Cuando U2 fue el mejor grupo del mundo: 40 años de 'The Unforgettable Fire'
El cuarto álbum de estudio de los irlandeses, sin ninguna pretensión de comercialidad, fue el preámbulo de su estallido en el mundo un par de años después con The Joshua Tree
Bono reconoció muchos años después de su aparición en el Live Aid de 1985, donde les presentó Jack Nicholson, que aquel peinado con el que apareció en el estadio de Wembley ante millones de personas en directo y por televisión era horrible. Lo que no era horrible era la música. Acababan de sacar, en 1984, su cuarto álbum de estudio en cuatro años (debutaron en 1980 con Boy). The Unforgettable Fire era el nombre que hasta en el título cambiaba la tendencia monosilábica de los anteriores (Boy, October y War).
Los cuatro veinteañeros irlandeses querían llegar más lejos. De hecho fue como si se extendieran creativamente hasta límites insospechados. En aquellos tiempos nadie podía imaginar aquella evolución que era la demostración del talento y del poder de una banda que estaba a punto de explotar artísticamente, antes de que la ideología les fuese lastrando no solo creativamente, sino en el amor sincero de los fans primigenios que enarbolaban su bandera como la de un equipo de fútbol.
Para ayudarles contaron con los productores Brian Eno y Daniel Lanois en sustitución del joven genio que les había llevado a la fama primera, Steve Lillywhite. Se encerraron en el castillo de Slane y allí se dejaron llevar como por los ecos del fantasma de Canterville. En el crudo y extraordinario documental de la grabación del disco se puede percibir el ambiente como si el espectador estuviera allí también. Es historia viva del rock. De un rock nuevo, único y personal que allí se estaba fabricando sin influencias, como con el flujo de la conciencia de su compatriota James Joyce en el grandioso monólogo de Los muertos.
The Unforgettable Fire fue el preámbulo del estallido definitivo de la banda en el mundo (un par de años después con The Joshua Tree), ese momento en que todo está equilibrado, cuando no eran un grupo de masas, pero casi, y la calidad musical era también casi suprema, sin ninguna pretensión de comercialidad. U2 eran entonces jóvenes, atractivos, poéticos, líricos y diferentes, siguiendo un poco la estela de los escoceses Simple Minds, amigos y compañeros (había fanzines de ambos grupos conjuntos), pero con una personalidad propia inocultable. Era el rock épico que el fuego inolvidable hizo también espiritual.
Fue el primer nuevo camino que U2 tomó en su carrera. Fue el túnel hacia el éxito absoluto de The Joshua Tree, continuado con Rattle & Hum y una gira esplendorosa y mítica de cuatro años ininterrumpidos que les llevó al agotamiento físico y también creativo. De aquella fórmula ya no había nada mas que exprimir. Se habló de separación en 1990, pero en 1991 aparecieron de nuevo completamente distintos con Achtung Baby y la segunda gran transformación estética y artística que ya no tuvo reedición. Fue el alcance máximo de los de Dublín que se extendió durante una década más antes de la inevitable y lenta, pero inexorable, caída, representada finalmente en discos mediocres y magnificada en un álbum de versiones de sus grandes éxitos mayormente innecesario.
The Unforgettable Fire, del que se cumplen 40 años, incluye joyas inclasificables, nuevas, melodías y letras en himnos inmortales como Pride (in the name of love) o Bad y en casi rarezas preciosas como Fourth of July o Indian Summer Sky, un canto a la patria y a la nostalgia como A Sort of Homecoming o delicias como Promenade y Elvis Presley and America, título donde se adelantaba la conquista del continente donde tenía puestas sus miras el grupo que en aquel momento fue el mejor, el más distinto y el más delicado del rock, hecho a sí mismo alejado del mundo en su encierro en un castillo a medio camino entre la experimentación y el sueño y la inminente dominación del mundo.