Y punto
El McDonald's ruso abre la puerta a la incautación de negocios occidentales
Rusia se aproxima al colapso y será entonces cuando los ciudadanos pidan soluciones a Putin
Delicioso y punto. Vkousno i totchka, en ruso. Esa coletilla final como síntoma de la cruda realidad que vive Rusia desde hace mucho más de los 100 días de guerra. Es la Rusia de Putin. La que pone un punto final a todo para que el pueblo no tenga posibilidad de réplica. Las hamburguesas están buenas y punto. No hay otra opción en un país donde sus ciudadanos viven en una burbuja mediática respecto a lo que piensa de ellos el resto del mundo desde hace tres meses.
Primer McDonald's
El colapso de la URSS y caída del Muro de Berlín puso en marcha el primer McDonald's en Moscú en 1990. La llegada del capitalismo con forma de hamburguesa ha caído 32 años después de que el socialismo tuviera que claudicar.
McDonald's vendió su negocio de 850 restaurantes en Rusia a Alexandr Govor, un empresario que ya tenía varias franquicias en Siberia y era un habitual de la marca de hamburguesas norteamericana.
El precio de la venta no ha trascendido. Ni en los foros más recónditos de Internet aparece la cantidad. McDonald's justificó esta decisión por la necesidad de «mantenerse inflexible» con respecto a sus «valores».
El nivel de sumisión ruso es tal que el propio el director general del grupo, Oleg Paroyev, aseguró que los precios de las hamburguesas serían ligeramente más altos que los de la cadena estadounidense debido a la inflación, pero aseguró que seguirían siendo «asequibles».
Los 60.000 trabajadores conservarán su puesto de trabajo en condiciones equivalentes y Govor se compromete a hacerse cargo de las obligaciones ante proveedores, arrendadores y otros servicios. Hay que recordar que McDonald's les ha seguido pagando el sueldo desde que en marzo decidiera cerrar sus restaurantes.
Renault
La venta ha sido pacífica o, al menos, así se ha vendido desde Moscú. Algo parecido ha pasado con Renault que ha vendido su filial rusa al Ayuntamiento de Moscú y la parte que tenía en el fabricante Avtovaz a un organismo estatal. Se habla de que la operación se ha saldado por la simbólica cifra de un rublo y de que queda abierta la recompra por la misma cantidad durante seis años.
Hay otros cientos de empresas que han salido de Rusia y que ya empiezan a dejar un vacío importante entre los ciudadanos. Los centros comerciales son lugares fantasma donde apenas hay puertas de tiendas occidentales abiertas.
La incautación de negocios sobrevuela la esfera rusa desde el principio de la contienda. Putin pone en marcha con estas empresas los mismos métodos que Europa emplea contra sus oligarcas.
El mandatario ya dijo en marzo que Rusia puede gestionar los activos de las empresas extranjeras que están cesando sus operaciones en el país o abandonándolo como respuesta a la invasión de Ucrania. Y fue más allá al declararse a favor de nombrar administradores «externos» para dirigir dichas empresas extranjeras en Rusia con el objeto de «transferirlas a quienes quieran hacerlas funcionar».
La portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, reaccionó asegurando que «cualquier decisión ilegal de Rusia de incautar los activos de estas compañías resultará en último término más dolor económico para Rusia. Subrayará el mensaje a la comunidad empresarial global de que Rusia no es un lugar seguro para invertir y hacer negocios».
Este modelo de negocio fue criticado hasta por Vladímir Potanin, un magnate ruso del metal, que según el diario The New York Times dijo que ese tipo de nacionalización haría que el país «retrocediera 100 años, hasta 1917», cuando se produjo la Revolución Rusa.
De momento, las transiciones al modelo ruso se han llevado bien. McDonald's vende su negocio de hamburguesas porque sabe que pasarán décadas hasta que Rusia tenga otra política más expansionista. Renault apenas notará el cambio. Si la situación se agrava y los rusos sufren, empezarán a culpar a Putin de su miseria. Si lo necesita volverá a subir el cierre de Nike, Apple o Zara. Y punto.