Sí, Roger. Rafa, un absoluto honor. ¡Todos a Málaga!
Decidió pelear hasta convencerse de que había llegado el momento. No sin antes haber pedido lo de siempre: una bola más
Aquella carita el último Roland Garros… Fue la alerta, sí. Hace nada, cuando nos contaron que el formato de la Copa Davis va a cambiar pensé, y descarté de inmediato, que quizá se nos iría después de esta, la de Málaga. No quería pensarlo. Ni usted. Nos repelía pensar que Rafa nos dejaba, ¿verdad?
Insensatamente pensábamos que estaría siempre a nuestro lado. ¡Nos ha acompañado tanto! Acostumbra a suceder: sabemos que algo que no nos gusta va a pasar y lo rechazamos. No queremos pensar en ello. Mal hecho: cuando llega el mazazo es peor.
Y el mazazo llegó. Se va y será en Málaga, en casa. Me alegro. Donde debe ser. Ni París, Londres, Nueva York, Australia… Aquí, rodeado de su gente, a hombros de 48 millones de españoles que viviremos unos días apoteósicos. Mezclarán locura, admiración, miles de sentimientos. Preparen pañuelos, será la lágrima interminable.
Imposible ser originales con él. Saciado con sus victorias, me quedo con su final. Con su lucha contra la adversidad, el sufrimiento. Oigan, con la mitad de lesiones, la mitad, hubiera estado cerca de los 30 Grand Slam.
Esa pelea final ha sido memorable, como todo lo suyo. Uno de mis nietos me preguntó después de aquel último día en París: ¿le merece la pena? Sí, le contesté. Rafa cree y lucha, apúntatelo. Ejemplar. Si hubiera echado pie a tierra hace un tiempo lo hubiéramos entendido. Para cualquiera hubiese sido insoportable sólo mirar la raqueta.
Decidió pelear hasta convencerse de que había llegado el momento. No sin antes haber pedido lo de siempre: una bola más.
Viviremos la últimas, aquí servidor las ha vivido casi todas. Y ustedes. Grabada tengo la final de Wimbledon’2006. Me pilló en el Mundial de fútbol alemán, en la enorme sala de prensa del Allianz Arena, creo recordar. Y si no fue Múnich, da igual. El decorado era decenas de periodistas parados ante los televisores, incapaces de escribir una línea. Aquel Nadal-Federer que ganó el suizo.
No se oía una mosca mientras se diputaba cada punto, el estallido se dejaba para después. Un colega argentino me comentó: «no se si tendré voz para el partido». Federer y Rafa eran ya la monda.
Perdimos, pues con Rafa ganábamos y perdíamos todos, pero comprobé lo que sabía: España tenía a su más grande. Perdimos y nos preparamos para la próxima. Supimos que ese título acabaría cayendo, como todos.
Y ha sido él, Roger, quien ha definido en tres palabras lo que ha sido Rafa para él: «un absoluto honor». ¡Pues mira que para nosotros! Un abrazo infinito. Y a toda tu gente. Gracias. Nos vemos en Málaga.