Luka Modric provoca el delirio del Bernabéu y desatasca al Real Madrid en un duelo cardíaco

Después del pinchazo de la semana pasada en Vallecas, el Real Madrid sabía que no podía volver a dejarse puntos en Liga. Por algo es el líder de este torneo. Y el fútbol tiene ese componente sentimental que tanto gusta al aficionado. Luka Modric, el gran ídolo madridista, salió desde el banquillo en el mejor momento para darle un triunfo capital a un conjunto blanco que asedió al Sevilla durante toda la segunda parte (1-0) y que se mereció ganar.

Olía a partido grande en el coliseo de la Avenida de Concha Espina. La ovación que le brindó el madridismo a Sergio Ramos, su eterno capitán, y el saque de honor de Ilia Topuria en el centro del campo así lo acreditaron. Con todo estos alicientes, el Bernabéu presentó un aspecto magnífico. Los partidos de Liga entre el Real Madrid y el Sevilla siempre se viven con muchísima emoción y pasión, ya sea en el Bernabéu o en el Sánchez-Pizjuán de la ciudad hispalense.

El Sevilla empezó presionando de lo lindo y se hizo con las primeras posesiones del duelo. El equipo de Ancelotti apostó por jugar con más tranquilidad y por elaborar las jugadas desde atrás y, así, poder buscar los espacios con más claridad. En el 7' de partido, el minuto en el que el Bernabéu rinde tributo a Juanito, el Sevilla gozó de una ocasión clarísima para poner el 0-1, pero En-Nesyri llegó algo forzado y el disparo del delantero marroquí se fue alto.

Lo que es el fútbol. Después de esa ocasión fallada por parte del Sevilla, el Madrid se vino arriba y Vinicius encontró a Lucas Vázquez por banda derecha. El gallego, lateral titular por la sanción de Carvajal, definió a las mil maravillas y puso el 1-0. ¿El problema? Los jugadores del Sevilla protestaron airadamente la decisión y el VAR avisó a Díaz de Mera. ¿Qué pasó después? Gol anulado por falta previa de Nacho. ¿Cómo reaccionó el Bernabéu? Pitada estruendosa en señal de disconformidad.

El duelo se empezó a calentar y, a la mínima, ambos equipos protestaban cualquier acción dudosa. La posesión era del Madrid y el Sevilla se resguardaba atrás, situación con la que el equipo de Quique Sánchez Flores se siente muy cómodo. El resumen del primer acto fue bastante claro. Encuentro cerrado que se iba a decidir por detalles. Y en situaciones como esas, el Madrid no se siente tan cómodo.

Al salir de vestuarios, se vio a un Madrid más dominador que llevaba la voz cantante del encuentro. El equipo blanco asedió el área sevillista, pero el conjunto visitante se defendía con uñas y dientes para evitar, a toda costa, el primer tanto madridista. Y Fede Valverde tuvo (quizá) la más clara del encuentro para adelantar el Madrid. La mala noticia es que el disparo del charrúa se fue al palo.

Poco después fue Rodrygo el que dispuso de una gran oportunidad. El brasileño llevó a cabo su jugada característica (correr en vertical desde la izquierda) hacia el borde del área y a punto estuvo de provocar el delirio del Bernabéu. Mientras tanto, Díaz de Mera a lo suyo. Pasando por alto faltas clamorosas y desquiciando a los jugadores madridistas, a Ancelotti y al público.

Y unos minutos más tarde, sucedió algo que rara vez se ve en el fútbol, pero que puede pasar. Díaz de Mera se llevó la mano al gemelo. El árbitro manchego... ¡se había lesionado! El encuentro se detuvo y Fernández Buergo (cuarto árbitro) ocupó su puesto.

El tiempo de descuento iba a ser largo. Eso seguro. Lo que no estaba tan clara era la victoria del Madrid. El equipo de Ancelotti lo intentaba de todas las maneras, pero Nyland lo paraba todo. Para dar un pasito más, 'Carletto' metió a Modric para ganar algo de claridad de medio campo para arriba y la jugada no le pudo salir mejor. El '10' madridista se internó hasta el borde del área y puso el balón justo donde no llegó Nyland para poner el 1-0 y provocar el rugido del Bernabéu.

El rol de Modric esta temporada es precisamente este. Salir desde el banquillo y desatascar al Madrid en momentos de agonía y de necesidad extrema. El Sevilla lo intentó de todas las maneras, pero Lunin puso el cerrojo a su portería y evitó un empate sevillista que hubiera dejado muy tocado al equipo de Ancelotti.