La raíz de nuestro fracaso educativo
Algunos ejemplos recientes son síntoma claro de a qué nivel hemos caído: una vicepresidenta del Gobierno que confunde a Juana la Loca con Juana de Arco, un ministro de Cultura que cree que cada lustro dura veinticinco años…
El súbito e inesperado interés de Pedro Sánchez por la educación obedece, sin duda, al consejo de alguno de sus múltiples asesores: en el momento actual, le hacen falta muchas cortinas de humo para tapar lo que juzga intolerable la gran «fachosfera». La educación le puede servir de excelente pretexto para distraer a los españoles, porque afecta y la sufren muchísimas familias.
El problema no es nuevo: a lo largo de los años, se han sucedido los Informes Pisa, las leyes y reformas seudoprogresistas, las agendas y proyectos pedagógicos… Con todo ello, ¿hemos avanzado algo? Es evidente que no.
Algunos ejemplos recientes son síntoma claro de a qué nivel hemos caído: una vicepresidenta del Gobierno que confunde a Juana la Loca con Juana de Arco; un ministro de Cultura que cree que cada lustro dura veinticinco años… Además de patentizar la responsabilidad del que los ha elegido, ¿no es éste un índice de cómo está nuestra educación?
No debemos quedarnos en las anécdotas, por pintorescas que sean, sino intentar remontarnos a la raíz del problema. En mi opinión, está clarísimo: desde hace años, la izquierda española, en general, y el PSOE, en particular, se han rendido a la demagogia de una nueva pedagogía, supuestamente progresista, según la cual no importa el esfuerzo, la educación se basa en lo lúdico y hay que buscar la igualdad, no la excelencia.
No me estoy inventando nada. Baste con citar dos ejemplos. Lilith Verstrynge, que hasta hace muy poco se dedicaba a proyectar la agenda de los españoles para el 2030, denunció que «la cultura del esfuerzo genera fatiga estructural, ansiedad y cardiopatía». ¡Admirable descubrimiento! Cesare Pavese lo dijo con más laconismo: «Trabajar cansa».
Otra perla. Pilar Alegría, ministra de Educación y portavoz del Gobierno, ha denunciado que «suspender no sirve, no ayuda». Todos los españoles tenemos que darle la razón: desde chicos, jamás hemos estudiado para evitar un suspenso, siempre lo hicimos por lograr una España libre de fachas…
En un tema tan serio, la ironía no basta. Frente a tanta inepcia, hay que recordar algunas verdades sencillas y evidentes:
- 1) Sin trabajo, sin esfuerzo, no se aprende nada ni se mejora nada. Ya lo dijo Virgilio: «El trabajo lo vence todo». Y lo corroboró Cervantes: «Cada uno es hijo de sus obras». Dificultar los suspensos o permitir que los alumnos pasen al nivel siguiente con asignaturas pendientes es un despropósito, no arregla nada sino que empeora el problema, aunque pueda agradar a algunos padres: el nivel baja.
- 2) Una izquierda mínimamente sensata debería defender la meritocracia: que ocuparan los puestos más altos los que se lo merecen, porque han trabajado más y mejor. Igualar a todos por abajo supone favorecer a los hijos de los ricos, por vagos que sean, desmotivar a todo el mundo y crear una sociedad pasiva, pendiente sólo de que «papá Estado» le regale alguna ayuda. Otra vez lo aclara Cervantes: «No es un hombre más que otro si no hace más que otros».
- 3) En todos los niveles de la enseñanza, es decisivo el papel del maestro. Por eso, debemos exigirle, pero también darle respeto, reconocimiento social y autoridad. Antes, los Catedráticos de Bachillerato tenían un prestigio indiscutido. Pregunten a cualquier profesor si ésa es la realidad actual. (Parte de la culpa la tienen también algunos profesores, que han caído en la demagogia de tratar a los alumnos como colegas).
- 4) Es una falacia de la actual pedagogía sustituir conocimientos por habilidades. La tecnología es necesaria, por supuesto, pero sin olvidar que es un medio, no un fin, en sí misma: necesitamos saber manejar los ordenadores e internet pero también necesitamos conocer qué han supuesto el Renacimiento y la Revolución francesa, lo que nos aportan la filosofía griega y el derecho romano, Cervantes y Shakespeare. (Pretender que lleguemos a ser capaces de descifrar los folletos de instrucciones de algunas herramientas o el recibo de la luz sería pedir gollerías).
- 5) En cualquier aprendizaje, es un verdadero dislate desterrar la memoria, ese precioso don, útil para todo, que debemos fomentar. En el terreno literario, por ejemplo, ya cuenta Platón, en el Protágoras, que «colocan a los niños en los bancos de las escuelas para leer los poemas de los buenos poetas y les obligan a aprendérselos de memoria». Subrayo: «les obligan». No creían los griegos que eso fuera una tortura intolerable. Gabriel García Márquez, que no era precisamente de derechas, agradecía a sus maestros que le hubieran hecho aprender poemas de memoria porque constituían, para él, un tesoro, que le acompañó toda la vida.
- 6) El mito de lo lúdico ha hecho muchísimo daño. No todo se aprende jugando: ni las matemáticas, ni la lengua, ni la física, ni la química, ni la filosofía… Resulta contraproducente mantener a los jóvenes en un perpetuo infantilismo.
- 7) Es bueno hacer trabajos en equipo pero también lo es aprender a estudiar y a reflexionar, en soledad. No se deben encargar, para casa, tareas para las que los chicos no están preparados y que acaban teniendo que hacer sus padres.
- 8) En las humanidades, no se puede estudiar sólo lo reciente ni prescindir de la cronología: tenemos que saber situar los acontecimientos y las ideas en su momento histórico. Si no, caeremos en el adanismo y acabaremos descubriendo el Mediterráneo.
- 9) Sin el estudio veraz, no sesgado, de nuestra historia, con sus luces y con sus sombras, no podremos entender nada de lo que ha sido España ni ayudar de ningún modo a su mejora. Negar nuestra historia es un puro disparate.
- 10) La base de todo nuestro aprendizaje debe consistir en saber leer y escribir correctamente nuestra lengua común española, comprendiendo lo que leemos. Sólo leyendo podremos adquirir el necesario espíritu crítico, nuestro criterio personal. Sin leer, seremos presa fácil de la propaganda y de la manipulación. ¿Pretenderán eso quizás algunos políticos? Juzguen ustedes.
La experiencia demuestra que, si elegimos un camino erróneo, cuanto más avancemos por él será peor. Con Pedro Sánchez o sin él, el PSOE se ha apuntado a unos criterios pedagógicos radicalmente equivocados. España lo está pagando ya y lo seguirá pagando muy caro.