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José Manuel Cansino

Costes y barreras de la telemedicina

Las nuevas tecnologías aplicadas a la medicina son una vía para la reducción del coste de atención sanitaria compatible con la efectividad de la misma si bien afrontan retos muy diversos y complejos

Actualizada 04:30

Con datos del Sistema de Cuentas de Salud que elabora el Ministerio del ramo, el gasto en atención sanitaria supera el 11 % del PIB español. El escenario demográfico actual, marcado por el aumento de la edad media de vida de la población y la creciente capacidad de mejora de la aplicación de los avances científicos a la medicina, explica la tendencia a la cronicidad de las enfermedades y con ello a un aumento del gasto sanitario. Este gasto se suma al de las prestaciones del sistema de pensiones que ascenderán a 171.165 millones de euros en 2023 y a otras que engloba el denominado estado del bienestar.

Las nuevas tecnologías aplicadas a la medicina son una vía para la reducción del coste de atención sanitaria compatible con la efectividad de la misma si bien afrontan retos muy diversos y complejos. La principal ventaja es que cambia el sistema de atención primaria permitiendo trabajar predictivamente en la atención a las personas dependientes o con patologías crónicas. En definitiva, la información deja de ser algo periódico –hacerse un chequeo o unas pruebas sólo cuando nos las prescriben– a convertirse en un proceso de valoración de la salud continuo.

Para ello se necesitan, al menos, tres pilares sólidos; dispositivos con sistemas de toma de datos de calidad y capacidad de transmisión de los mismos a un sistema de almacenamiento masivo o nube; un sistema de monitoreo de los datos de salud almacenados y un mecanismo de acceso a los mismos por parte de los profesionales. No hablamos de nada que no esté ya respaldado por tecnologías maduras a nivel de mercado pero sí de un sistema que sigue teniendo pendiente de superar importantes barreras de diferente naturaleza; técnicas, éticas y administrativas.

Algunos ejemplos nos ayudan a aterrizar una cuestión aparentemente compleja. El proyecto Valcronic ha sido desarrollado por la Agencia Valenciana de Salud para atender a pacientes crónicos. Los usuarios pueden instalar en sus domicilios instrumentos como un tensiómetro, pulsioxímetro, glucómetro, o termómetro. Hoy día están muy extendidos los relojes o pulseras inteligentes que permiten medir, de manera continua la saturación de oxígeno, frecuencia respiratoria, frecuencia cardíaca, hacer electrocardiogramas, analizar la calidad del sueño, ejercicio físico o temperatura corporal. Dispositivos similares ayudan a cuidar la diabetes, monitorizando la glucosa intersticial. José Daniel Royo publicó una investigación interesante sobre todo esto en la revista Atención Primaria Práctica.

Por su parte, el doctor Juan Antonio López junto con otros colegas desarrollaron una investigación que ha permitido la comercialización de la App Lit control desarrollada por la empresa DEVICARE. Desde la app y el teléfono móvil es posible medir regularmente el pH de la orina de manera domiciliaria por pacientes con nefrolitiasis. Los datos pueden ser regularmente enviados a la nube, supervisados y, en caso de alertar, activar un protocolo de actuación de manera rápida.

Un último ejemplo lo encontramos en zonas sanitarias del interior de Cataluña en la que se han desarrollado programas de telemedicina asíncrona aplicadas a la teledermatología, teleaudiometrías, teleúlceras, o al tratamiento de la enfermedad palpebral, denominado telepárpados, entre otros. La telesalud asíncrona se utiliza a menudo para la admisión de pacientes o atención de seguimiento. Por ejemplo un paciente envía una foto de un lunar que más tarde revisa un profesional que recomienda un tratamiento. Los doctores Josep Vidal-Alaball y Elisabet Descals han aportado resultados muy interesantes sobre estos programas.

En términos económicos, la teledermatología suponía un ahorro de 51.164 € por año (11,4 € por paciente) que redundaban, principalmente, en el bolsillo del paciente. Un análisis conjunto todos los programas de telemedicina de la zona de Bages-Berguedà-Moianès en el periodo 2011-2018, concluyó que globalmente estos programas podrían haber supuesto un ahorro de unos 780.397 € en total y unos 15 € por paciente atendido solo en estas comarcas del noreste de España.

Además del impacto económico de estos programas, señalan Vidal-Alaball y Descals, también se ha estudiado el impacto positivo sobre el medioambiente que suponía el ahorro de viajes en automóvil a los hospitales de referencia gracias a la telemedicina. En un periodo de 18 meses la telemedicina evitó 192.682 km en desplazamientos en sólo la zona de Bages-Berguedà-Moianès, lo que equivalía a un ahorro de 3.248,3 gramos de dióxido de carbono entre otros contaminantes atmosféricos.

Naturalmente nada de lo que comentamos debe ser considerado como la panacea pero sí como una herramienta útil al servicio de pacientes y profesionales con un impacto notable sobre unos costes que se constatan en rápido aumento.

Mucho menos deben obviarse los problemas de la privacidad de la información aunque continuamente estamos cediendo datos a los fabricantes de dispositivos conectados a Internet de manera absolutamente masiva y global. En este caso, sin embargo, la información que se facilita es, si se quiere, mucho más íntima y privada. Añadamos ahora los aspectos sociales. ¿Quién puede acceder a estos dispositivos? La pobreza crea una nueva brecha, la de los conectados y los no conectados salvo que la cobertura pública salga a la palestra.

Por último pero no menos importante están las barreras administrativas y de conocimiento. ¿Cómo se articulan los acuerdos entre los desarrolladores de dispositivos de monitoreo, los de almacenamiento y seguimiento de datos y los que facilitan a los profesionales el acceso a esa información? Si todo esto es un buen ejemplo de desafíos muy relevantes ¿cómo se salvan las barreras entre los sistemas sanitarios autonómicos?

  • Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla, profesor de San Telmo Business School y académico de la Universidad Autónoma de Chile / @jmcansino
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