Donald Trump entra en la guerra del golf y pone sus campos a disposición del proyecto de Arabia Saudí
Apoya el LIV Golf Tour -la superliga del golf-, auspiciada por los petrodólares del régimen saudí y abre sus campos para que se realicen sus torneos
El golf vive los últimos meses un profundo debate sobre su futuro más inmediato. Como en tantos otros deportes, los petrodólares -en este caso los de Arabia Saudí-, han irrumpido con fuerza y quieren hacer su modelo arrasando con todo lo establecido hasta ahora. De ahí esta crisis de identidad, esta superliga del golf auspiciada por el petróleo saudí contra el circuito tal y como se tiene entendido en el golf.
Con ofertas mareantes -Tiger Woods rechazó más de 700 millones de dólares para irse- y algunos grandes apostando por el proyecto de Arabia Saudí -Sergio García entre ellos, aunque aún piensa realmente que hacer- en esta mediática guerra ha emergido una figura muy relevante, que puede decantar la balanza. Donald Trump, ilustre amante del golf, se ha mostrado defensor del LIV Golf Tour, que es como se llama oficialmente esta superliga que amplía los premios económicos de forma considerable.
De Trump se sabe su inmensa pasión por el golf y se ha decantado por el proyecto saudí en esta guerra: ha puesto a disposición de ese circuito deportivo es uno de sus campos, lo que permite añadir un torneo más dentro del calendario dibujado por Arabia Saudí en el golf. El evento, que forma parte de las Aramco Team Series, estrechamente vinculado a la red de empresas estatales saudíes, al igual que el LIV Golf, se disputará solamente en categoría femenina, donde también el país de Oriente Próximo quiere entrar con fuerza. Este torneo se realizará en uno de los campos de golf que gestiona en Nueva York la empresa del expresidente estadounidense.
En concreto, The New York Times avanza que el Ayuntamiento de Nueva York, que es como tal el propietario de este campo aunque existe un contrato con la empresa de Trump para su gestión, ha dado luz verde al torneo al considerar que no tenía bases para vetarlo. Es la empresa que lo gestiona (propiedad del líder republicano) quien decide qué se juega allí y de ahí que se haya abierto la puerta al proyecto saudí. No es además la primera vez que ocurre, porque otro campo de golf de Donald Trump, este situado en Nueva Yersey (se calcula que son una docena los que tiene en propiedad), ya acogió este verano otro torneo financiado por Arabia Saudí que forma parte del LIV Golf.
Cuando comenzó el debate sobre si irse al dinero saudí o mantenerse en el PGA Tour (el circuito tradicional), Trump fue muy claro: «Todos esos golfistas que se mantienen leales ante la desleal PGA pagarán un gran precio cuando la inevitable fusión con la LIV (Arabia Saudí) venga. No ganarán nada salvo un gracias de los organizadores del PGA». Siempre con la polémica presente de las violaciones de los Derechos Humanos en Arabia Saudí, Trump comentó hace ya semanas que este nuevo proyecto en el ámbito del golf sería «algo grandioso para su imagen». No se puede obviar el contexto geopolítico del apoyo del expresidente de los Estados Unidos, que si bien fue muy crítico con el régimen saudí en campaña electoral después durante su presidencia cuidó las relaciones con Arabia, a dónde fue en su primera visita al extranjero en su mandato.