El candidato de Ciudadanos a la presidencia de la Generalitat, Carlos Carrizosa.

El candidato de Ciudadanos a la presidencia de la Generalitat, Carlos Carrizosa.EFE

Elecciones catalanas

La desaparición de Ciudadanos: de primera fuerza en 2017 a quedar por debajo del PACMA

La formación naranja desaparece del parlamento tras años de debacle

En 2006 emergió un partido nacido con el fin de luchar política y socialmente contra el avance del nacionalismo en Cataluña, fue la figura de un joven abogado de 26 años, Albert Rivera, la investida a presidente, cuya carrera fue tan exponencial como luego efímera.

En su primera campaña, Rivera se presentó desnudo al mundo, y a sus mandos, rodeado de intelectuales que remaban en contra del procés. Con el paso del tiempo, la formación fue aumentando progresivamente su espacio entre el electorado y su representación en el Parlamento Catalán. El salto nacional llegó en 2015, cuando Rivera concurrió como candidato a las elecciones generales: el partido alcanzó tres millones y medio de votos y 40 diputados. En unos pocos años, Rivera y Ciudadanos se habían convertido en protagonistas del tablero político.

En 2017, la formación naranja logró 36 diputados y fue la primera fuerza en Cataluña en las elecciones convocadas para el 155 después del referéndum del 1 de Octubre. Seis años y medio después, la misma fuerza política ha desaparecido este domingo de la cámara catalana, después de que en el 2021 se hundieran hasta los seis escaños.

Y entonces, ¿cómo ha pasado de ser partido fundamental en la política catalana en lo referente al unionismo a prácticamente desaparecer?

Un pequeño recorrido hasta el día de hoy

En 2017, el mismo año en que lideraron los escaños del parlamento catalán, llegó el acuerdo de Gobierno infructuoso con Pedro Sánchez; la materialización de la investidura de Mariano Rajoy tras la primera repetición electoral de la historia. Ciudadanos se hacía entonces cada vez más fuerte y el PP cada vez más pequeño. Al tiempo que Rivera adquiría más y más relevancia mediática.

En abril de 2019, Rivera volvió a presentarse como candidato de Cs a las elecciones generales en las que consiguió que su formación quedara en el podio al situarse como tercera fuerza. Los de Rivera obtuvieron 57 diputados y más de cuatro millones de votos, a solo 200.000 papeletas de alcanzar al PP. Tras aquellas elecciones, Rivera insistió en su negativa de no facilitar que el candidato más votado, Pedro Sánchez, fuese investido presidente del Gobierno. En la repetición electoral del 10 de noviembre, pocos meses después, el partido se desplomó hasta los 10 escaños. Entre estas dos llamadas a las urnas, Cs pactó tres gobiernos autonómicos con el PP, lo que supuso la continuidad de los populares al frente de los Gobiernos. Un hecho antagónico al discurso de los naranjas que, por activa y por pasiva, pugnaba la búsqueda de la regeneración política.

En 2020 y tras la dimisión de Rivera unos meses atrás, se confirmó a Inés Arrimadas como su sucesora para encabezar el partido, quién se topó con la pandemia. Pese a ello, un año después, el CIS otorgaba a Ciudadanos un 9,3% en intención de voto al Congreso, remontando el debacle del 10 de noviembre de 2019. En las elecciones catalanas de febrero de 2021 el partido se desplomó, obteniendo tan solo 6 escaños. Dos meses después, Arrimadas presentó una moción de censura conjunta con el PSOE para desalojar al PP del ejecutivo de la región de Murcia, una estrategia que terminó en fiasco: 3 de sus consejos recularon, manteniéndose fieles al PP. Ese intento de Arrimadas de desligarse del PP provocó una oleada en el resto de el país en contra de Cs.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, convocó elecciones. Y desde aquel momento el partido empezó a encadenar debacle tras debacle. Primero Madrid, luego Castilla y León y, finalmente, Andalucía.

Pero la gran estocada llegó en los comicios municipales del 28 de mayo del año pasado, 2023, en los que se hundieron hasta las 300.000 papeletas con un 1,35% de los votos y la mayor parte de su base electoral absorbida por el PP. En ese momento, los naranjas desaparecieron del mapa municipal perdiendo 2.400 concejales y se quedaron sin diputados autonómicos, al margen de los siete de Cataluña y Castilla y León. Más tarde, y pese a que desde la dirección se aseguraba que esa cita con las urnas no iba a condicionar la presencia en las próximas generales, decidieron no concurrir a los comicios generales adelantados por Sánchez al 23 de julio.

