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Fernando Rayón
Fernando Rayón

Del cohete presidencial a Botín en Groenlandia, con las empresas españolas haciendo cola para ver a Milei

Pensar que la economía va como un «cohete» cuando estamos sin Presupuestos, con el mayor gasto público y mayor subida de impuestos de nuestra historia es una provocación

Actualizada 04:30

Pedro Sánchez the economist economía

Que Pedro Sánchez diga «que la economía española va como un cohete» es no decir nada. O quizá sí. Recuerda a aquellos brotes verdes que hicieron perder las elecciones a José Luis Rodríguez Zapatero cuando confundía un futuro esperanzador con la crisis económica a punto de estallar. Es lo que tienen los periodos electorales y las campañas. Todo se exagera. Y de esto también llevamos un tiempo servidos. Pero hay dos cosas que mosquean en lo del «cohete». La primera que el presidente del Gobierno tampoco ha querido desarrollar mucho más lo del cohete. Y segundo, que la cacofonía ministerial ha repetido tan a coro la comparación, que se han visto forzados a añadir alguna cosa más de cosecha propia y ahí la liaron.

El viernes mismo, el ministro de Economía, Comercio y Empresa, Carlos Cuerpo, tuvo que salir en defensa de su jefe –¡qué remedio!– para confirmar que «perfectamente» podía decirse que la economía española iba como un «cohete» aunque inmediatamente pidió «ambición y no ser complaciente» con las cifras en materia de paro y empleo. Pues menos mal.

El problema no es que los españoles no tengamos autoestima sino que los inversores extranjeros han dejado de confiar en el gobierno español

Este «pero» no debió gustar mucho a la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero que, horas después volvía a la carga con lo de que la economía española «va como un cohete». Pero esta vez la fan presidencial número uno pedía a los españoles otra cosa: «Va como un cohete [la economía] y creo que es bueno que nosotros lo reconozcamos porque, insisto, la autoestima de país es algo fundamental para generar confianza y para atraer a los inversores a nuestra tierra». Las palabras de Montero en unas jornadas de la SEPI no eran casuales. Dos de cada tres euros de inversión extranjera se han perdido en nuestro país, aunque el problema no es que los españoles no tengamos autoestima sino que los inversores extranjeros han dejado de confiar en el gobierno español. Así de simple.

Todo esto del «cohete» viene por los buenos datos de crecimiento de España, por encima de las previsiones del Gobierno y de Bruselas. Un dato que, según los propios analistas de la Unión Europea, está teniendo la recuperación más tardía de la crisis de la pandemia. Ni mas ni menos. La humorada de Montero se completó diciendo que la situación económica «es fruto de un trabajo colectivo» de sindicatos y patronal. Algunos de los presentes no pudieron evitar una mirada cómplice: nunca se ha ignorado tanto a los empresarios en las negociaciones laborales. E incluso se les ha ninguneado convocando a otras plataformas minoritarias –eso sí, patrocinadores de Begoña Gómez– a la foto con los sindicatos.

Todo esto del «cohete» viene por los buenos datos de crecimiento de España, por encima de las previsiones del Gobierno y de Bruselas

Pero como vemos hay gente, especialmente algunos ministros, que viven –nunca mejor dicho– en otro tramo fiscal y vital. Pensar que la economía va como un «cohete» cuando estamos sin Presupuestos, con el mayor gasto público y mayor subida de impuestos de nuestra historia es una provocación. Y esto no son cifras macro para especialistas. Las familias siguen comprobando día a día como la inflación no cede –tampoco en Estados Unidos y Europa– pero eso no es un consuelo. O que el ingreso mínimo vital, tan cacareado, solo afecta a menos de 600.000 familias. O que las pensiones siguen quebradas. O que el tejido industrial español sea un 11 % menor que hace una década. Vamos, que el cohete supersónico se queda más bien en traca electoral, eso sí, con mucho ruido ministerial.

La recesión que han vivido otros países de nuestro entorno como Francia o Gran Bretaña debería servirnos para evitar tanto triunfalismo, pero eso es mucho pedir dadas las circunstancias. Veremos qué pasa este otoño cuando las restricciones rusas de gas vuelvan a golpearnos. Pero a río revuelto… las empresas españolas siguen a lo suyo: a comprar barato. No es que les haya dado un vértigo compulsivo, sino que mientras BBVA y Sabadell se lían con sus accionistas, hay quien sigue haciendo negocio. Iberdrola compra el 100 de Avangrid; Criteria se hace con el 17 % de Colonial que no solo incluye dinero sino también traspaso de inmuebles: de eso hablaremos pronto. Y si viene Javier Milei a España, ya que no va a ver al Rey ni a Pedro Sánchez, las empresas españolas hacen cola para volver a hacer negocios en Argentina: Santander, Telefónica, BBVA, Iberia, Mapfre e Indra. ¡Indra! Y claro, el grupo Prisa ya dice que el presidente argentino no es tan malo… ¡vivir para ver!

La recesión que han vivido otros países de nuestro entorno como Francia o Gran Bretaña debería servirnos para evitar tanto triunfalismo

Y por cierto que el Banco de Santander sigue en el lío. Es otro de los que ha aprovechado el foco en el BBVA para una nueva movida –la enésima– en la entidad financiera. Quizá lo más importante de este juego de sillas sea la entrada Javier García- Carranza, que procedía de Inversiones, como nuevo hombre fuerte de Activos, Banca Privada y Seguros. Casi nada. Víctor Matarranz pasa a depender de Héctor Grisi –consejero delegado– para lo que él quiera. Veremos si quiere. Pero no hay que olvidar que García-Carranza procedía de la cosa inmobiliaria desde que trabajaba en Estados Unidos con Morgan Stanley; y aunque tuviera que tapar el hueco de Inversiones tras la salida de Nathan Bostock –ex ceo del Santander– me temo que volverá a las andadas ahora que la cosa se está moviendo y mucho en el sector inmobiliario.

El resto de la movida la ha focalizado Ana Botín en el Digital Consumer Bank. José Luis de Mora será el hombre fuerte sustituyendo a Victoria Roig. Pero en la filial van a pasar más cosas. Esto es solo el aperitivo según dicen los ejecutivos de la casa que ya se está atornillando a su asiento como pueden. «La presidenta –eso me dicen– cambia de amigos con frecuencia». Pues a la vista está. ¿Y eso es importante? Pues mucho por los futuros movimientos del banco. Andan celosos en el Santander con los cariños del Gobierno con Criteria y CaixaBank. Por eso quieren hacer valer su 4 % en Prisa para mayores inversiones. Esperemos que se eso no implique volver a sacar en portada de El País a Ana Botín, preocupada por el cambio climático, haciendo piragüismo en Groenlandia.

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