama de Rita en algo negativo.

«Más probe que las ratas»

Pero no lo consiguieron. El mito de la pobre Rita, pobre de verdad en sus últimos años («había vivío como una reina, pero ahora soy más probe que las ratas», dijo dos años antes de su muerte), cuando volvió a cantar en el Café Magallanes junto a antiguos compañeros, como Fosforito, y de aquello le dijo al periódico Estampa: «Lo del año pasao no se me orviará mientras viva (...) «Lo púe ser tó. Tuve a mi vera a muchos hombres, que me hubieran elevao... y me casé con un vorquetero de Carabanché. ¡La via!

Fue su actitud provechosa y auténtica lo que le hizo pasar a la historia superando sus alcances y sus maneras y sus éxitos en el dicho donde la figura que aquí se recuerda se fue borrando para quedar solo el nombre.