Los Boston Celtics recuperan el trono de la NBA 16 años después y se consolidan como la franquicia más ganadora

Dieciséis años después, o, lo que es lo mismo, una eternidad para la franquicia más ganadora de la NBA, los Boston Celtics se han vuelto a proclamar campeones de la mejor competición de baloncesto del mundo. En esta era de la tiranía del palmarés, ese afán que se lleva tantos potenciales éxitos por el camino, los Celtics han aguantado con el proyecto que se inició hace una década, con Brad Stevens en los banquillos, y que les ha llevado por todos los recovecos posibles. Hasta aquí. Tiempo y paciencia como secreto del éxito.

Con un increíble récord de 16-3 en los playoffs, los Celtics se han impuesto, en el mítico TD Garden, a los Dallas Mavericks en el quinto partido de las finales, después de vencer los tres primeros y caer en el cuarto. Fue un 106-88 rotundo, incontestable, que dejó sin reacción a Luka Doncic y compañía. Al descanso la diferencia ya era de 21 puntos y los texanos nunca dieron la sensación de poder reducir ese marcador.

Fueron el mejor equipo en la temporada regular y lo han sido en los playoffs. En total, un récord de 82-21 en todo el año, la segunda mejor marca en lo que a porcentaje de victoria se refiere en toda la historia de la franquicia, apenas detrás del equipo de 1986, con Larry Bird como emblema, que es considerado el mejor equipo que los Celtics han conocido en una temporada.

Este equipo, ya con Stevens en los despachos y con el joven Joe Mazzulla como entrenador jefe, se ha consolidado como el perfecto equipo adaptado a los tiempos modernos. En la era del triple, ritmo y movimiento, de las anotaciones altas, los quintetos aposicionales y la época del small-ball, los Celtics han recordado a los San Antonio Spurs de 2014, la obra maestra de Popovich y la cumbre del spacing que el baloncesto había conocido. Estos Celtics son una versión actualizada, perenne y asesina.

Ese espléndido juego colectivo apareció en su plenitud en el definitivo encuentro : Tatum rozó el triple-doble en su mejor partido de las Finales (31 puntos, 8 rebotes y 11 asistencias); que le confirman como un jugador mucho más global que la versión de anotador compulsivo que ciertos sectores de la prensa le pedían ser. Brown consiguió 21 puntos, 8 rebotes y 6 asistencias; Holiday aportó 15 puntos y 11 rebotes; White sumó 14 puntos y 8 rebotes; Horford logró 9 puntos y 9 rebotes...

Los Mavericks, que extendieron a 0-157 el balance histórico en la NBA de equipos con 3-0 en contra (nadie jamás lo ha remontado), acabaron con sabor amargo una campaña por otro lado fantástica en la que Doncic e Irving volaron de la mano, Dereck Lively destacó como novato y los fichajes de Daniel Gafford y P.J. Washington les permitieron reinar en el Oeste.

Rotundamente inferiores a estos majestuosos Celtics a lo largo de la serie, los Mavericks contaron en su despedida con 28 puntos, 12 rebotes y 5 asistencias de Doncic mientras que Irving volvió a apagarse en Boston con solo 15 puntos y 9 asistencias.

Pero en medio de la incertidumbre y las manos vacilantes emergieron Brown y Holiday, con 6 puntos cada uno en los primeros compases y un rabioso compromiso defensivo. Precisamente esa dureza atrás y varios contraataques seguidos propulsaron a los locales con un sensacional parcial de 9-0 para cerrar el primer cuarto con la moral en alto (28-18).

El segundo periodo fue el de ajustar cuentas pendientes: si Boston no había brillado en los triples hasta ahora y a Tatum le faltaba explotar en anotación ambas cosas se dieron la mano en ese cuarto.

Tatum se lució con 12 puntos y un tramo pletórico y los Celtics maravillaron desde el perímetro con un gran 7 de 11 en triples hasta anotar 39 puntos solo en ese segundo capítulo.

Los Mavericks empezaron a derretirse sin que sus estrellas pudieran remediarlo y la puntilla la puso Payton Pritchard en uno de esos momentos mágicos de la NBA: Mazzulla le dio entrada restando segundos para terminar el segundo cuarto, y el pequeño base deslumbró con un triple sobre la bocina y desde el centro del campo, exactamente idéntico al alucinante tiro que ya había clavado en el segundo partido en esas condiciones imposibles.

Con 67-46 y todo a favor se fueron los Celtics al vestuario. Tatum (16 puntos y 9 asistencias), Brown (15 puntos) y Holiday (11) marcaron el paso mientras Derrick Jones Jr. (10 puntos) era el sorprendente máximo anotador de unos Mavericks huérfanos de Doncic (9 puntos) e Irving (5).

No había indicios de que los Mavericks pudieran orquestar una remontada ni que pudieran acercarse a su magnífico nivel del cuarto partido.

Ni siquiera un mal tercer cuarto de los Celtics (29,2 % en tiros) les permitió estrechar una diferencia que ya no bajó de los 17 puntos por mucho que Doncic lo intentara con 9 puntos en ese periodo.

El último cuarto arrancó con un incontestable 86-67 y los fans de Boston ya solo tuvieron que descontar los segundos para lograr el anillo 18 en una memorable noche de gloria verde.

Ha sido un partido que ha cerrado, así como de un portazo, multitud de narrativas. Mazzulla, el discutido Mazzulla, se convierte en el entrenador más joven en vencer la NBA desde Bill Russell, los Jays, Brown y Tatum, demuestran ser una pareja forjada para el éxito, Al Horford logra, al fin, tras ser el jugador que más partidos de playoffs había disputado sin lograr el anillo, el ansiado título; Jrue Holiday demuestra el error que hizo Milwaukee deshaciéndose de él, Derrick White se consagra como un secundario de lujo y Stevens pone fin a su eterna cruzada. Además, con este título número 18, desempatan con los Lakers en lo alto del palmarés.

Y lo mejor de todo es que nada de esto parece el final de un trayecto, sino el comienzo de una era. Boston, tantos años después, vuelve a ser un equipo campeón y ya se vanaglorian con las noches de gloria que le puede quedar a este grupo, joven y hambriento. De Rondo-Allen-Pierce-Garnett-Perkins a, 16 años después, Holiday-White-Brown-Tatum-Horford. «Lo logramos» gritó Tatum al cielo instantes después de salir campeón. Efectivamente, lo consiguieron. Tiempo y paciencia. No hay más en la vida.