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José Manuel Cansino

Nuevas tensiones en las cadenas de suministro

El proteccionismo que se parapeta tras la reivindicación del soberanismo económico o de la seguridad en los suministros no es más que el reconocimiento con la boca pequeña de que el libre comercio no trajo consigo las ganancias que sus propagandistas auguraban

Actualizada 04:30

La rotura en la cadena de suministros que debutó en 2021 todavía se deja sentir en la subida de precios. No fue la única causa explicativa –la presión de la demanda empujada por el gasto del ahorro embalsado también hizo lo suyo– pero ha dejado su impronta en la mesa de los analistas; una impronta reforzada por los conflictos en el Mar Negro y en el Mar Rojo. Este último provocó un cambio masivo en los tránsitos marítimos sustituyendo el Canal de Suez por la circunvalación de África bordeando el Cabo de Buena Esperanza. Un cambio en las rutas que todavía persiste acompañado de un muy fuerte aumento del precio de los fletes entre Europa y el Indopacífico.

Lo cierto es que las tensiones en las cadenas de suministros se miran con especial preocupación desde todas las regiones comerciales. Ahora ha sido la naviera MSC la que el día 8 de junio envió un comunicado a sus clientes anunciando que comenzaba a aplicarles el sobre coste por Temporada Alta (PSS por sus siglas en inglés) en todas las rutas que surcaban el Océano Atlántico desde Europa hacia Estados Unidos. La razón esgrimida por la naviera es la fuerte demanda en la región europea hacia América del Norte.

Visto desde EE.UU. esta subida en el precio de los fletes coincide con lo que parece un aumento de las importaciones procedentes de China que anticipan una próxima subida de aranceles si, finalmente, se produce un cambio en la Administración norteamericana tras las elecciones de noviembre.

Ninguno de estos hechos ha influido en las perspectivas económicas que hizo públicas el 12 de junio la Reserva Federal norteamericana. Sin prisas en la bajada de tipos de interés, pero sin modificar la tendencia, la mayoría de los diecinueve votos que elaboraron el informe de previsiones para el próximo trimestre se inclina por una bajada de un uno por ciento al final de este año, otro el año próximo y así hasta bajarlos hasta el 3 % en 2026. La perspectiva de largo plazo se mantendría en la misma línea. En definitiva, la FED no espera que un nuevo tensionamiento en la cadena de suministro provoque un fuerte repunte en los precios hasta el punto de obligarles a subir los tipos de interés.

De entre lo anterior sobresale la tendencia a la subida de aranceles; al menos las expectativas sobre las mismas. Sin embargo y si analizamos con detenimiento la reciente subida anunciada por el todavía presidente Biden o la hecha pública por la presidenta en funciones de la Comisión Europea (ambas sobre los coches eléctricos importados desde China), resulta que no son tan elevadas. En ambos anuncios hay un componente electoral que debe descontarse.

Los movimientos proteccionistas en regiones comerciales como la Unión Europea o EE. UU. se van abriendo paso. Lo hacen aplicando circunloquios de política arancelaria. En definitiva, eso y no otra cosa es el Mecanismo de ajuste en frontera del carbono que está en periodo de pruebas en la Unión Europea desde octubre del año pasado y que tiene prevista su efectiva entrada en vigor en 2026.

Este proteccionismo que se parapeta tras la reivindicación del soberanismo económico o seguridad en los suministros no es más que el reconocimiento con la boca pequeña de que el libre comercio no trajo consigo las ganancias que sus propagandistas auguraban. Mucho menos cuando la preocupación en el Occidente económico por el cambio climático se comenzó a traducir en regulaciones que han resultado o ajenas o cosméticas en las economías emergentes. Afrontar un problema global con medidas aplicadas con desiguales estándares de exigencia sólo podía producir un falseamiento de la competencia.

Los aficionados a la simplificación de lo complejo advierten de que China no deja de abrir centrales eléctricas de carbón para conseguir la energía que necesitan para fabricar los coches eléctricos que acaban vendiendo a los países que derribaron (literalmente) las mismas centrales térmicas de carbón en sus territorios. Es una simplificación gruesa pero en su conclusión final no es incierta. La situación naturalmente va más allá de China. Baste pensar que Indonesia es el país emergente donde más ha subido el consumo de petróleo. Un combustible necesario para multiplicar su producción de Niquel. Una producción que luego exporta a China para que pueda fabricar baterías de coches eléctricos. Coches que acabamos comprando en los países que conformamos el Occidente económico. Un Occidente que desde el gigante asiático se percibe en lenta pero progresiva decadencia.

  • José Manuel Cansino es catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla, profesor de San Telmo Business School y académico de la Universidad Autónoma de Chile / @jmcansino
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