Unas medallas olímpicas del joyero de Napoleón
Citius, Altius, Fortius… y glamurosos. Paris 2024 hace gala de su histórico pedigrí en el mundo del lujo en unos juegos que exhiben el «arte de vivir» a la francesa
El sol ha hecho por fin acto de presencia en esos cielos de París a los que cantaba Edith Piaf con ese vibrato tan marcado e inolvidable. Tras la lluvia que deslució la ceremonia inaugural (interpretada por los más románticos como las lágrimas de orgullo de la ciudad), y que no amainó ayer en todo el día, la luz se asemeja hoy más a la de Cádiz. Brilla particularmente hermosa en la Place Vendôme, una de las más bellas de la ciudad, presidida por la columna erigida por Napoleón para conmemorar la decisiva batalla de Austerlitz. Delegaciones oficiales y celebridades entran y salen del Ritz, el establecimiento tal vez más conocido de una plaza célebre por sus extraordinarias joyerías. Boucheron, Chopard, Chanel, Bulgari, Chaumet, Cartier, VanCleef&Arpels, entre otras, se congregan en la plaza y en la adyacente Rue de la Paix.
Ningún otro lugar del mundo, que no sea un museo, alberga tantas alhajas. Todas las casas compiten en sus fabulosos y elegantes escaparates, también en sus jugosas anécdotas dignas de los cuentos de Las mil y una noches. El maharajá de Patiala, por ejemplo, llegó a la plaza Vendôme hace justo cien años con doce guardias llevando seis cofres, en fila, en parejas de a dos. Formando el convoy más preciado que jamás se haya visto en una joyería, entraron en Boucheron, sito hoy como entonces en el número 26 de la plaza. El maharajá pidió al célebre joyero crear piezas compuestas por las 1.432 esmeraldas y 7.571 diamantes que escondían los cofres de sus portadores.
Aunque todas las historias son fabulosas, solo una de estas joyerías, Chaumet, podrá presumir de unir su nombre no solo a cabezas coronadas, celebridades varias, millonarios de todo el mundo. También a partir de ahora a los nombres de los «citius, altius, fortius», los mejores deportistas del mundo. La histórica joyería se ha encargado del diseño de las medallas que ayer hicieron su primera aparición en el evento. Kazajistán ganó la primera otorgada en París 2024, en la prueba de tiro, y España inauguró el marcador con la medalla de bronce obtenida por el judoca madrileño Fran Garrigós. Es la primera vez que un español derrota a un japonés en un tatami, es la primera medalla española en las tres ediciones de Juegos Olímpicos celebradas en la ciudad del Sena.
Garrigós se lleva a casa el honor de los campeones, la recompensa al extraordinario esfuerzo que requiere subir al podio y también un trozo de metal con mucho pedigrí, y, como se ha comentado repetidamente, con unos gramos del hierro de la Torre Eiffel. Francia siempre gana el oro en una disciplina no olímpica que los galos dominan como nadie, esa que consiste en unir lo de ayer y lo de hoy con elegancia y con unos gramos de admiración a su pasado glorificado. Si Napoleón utilizó el bronce de 250 cañones tomados a rusos y austriacos en Austerlitz para hacer la columna Vendôme, las medallas de los juegos llevan unos gramos del hierro del monumento más célebre del mundo, y han sido diseñadas por la legendaria joyería parisina Chaumet.
La histórica firma se emplaza desde hace más de un siglo en el número 12 de la plaza. Una placa recuerda que en este preciso edifico falleció Chopin, cuya música tal vez podía haber sonado en la ceremonia inaugural junto a la Cerrone, Camille Saint-Saëns o Michel Polnareff a modo de homenaje al enorme talento de los muchos artistas no nacidos en Paris que han vivido aquí y que han contribuido a engrandecer el mito cultural de esta ciudad sin igual. Nocturno bajo la lluvia. Nocturno bajo el diluvio. Chopin. La historia de la casa Chaumet se remonta a mediados del siglo XVIII y la inicia el joyero Marie-Étienne Nitot (1750-1809), quien engastó el famoso diamante Le Régent en la espada consular de Napoleón Bonaparte, futura «espada de la coronación». Más tarde se convirtió en el joyero oficial del emperador, el preferido de Josefina, y el más prestigioso de Europa. Fueron numerosos los encargos de la pareja imperial, que además le encargó una fastuosa tiara que regaló al Papa Pío VII para agradecerle haber celebrado la ceremonia de coronación.
Su sede tiene verdaderamente un aspecto imperial pero tal vez lo más valioso sean sus archivos históricos, todos esos dibujos originales que guardan desde hace 240 años. Su visita es la clase de privilegio que se reserva a los mejores clientes y que estos días es de suponer gozaran algunos cuantos privilegiados en ese tipo de actos que no transcienden a la prensa. Falta añadir un pequeño detalle en la historia de una firma que ha conocido muchos altibajos y diferentes propietarios. Chaumet es una pieza más del conglomerado de Bernard Arnault, dueño de LVMH, pequeño detalle a tener en cuenta. Como escribe Financial Times, gane quien gane este año el medallero, Arnault se llevará el oro. Pero cuidado, porque Arnault ha establecido una especie de cordón sanitario con los Juegos, pues este tipo de colaboraciones con eventos de masas pueden resultar «liasson dangerous» que afecten negativamente a la necesaria exclusividad del mundo del lujo. Esta es la razón por la que, tal vez, en ninguna joyería de la plaza no hay ni un solo emblema, ni una mascota ni un solo detalle que recuerde que estamos en los Juegos Olímpicos, como tampoco lo hay en el propio Ritz. Solamente en el Ministerio de Justicia, sito junto al hotel de la familia Al-Fayed, luce la cartelería oficial de París 2024, como en todos los organismos oficiales de la ciudad. Una ciudad en la que ya va entrado el espíritu del evento y ha abandonado en buena medida el «modo chekpoint Charlie». La seguridad se ha relajado tras el día D, muchos hoteles están prácticamente llenos, especialmente esta primera semana, en buena medida gracias a delegaciones e invitados que acuden los primeros días. Un par de jóvenes que pasen por la Plaza Vendôme lucen la camiseta de España, lo que invita a comentar la protagónica presencia de Nadal en la ceremonia inaugural y la jornada de ayer. Francia tiene sus mosqueteros y España tiene los suyos, que van dejando imágenes para la historia, como las del encuentro de ayer en Roland Garros. La pareja Nadal-Alcaraz en presencia de la Princesa Leonor y la Infanta Sofía. Dobles parejas de oro bajo el cielo de París que hoy, por fin, luce radiante. Nuestras parejas de a dos no necesitan portar brillantes en los cofres como la legendaria comitiva del Majarahá de Patiala para brillar en París.