Tour de Francia
El duelo de leyenda entre Vingegaard y Pogacar devuelve la gloria al Tour de Francia
La historia del Tour de Francia tiene algo de legendaria. Con el paso de los años, las crónicas de las distintas etapas van adquiriendo tintes épicos y los sucesos reales se mezclan con las hipérboles literarias. Es la belleza del ciclismo, un deporte que lleva al hombre a los límites de la agonía entre hermosos paisajes de montaña.
La fama de la Grande Boucle se cimenta sobre escapadas, demarrajes y desfallecimientos. Pero el bidón de Coppi y Bartali, el helado de Bahamontes o el despiste de Perico también dan forma a una especia de mitología deportiva en el marco de una carrera que es mucho más que una sucesión de kilómetros, puertos y sprints.
Sin embargo, el Tour había perdido parte de su magia en los últimos años. El auge del equipo Sky, ahora Ineos, consolidó el ciclismo de «trenecito», ese en el que el líder de la carrera esperaba a rueda de sus grandes gregarios la explosión de unos rivales que se veían incapaces de lanzar ningún ataque.
Y entonces llegaron ellos...
Cuatro maillots amarillos ganó así Chris Froome, otro Bradley Wiggins, más los de Geraint Thomas y Egan Bernal. Ocho años de dominio británico únicamente interrumpidos por el éxito de Vincenzo Nibali en la accidentada edición de 2014. Pero entonces apareció una nueva generación de corredores dispuesta a dar mayor espectáculo a costa de arriesgar más.
Primoz Roglic encendió la mecha, pero un joven Tadej Pogacar le arrebató la gloria en la mismísima puerta de París. En una de esas jornadas que entrará en los anales del ciclismo, el esloveno del UAE ganaba la cronoescalada final de 2020 y con ella, el Tour.
Pogacar tiene madera de leyenda y su manera de correr es de otra época. Ataca, disputa y no lo fía todo a la ronda gala. Su techo es el más alto, el de Eddy Merckx. Pero toda gran historia necesita un rival a la altura y Jonas Vingegaard es ese hombre. El danés se presentaba ante el mundo en la edición de 2021, en la que fue segundo, y un año más tarde se enfundaba la ambicionada prenda amarilla en los Campos Elíseos.
Duelo de titanes
No fue una victoria cualquiera la de Vingegaard. Apoyado por un equipo fuerte y un Wout Van Aert todopoderoso, el de Jumbo Visma supo liderar a los suyos y aguantar las embestidas de un Tadej Pogacar que no dio su brazo a torcer y que dignificó su derrota con su actitud. Una de las mejores ediciones en décadas y un duelo llamado a hacer historia en el ciclismo. Y no era hipérboles.
Si el Tour de 2022 fue espectacular, el de 2023 va camino de serlo todavía más. El cara a cara entre Vingegaard y Pogacar es real y ninguno de los dos ciclistas se deja nada en el tintero. Como si de un combate de boxeo se tratara, el esloveno besó la lona en Marie Blanque, pero devolvió el golpe en Cauterets tras resistir en el Tourmalet. Nada de trenecitos, nada de esperar a los kilómetros finales para arañar algunos segundos... iniciativa, demarrajes desde lejos y valentía. Cabalgadas épicas y crisis severas, las dos caras de este deporte resurgen después de años de letargo.
Los organizadores del Tour saben que tienen entre manos un poderoso producto y apuestan por el espectáculo. La ruta preparada para este año apenas cuenta con 25 kilómetros de contrarreloj, una especialidad olvidada en los últimos años y que también ha permitido gestas como la de Indurain en Luxemburgo o antes la de Lemond en 1989, cuando se llevó el triunfo final por solo ocho segundos ante Fignon. Sin embargo, el ciclismo ha cambiado y ahora se estilan las etapas cortas y la sucesión de puertos.
Tendremos mucha montaña hasta llegar a París y menos de 20 segundos de distancia entre el líder Vingegaard y su perseguidor Pogacar. Los Pirineos han supuesto el primer asalto, quedan por delante los Alpes y un paso final por los Vosgos. Terreno propicio y corredores dispuestos. Vive Le Tour!