Real Madrid 2-0 Leipzig
El Real Madrid busca y encuentra el gol y la victoria en el bosque del Leipzig
La porfía de Vinicius y Rodrygo y el paulatino encuentro de la inspiración de un centro del campo dirigido por Modric dieron paso al gol salvador de un impresionante Valverde
A lo mejor Vinicius baila para celebrar la alegría de marcar: la alegría de vivir. Eso es lo que deben de querer quitarle los críticos y los rivales que, inequívocamente, se deshacen de su talento a tortas. Esa misma alegría es la que transmite, no solo el brasileño sino todo este Real Madrid de Ancelotti hasta en los peores momentos, aquellos sobre los que se sustanciaron los increíbles triunfos de la temporada pasada.
Esa alegría continúa y continuaba (sobre todo por el tiempo que restaba) a pesar de la movilidad del Leipzig que le tapaba a los blancos la visión como un espectador muy alto en el teatro en la butaca de delante. El Madrid miraba el espectáculo a cada lado de esa figura sombreada, negra, que era el equipo alemán, cernida sobre el mediocampo y la defensa y Courtois.
Un Leipzig bárbaro
No encontraba la salida el Madrid, como buscando las señalizaciones que se había llevado un Leipzig vándalo, bárbaro en la defensa, la construcción, el marcaje y el despliegue. Contaba el Madrid un disparo alto de Camavinga y un par de llegadas frente a la tromba sajona que interpretaba la cabalgata de las Valquirias de su paisano Wagner, con Nkunku de protagonista, con los helicópteros de Coppola y todo.
Toda esta clase de espectaculares dominios contrarios son casi la señal que necesita este Madrid que observa y observa hasta que da con la clave, hasta el momento con una sencillez mágica, aunque paulatina: va decreciendo la espectacularidad del rival, se adelante o no, (como era el caso), mientras el Madrid empieza a colorear su dibujo en blanco y negro, precisamente.
El penalti a Modric, que se sacó la penúltima antes del descanso con recorte y disparo, no lo debió ver el árbitro por las bombas de humo amarillas del particular apocalipsis (now). En esas se estaba cuando terminó la primera parte donde la igualdad en el marcador era una noticia alegre, aunque no tanto como el baile de Vinicius, la alegría de vivir, que aún esperaba.
Modric empezó en la reanudación abriendo los brazos como alas ante la facilidad de subida de los lipsienses, como si se le estuvieran metiendo en la casa igual que lo hacían en la casa de Eliot los científicos del gobierno que buscaban a E.T. Courtois era el baluarte fundamental a pesar de los fueras de juego que apuraban Rüdiger y compañía.
Asustaba el Madrid
No era el último pase sino el penúltimo y hasta el antepenúltimo lo que no le funcionaba bien al Madrid, aunque algo había cambiado. Vinicius corrió entre los árboles del bosque como los protagonistas de la película aquella de la bruja del bosque de Blair. Asustaba el Madrid, que es lo mismo que asomarse el campeón de Europa, con todo lo que eso significa para los enemigos.
Cómo le sacó Nacho a Nkunku desde las proximidades del área hasta casi el centro del campo sin tocarle fue una lección costumbrista de madridismo defensivo. El madridismo atacante se estiraba, por otro lado, con la combinación de Eduardo y Rodrygo, que se fue de todos, muy recto a pesar de las tarascadas, en diagonal, hasta que fue derribado al borde del área de Gulácsi. Él mismo disparó alto un momento antes de que Ancelotti pusiera en el campo a un Asensio que sustituyó a Camavinga.
De la forma de repartir cartas de Modric en los tres cuartos trataba de aprender Tchouaméni, con los ojos cada vez más abiertos y las ideas cada vez más claras, como todo el equipo, que se despejaba con la carrera loca y al mismo tiempo inteligente de Federico, que terminó conectando con Rodrygo en la jugada que acabó malogrando sin demasiadas opciones el casi recién llegado, y no demasiado popular, Asensio.
Uno que, en cambio, se popularizaba era Rüdiger con sus rápidas y expeditivas acciones defensivas. La clarividencia innata de Aureliano ya era casi completa, en el corte y la repartición del juego hacia los brasileños de arriba, sin intermediarios. La salida que había encontrado al fin el Madrid tenía el inconveniente de las aperturas que aprovechaba el Leipzig. Asensio se empleaba con valor en la defensa sobre la que rebotaban todos los intentos de los visitantes.
Vinicius y Valverde
Por eso, por ese esfuerzo y dedicación, por la porfía y la alegría del maravilloso talento de Vinicius marcó el Madrid, que vio a Valverde llegar por el otro lado como si fuera el ausente Benzema. Lo celebró el Pajarito poniéndose rojo de furia, como todo el madridismo, en el minuto 80. A continuación del estallido Carletto sacó a Toni por Luka, que, una vez más, salió por la Puerta Grande, esta vez la de su propia casa.
Ya tenía el Madrid maniatado al Leipzig después de un trabajo concienzudo, en absoluto explosivo sino constante, que dio un fruto esplendoroso. Un jardín lleno de flores hermosas, obra del cuidado meticuloso y sabio de Carletto, a quien podríamos adjudicar el gol que cerró el partido, pues fueron sus cambios, la entrada de Kroos y Asensio, que terminó coreado, los que certificaron una victoria, una más, con el mismo sabor delicioso de siempre de este Madrid suyo sobre la yerba.
Ficha técnica:
Leipzig 0: Gulácsi; Simakan (Henrichs, m. 75), Orban, Diallo, Raum; Haidara (Kampl, m. 75), Schlager; Szoboszlai, Forsberg (Poulsen, m. 81), Nkunku; Werner (Silva, m. 81).
Goles: 1-0 (Valverde, m. 80). 2-0 (Asensio, m. 91).