El ridículo de la educación basada en evidencias
Si hablamos de educación, ¿qué se espera? La respuesta depende del niño
Hoy se postula una educación basada en evidencias. La paradoja es que la educación no se basa en evidencias, pues la persona no es evidente científicamente hablando. Además, y más triste todavía, hoy se constata que las evidencias científicas, de hecho, no interesan en educación. Pues está más que evidenciado científicamente que la calidad de la educación descansa fundamentalmente en la calidad del educador, pero esto no interesa porque incomoda mucho y obliga a replantear muchas cosas.
Buscamos en función de lo que esperamos. El actuar humano es un actuar esperanzado. Se actúa porque se espera algo. La esperanza hace que uno se proyecte sobre la realidad para cambiarla. Un animal no espera nada. Ni siquiera busca sobrevivir. El animal como no espera nada, lo único que busca es su bienestar. Por eso el animal se adapta al entorno mientras que, el ser humano adapta el entorno a sí mismo. El ser humano adapta el entorno porque se proyecta sobre el mundo.
Si hablamos de educación, ¿qué se espera de la educación? La respuesta depende de qué esperamos del niño. Por eso las distintas propuestas sobre la educación, son en verdad distintas miradas sobre el niño.
Es decir, educamos según una antropología y hay tantas antropologías como miradas sobre la persona. Esto hace que toda propuesta educativa tenga unos presupuestos antropológicos. Según el presupuesto antropológico se tendrá una forma concreta de proyectarse sobre la educación. La educación se basa en la antropología.
En el origen de la educación se tenía clara la dependencia de la propuesta educativa de la comprensión antropológica. Por eso las propuestas educativas se basaban en antropologías concretas. Con el tiempo parece que la educación se avergonzó de acudir a la filosofía y pasó a tener por referente la psicología ya que se consideró que esta ofrecía una objetividad que no podía dar la filosofía. Con ello se fue dando un falso giro pretendiendo tener referencias más sólidas como la investigación en psicología educativa. Digo «falso giro», pues, aunque no se quiera, la educación, como la psicología, siempre parte de un presupuesto antropológico. Pero se da una apariencia de cientificidad objetiva y empírica.
Esto ha llevado a que muchas propuestas oculten o desconozcan su antropología subyacente, que insisto, se concreta en una forma de mirar al niño. Tristemente, lo usual, es ver al niño como pobre que necesita ser enriquecido, y no como quien puede enriquecer. Se excita al niño con estímulos pues se le ve como dormido. Se ve al niño sin interioridad y por eso de él interesa su comportamiento, su capacidad y que esté bien, pero no se ofrece un sentido de vida a su persona. Se busca que el niño se adapte a la sociedad, como hacen los animales, en lugar de que el niño mejore la sociedad y humanice más este mundo.
La persona no es evidente, como la ciencia considera lo evidente, es decir, que puedan ser medida por la regla y el reloj. Vale la pena medir, ciertamente, pero es necesario saber interpretar eso desde un marco más general, la persona. La ciencia piensa que solo es evidente lo que puede ser medido. La persona es evidente, pero se necesitan recursos de acceso a la realidad de más calidad que lo medible. La persona es evidente para la persona.
Evidente (medible) son comportamientos, evidente es la eficiencia mostrada por la competencia alcanzada. Pero el interior de la persona, su sentido de vida, su forma de mirar y ser mirado por el otro, la autocomprensión que tenga sí y sus esperanzas cuando se proyecta sobre el mundo no son evidentes y es lo más humano que tenemos. Eso es evidente, pero no medible. Por eso, la comprensión sobre quien somos queda, aparentemente, al margen del sistema educativo cuando dice basarse en evidencias.
Digo «aparentemente» porque no existe la asepsia educativa, no existe la educación neutral como ciertas metodologías proponen al presentarse como algo técnico. Creen ser neutras, bien por ignorancia o por interés de ocultamiento. Nuestros actos revelan nuestras esperanzas y nuestras no-esperanzas. Cuando el niño descubre que de él, de su interior, no se espera nada pues solo se espera su comportamiento o su capacidad, se siente rechazado. Su interior, lo más preciado, no importa, solo lo medible. Se descubre considerado como una realidad sin significado. A esto lleva una educación basada en las evidencias de su comportamiento y la eficiencia de sus capacidades. Una educación meramente basada en evidencias asume que la persona no tiene interioridad. Es un ridículo soberano que lleva a una pobre educación y el niño la sufre.
Urge ser conscientes de la antropología real que asume tanto el docente como la institución. Los directores de colegios necesitan esa capacidad para discernir.
Urge descubrir como las distintas formas de intervenir educativamente revelan lo que se espera del niño y por tanto cómo se le mira. Es doloroso reconocer tantos colegios que en su ideario tienen una formulación del ser humano contemplado en toda su grandeza, pero luego en su forma de intervenir, en la realidad, revelan lo contrario. Una vez trabajando con unos profesores les preguntaba qué esperáis de los alumnos. Hicieron una lista muy larga, todo comportamiento, comportamiento, comportamiento y más comportamiento. Les pregunté, ¿y algo que no sea simple comportamiento? y dijeron: orden, responsabilidad y respeto. Además, un orden que en verdad es cumplir normas, una responsabilidad entendida como asumir sus culpas y un respeto para no molestar al docente. Para llorar. Eso sí, el colegio basado en evidencias y con un discurso grandilocuente de lo humano. Un ridículo destroza alumnos.
Una cosa es contrastarse con evidencias medibles, lo cual es imprescindible pues son un recurso estupendo para hacer un camino de interioridad y otra cosa es basarse en evidencias. Contrastarse con evidencias medibles es sabio y consecuencia de asumir la unidad de la persona. Pero, basarse en evidencias medibles es hacer el ridículo.
Quien de verdad se crea lo de basado en evidencias debería reflexionar sobre lo más evidente científicamente probado en educación: la calidad de la educación se basa en la calidad del educador como persona. Solo un educador integrado, educará integradamente. Urgen atender la formación personal del docente.
- José Víctor Orón Semper es director de la Fundación UpToYou Educación