Ancelotti se queda a medias y cae eliminado en febrero
El entrenador blanco trató de salvar el presente pensando en el futuro y perdió lo primero para llegar con dudas a lo segundo
Salió ayer el Madrid de Ancelotti casi sin salir. Estaba en el campo, pero no estaba. Se le veía en defensa pararlo todo, cortarlo todo. Cada zaguero tiene un terreno para sí y de él se ocupa con rigor. Ancelotti pareció apostarlo todo a eso y esperar. No era nuevo el partido. El mismo de las ocasiones inmediatamente precedentes. Un Athletic animado, movible, dinámico y un Madrid como un escudo protector donde rebotan los balones para que los lancen Modric o Kroos y corran Vinicius y Rodrygo.
No salió el Madrid porque se mantuvo agazapado. No era el cantante sino el apuntador que susurra a un lado del escenario. Y llegados los cuartos de final de lo que sea hay que cantar. Hay que salir ahí a por todas. La reserva parecía inteligente. Si no hubiera fallado Modric primero y Casemiro después y no hubiera marcado Berenguer, el Madrid hubiese dispuesto de una prórroga favorable. Pero parecen demasiados «si noes».
Del 'pinball' a la ruleta
Hay que asumir riesgos de vez en cuando. Unos cuartos de final son una buena ocasión para hacerlo. Pero el Madrid de Ancelotti se puso a esperar. No se sabe bien a qué. ¿A la prórroga? Isco por Vinicius y Camavinga por Kroos fueron los cambios con media hora y quince minutos por delante, respectivamente. Hazard, Valverde, Jovic y Bale en el banquillo.
Hasta el primer cambio pasó una hora de pinball. Carletto convertido en un experto. La bola plateada golpeando en todas partes y Ancelotti como embebido en el gol casi de carambola que hasta ahora había llegado, incluso cuando parecía imposible. Febrero y señales de los idus, ahora sí, de 2015. Señales amenazadoras de agotamiento o, si no, Ancelotti se la jugó queriendo reservarlo todo, menos a Modric que se plantaba en el área con más visibilidad que un Asensio perdido en una posición inexistente.
Tenía que bajar el mallorquín para que se le viera, porque no se le sentía en la posición ideada por Carletto. El Madrid se tensaba en defensa, encastillado, dándose por sitiados y enviando mensajeros furtivos, solitarios, que no lograban atravesar las líneas enemigas. Eso lo pudo haber visto, quizá, Ancelotti. Es razonable pensar que lo viese y aún así decidiera jugársela, como si del pinball se hubiera pasado a la ruleta, donde daban vueltas y botes sus jugadores, los habituales y no los de refresco.
Sobre la ruleta un jugador cansado se aturde y uno descansado trata de agarrarse para resistir la vuelta del crupier. Pero no es necesario. No era necesario. Podría haber salido bien. Pero no salió bien. La prórroga parecía ser el secreto de Ancelotti y una prórroga nunca puede ser de inicio (sí como alternativa, llegado el caso inevitable) el secreto del Real Madrid por mucho que se reserve, por mucho que venga París mañana.