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Árbol pistachero

Árbol pistachero

El fruto cuyo cultivo se ha disparado un 3.000 % y está revolucionando las tierras menos rentables de España

Más de la mitad de las nuevas plantaciones se destinan al pistacho, y nuestro país se ha convertido en un lugar idóneo para su cultivo

Alta demanda, crecimiento sostenido y mucho apetito por parte de los españoles. Tanto es así que el cultivo del pistacho se ha disparado un 3.000 % en los últimos 10 años, impulsado por el clima, la mejora de las técnicas y la profesionalización de la gestión, según un estudio publicado este martes por la compañía agrotecnológica Agróptimum.

Además, el incremento de su cultivo se ha centrado en tierras yermas o de baja rentabilidad localizadas en la España Vaciada, sobre todo en Castilla - La Mancha y Andalucía, aseguran desde la compañía, en su informe Presente y futuro del cultivo del pistacho y de su procesado. Una perspectiva empresarial, según recoge Europa Press.

La alta demanda global del pistacho por el cambio en los patrones alimenticios y la escasez de oferta genera un pronóstico alcista del precio de este fruto seco, garantizando un panorama favorable para productores y comerciantes a largo plazo.

Se espera que para 2040, la superficie cultivada de pistachos a nivel mundial alcance casi 1,8 millones de hectáreas, con una producción global de más de 1,6 millones de toneladas. Esta tendencia asegura un mercado robusto y en expansión.

De esta forma, el pistachero es un árbol longevo, con una esperanza de vida que puede superar los 100 años, por lo que genera beneficios durante décadas.

Además, cuenta con un sofisticado mecanismo para tolerar el estrés hídrico, ya que su sistema radicular es capaz de alcanzar capas muy profundas para extraer agua, es más eficiente absorbiéndola que el olivo y el almendro, y tiene la capacidad de modular su crecimiento según la disponibilidad de agua.

De esta forma, el pistachero es un árbol más preparado para el cultivo en secano en los ambientes semiáridos de España. Además, es resistente a la salinidad y las enfermedades. Se adapta a los envites del cambio climático y a suelos tradicionalmente yermos o poco cultivables. Tiene una mayor productividad que otros leñosos a menor coste y, con las condiciones adecuadas, puede entrar en producción en 3,5 años.

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