Unos meses después, en octubre del mismo año, llegó el anuncio de un ERE, y, aunque fuera el primero que la formación afrontaba, a lo largo de ese último año tuvo que cerrar casi todas sus sedes provinciales, realizar algunos despidos y reajustar presupuesto con la intención de rearmarse y volver a concurrir en las próximas citas con las urnas, empezando por las europeas de 2024. La decisión, que causó una gran malestar interno en un amplio sector del partido, venía derivada de la merma de ingresos que iba a sufrir al no recibir subvenciones públicas en ninguna de las comunidades autónomas en donde hace cuatro años años tenían representación, e incluso gobernaban.

Para estos comicios, la dirección de los naranjas en Madrid proponía integrarse en la lista del PP, ante lo cual los diputados catalanes de Cs se plantaron para probar una aventura en solitario. Un paso que aseguran que se ha dado por dignidad y con la voluntad de reivindicar su proyecto contra el nacionalismo catalán y «liberal». Y porque –añaden– no se sienten representados por nadie más. El propio Carrizosa admitió el viernes, el último día de campaña, en una rueda de prensa en el ACN que si lograran representación se trataría de una «heroicidad».

Las causas del debacle

Mucho se ha debatido entre las bases del partido y en las crónicas políticas sobre si los pactos autonómicos con el PP fueron el gran error que llevó a Ciudadanos al desastre, y desde El Debate hemos podido hablar con Jordi Sauret, profesor de análisis electoral de la Universidad Abat Oliba, para que nos dé las claves de la desaparición del partido en un periodo tan breve de tiempo.

Sauret manifiesta que para entender el cataclismo hay que volver a los inicios. El profesor explica que los partidos nacen fruto de una necesidad, y el nacimiento de Cs respondía a un tema lingüístico, la defensa del castellano en Cataluña. ”En sus inicios, el crecimiento fue lento, les costó crecer, pero luego, con los casos de corrupción del PP por todo España, pasó de responder a la necesidad de la regeneración de la derecha, cosa que les dió fuerza y les hizo crecer de 3 a 10 diputados”, menciona Sauret.

Según el analista, la gran oportunidad de los naranjas llega con el procés, «cuando los partidos que desde el constitucionalismo deberían hacer frente a la amenaza de que Cataluña se rompiera». El PP estaba muy fragmentado, y desde partidos como el PSC o PSOE jugaban un papel equidistante, así que Cs fue el único partido que se entendió que hacía frente al independentismo.

Con ese argumento tan sólido, el «no a la independencia» abarcaron muchísimos votos. «Por lo tanto, ese crecimiento exponencial de Ciudadanos cuando ganaron las elecciones con Arrimadas, se produjo sobre todo por un alud del voto del ámbito socialista, pero también de la antigua Convergència i Unió. No querían el independentismo, jamás hubieran votado a la derecha, y en cambio Cs era algo nuevo, fresco, formado por gente joven, profesionales liberales, con las manos limpias», explica Sauret. «Cs ganó incluso en El Hospitalet, donde impera el voto socialista, eso significó que una gran parte de los votantes socialistas no vieron al PSC como su partido», prosigue.

Así pues, los naranjas tenían un mensaje claro y con él supieron surfear la ola en un momento clave, alcanzando su punto álgido. El problema que después les hizo defallir, según Sauret, fue que seguramente no supieron leer bien los datos y jugaron malas cartas en la política española. «No se convirtieron en el partido frontista que decían ser, y como tenían tanto voto prestado, el electorado terminó volviendo a sus partidos de origen», comenta el profesor.

A nivel estatal, cuando Rivera podría haber jugado a ser un partido frontista, «hoy con el PP y mañana con el PSOE» -una línia que estaban siguiendo, puesto que tenían unos tres millones que se posicionaban como centristas, pudiendo haber sido el gran partido a continuación de la UCD o la CDS del momento- sólo apostaron por la derecha. Según Sauret, eso explica que todo ese electorado que les vino prestado de los socialistas volviera a su origen, sumado a que, después de la renovación del PP - con la limpieza del partido y su cambio de líder- los de la derecha también quisieran volver a casa.

«Por tanto, Cs no se ha sabido adaptar a los nuevos tiempos, Cs se ha infligido su propia muerte con los malos pactos que ha hecho a nivel estatal, manifiesta Sauret. Por otro lado, otro motivo de peso también es que “Cs ha perdido el sentido», ya que, aunque haya partidos que sigan defendiéndolo, generalmente «hoy día ya no está en duda la continuidad de Cataluña dentro de España» y la necesidad ha desaparecido sin que Cs se haya sabido volver a posicionar en el juego.

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