Geopolítica
El fenómeno que amenaza con volver a disparar los precios en 2025
Sin ser un concepto nuevo, el proteccionismo vuelve a tomar fuerza para reducir la dependencia de mercados externos
El proteccionismo, una estrategia económica históricamente utilizada para salvaguardar industrias nacionales, ha vuelto a posicionarse en el centro del debate económico global en 2024.
En un contexto marcado por tensiones geopolíticas –aunque la única con capacidad para explotar en el corto plazo y hacer tambalear la paz mundial es el conflicto en una de las islas Spratly; una zona del mar del sur de China sobre la que el Gobierno de Filipinas y el régimen de Pekín reclaman su presencia por enésima vez–, disputas comerciales y los ecos de la pandemia, las políticas proteccionistas están redefiniendo las dinámicas del comercio internacional, con impactos sustanciales tanto a nivel global como en España.
De todo esto, los últimos perjudicados son los consumidores finales que son a los que se le trasladan, en última instancia, la subida de precios. Así nos lo señala Benito Rodríguez, asesor estratégico.
«El proteccionismo está frenando el crecimiento mundial al 3,2 % y subiendo los precios de muchos productos. Una jugada que repercute directamente a los consumidores. Compañías como Seat y sectores clave como el tecnológico, manufacturero o eléctrico están sufriendo mayores costes por las tensiones comerciales. Aunque estas medidas intentan proteger las economías locales, están generando incertidumbre y rompiendo el equilibrio económico que había tardado años en construirse. Los productos importados se vuelven más caros, lo que afecta los precios para los consumidores. Actualmente, se está pagando hasta un 8 % más por productos electrónicos. Además, si las empresas locales no tienen competencia extranjera, estas pueden perder al aliciente de la innovación, lo que las hará menos competitivas en el futuro», indica Rodríguez.
Tras una guerra fría y un mundo bipolar
El mundo posguerra fría arranca una nueva era, la cual se está escribiendo en clave proteccionista: desde 2019, el mundo supera las 27.000 medidas intervencionistas y se han contabilizado alrededor de 58.000 actuaciones que atentan contra el comercio internacional desde 2008.
El segundo ascenso de Donald Trump a la Casa Blanca no hace sino refutar la idea de que esta cifra seguirá en aumento. El magnate parece convencido que los aranceles han sido el mejor invento de la historia y, por ello, quiere convertirlos en la piedra angular de su agenda económica. Esta idea fue una de las pocas –además de la política de acercamiento y no condena a Israel por su genocidio en Gaza– en las que estuvo de acuerdo con Kamala Harris. El que será el próximo responsable de Eficiencia Gubernamental, Elon Musk, también es uno de los invitados a la fiesta.
A ojos de estos tres hijos de américa, el éxito de la batalla de competencia con el gigante asiático pasa por una combinación de políticas industriales, proteccionismo y restricciones a las transferencias de tecnología. Tanto es así que el equipo de Trump ya prepara la sustitución del impuesto federal sobre las importaciones y rentas por aranceles generalizados, que oscilarían entre el 10 % y el 20 %; aunque estos porcentajes podrían ser superiores.
Esto choca con el Estados Unidos de la última década, que venía haciendo gala de su aperturismo. Pero la economía, como la vida (política), es cíclica y las ideas volátiles en función de las circunstancias que azotan el contexto. Fueron los propios estadounidenses los que obligaron a Japón a comerciar y abrirse a Occidente, tras dos siglos y medio de aislacionismo o los que durante la depresión de los años 30 decidieron cerrarse a negociar fuera de sus fronteras.
«El proteccionismo vuelve a tomar fuerza como respuesta y deseo creciente de reducir la dependencia de mercados externos»
De las ventajas comerciales también se ha venido aprovechando España; sobre todo, dado el escaso posicionamiento que sus industrias han tenido hasta la fecha. Ampliando la mirada al mercado europeo, Juan García, especialista en negocios internacionales y consejero delegado en SFS Consultoría Internacional, observa como la Unión Europea ha respondido en la misma proporción y ha optado por nuevas estrategias de protección en sectores clave, con especial foco en la industria del motor y, en consecuencia, una vigilancia extra con el 35 % de aranceles en los vehículos eléctricos procedentes del otro lado del viejo continente.
Si la transición verde ha de ocurrir, esta debe ser europea y americana. Sin embargo, es China quien lleva la delantera: se rumorea que el mercado del automóvil recibe ciertas ayudas estatales chinas.
Tal y como señala García, bajo este escenario, nuestro país tiene muy poco margen de maniobra, más allá de poder implantar barreras no arancelarias (orientadas a la documentación, el etiquetado…) que puedan retrasar o entorpecer la importación, pero que no dejan de ser poco significativas.
España depende de la política comercial de la Unión Europea y de que los intereses generales de ésta coincidan con los nuestros. En virtud de ello, será de vital importancia que, durante los próximos meses, nuestros representantes ante Bruselas aborden estos temas desde un punto de vista más negociador y menos político.
Porque sí, sin ser un concepto nuevo, el proteccionismo vuelve a tomar fuerza como respuesta y deseo creciente de reducir la dependencia de mercados externos. Guerras y treguas; desde luego, el 2025 suena poco alentador. ¿Disfrutarán lo votado?