Entrevista
Pendás: «La sociedad española es más sensata y rigurosa de lo que algunos preferirían que ocurriera»
El nuevo presidente de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas conversa con El Debate y defiende la Transición y la importancia de la familia y la clase media como armazones de un país de éxito
Catedrático de Ciencia Política de la Universidad CEU San Pablo, Letrado de Cortes, exdirector del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, ex miembro del Patronato del Museo del Prado, miembro del Consejo de Estado... La trayectoria del flamante nuevo presidente de la Real Academia de Ciencias Políticas y Morales para el trienio 2022-2024 es de las que auguran un excelente rato de conversación. Pasen y lean.
–En el conjunto de la sociedad española, ¿qué representa hoy la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas?
–Las primeras reales academias nacieron en el XVIII; otras, como la nuestra, en el XIX, en 1857. Siempre digo que un gran país sabe cuidar el producto de la Historia y la tradición.
Las academias, en mi opinión, tienen que ser una especie de conciencia crítica de la sociedad, es decir, ocuparse de lo importante, de los temas de fondo, de las cuestiones que requieren sosiego intelectual. Aquí pensamos buscando una reflexión de fondo sobre las grandes cuestiones. Por poner unos ejemplos, pensamos en los problemas demográficos, en la situación internacional o en el futuro de la España constitucional.
–¿Quiénes son los académicos?
–Por esta casa han pasado los mejores intelectuales de la filosofía, la sociología, la economía, el derecho, etc. Hemos tenido 24 presidentes del Gobierno desde la época de la Restauración; el último, Leopoldo Calvo-Sotelo. Y un jefe de Estado, Niceto Alcalá-Zamora. Hoy en día se reúnen algunos que están entre los mejores de los grandes intelectuales españoles.
–En su día a día, ¿qué hacen?
–Nos reunimos todos los martes a las siete de la tarde. Hay un ponente, que expone su materia, y luego un debate, y los editamos anualmente. Creo que prestamos un servicio importante a la sociedad española, añadiendo valor, yendo un paso más allá.
Hay que abrir un poco las ventanas de la institución y la presencia hacia un público más amplio. Nos dirigimos a un público culto, pero no necesariamente especialista
–¿Qué proyectos quieren usted poner en marcha durante su presidencia?
–Pretendo darle mayor difusión pública, que la Academia tenga el conocimiento social que acompañe al prestigio que ya tiene. Creo que hay que equilibrar tradición e innovación. La realidad actual, evidentemente, hay que tenerla en cuenta. Por ejemplo, aumentando la presencia en el mundo digital. Estamos renovando la página web y estamos buscando un nuevo público más joven, que se informa por otras vías.
Lo mejor de la casa son esas reuniones de alto nivel, los martes, en las cuales los académicos disfrutamos mucho. Pero, manteniendo eso, hay que abrir un poco las ventanas de la institución y la presencia hacia un público más amplio. Nos dirigimos a un público culto, pero no necesariamente especialista, preocupado por la realidad española e internacional.
Retos de futuro
–A su juicio, ¿cuáles son los tres grandes retos políticos que ahora mismo tiene España por delante?
–El primero, el futuro de la España constitucional, del éxito de la Transición, de los 40 años ya largos de desarrollo económico importante y de una razonable estabilidad política. No quisiéramos que eso se pusiera en cuestión. Es muy importante que encontremos, otra vez, entre todos, un punto de concordia para para mantener lo bueno y, si hace falta, mejorarlo.
–¿Y el segundo gran reto?
–Los problemas sociales son también muy notables; desde el problema demográfico al desequilibrio cada vez mayor entre las ciudades y el campo. La España vaciada para mí es fundamental.
–¿Y el tercero?
–Las sociedades estables se han construido, España también, sobre la fortaleza de las clases medias. Con esfuerzo, trabajo, transmitiendo sentimientos de respeto, orgullo, buen comportamiento. Sobre la institución familiar. Todo esto es el gran activo de esta España de clases medias. Naturalmente que aquí hay motivos para para preocuparse.
La estabilidad es el gran factor de la sociedad española, que vinculo mucho con las clases medias y sus valores y principios que no son sólo económicos; son sobre todo éticos y de fortaleza de espíritu
–Señáleme, por favor, alguna alguna realidad española que invite al optimismo razonable.
–La propia gente, es decir, los españoles, esas clases medias esforzadas, trabajadoras, con principios, con creencias. La sociedad española es más sensata y rigurosa de lo que algunos preferirían que ocurriera. La estabilidad yo creo que es el gran factor de la sociedad española, que vinculo mucho con las clases medias y con sus valores y principios que no son sólo económicos; son sobre todo éticos y de fortaleza de espíritu.
–La sensatez no suele ser el rasgo más destacado a la hora de hablar del carácter español...
–En el tema de la pandemia, por ejemplo, la sociedad española ha sido muy razonablemente sensata. Me agrada ver que, salvo excepciones, aquí no ha habido un fuerte movimiento negacionista, antivacunas.
Moderantismo
–Sus artículos de prensa y libros tienen por ADN intelectual la defensa de una cierta actitud moderada. ¿Qué representa el modernismo en política?
–El ser capaz de razonar con sosiego y rigor sobre los problemas, ver todas sus facetas, escuchar al adversario, a quien no opina igual, porque muchas veces puede tener razón en algunas cuestiones. Lo principal es no ser dogmático, no considerarse en posesión de la absoluta verdad, descalificando a los demás. Comprendo que eso es más difícil que la actitud fácil de «estos son los míos y estos son los otros: nosotros y ellos».
–En España el modernismo buena fama no tiene...
–Aquí muchas veces se confunde ser moderado con ser tibio. Exagerando un poco, con ser cobarde y pusilánime. Y no es verdad. Yo creo que ser moderado es una forma de ser ecuánime, de tratar, en la medida de lo posible, de ser justo. La política no es geometría, es decir, no hay soluciones absolutas. El gran mal de los populismos es que ofrecen soluciones simples a problemas que, por definición, son complejos. Y en esta vida, cuando alguien te dice que tiene una varita mágica para resolver un problema, te está engañando.
La política no es geometría, es decir, no hay soluciones absolutas. El gran mal de los populismos es que ofrecen soluciones simples a problemas que, por definición, son complejos
–Pero el mundo actual no ayuda especialmente al matiz...
–La política y la información se hace básicamente a través de tuits y Whatsapp y, bueno, todo eso es contrario a la reflexión y el matiz. Se lanzan mensajes contundentes, planteamientos radicales y en ese espacio no se puede matizar y plantear alternativas. Ahora bien, siempre digo que contra el tsunami de la Historia no se puede luchar.
Y vuelvo al tema de los jóvenes. Si queremos atraerlos a un discurso razonable, hay que hablarles en su lenguaje, que ahora mismo está más cerca de un buen producto transmitido por redes sociales que de un tratado de 3.000 páginas que no está en el espíritu de la época y que, naturalmente, también hay que seguir escribiéndolo, pero sabiendo que eso siempre será para minorías.
La Universidad
–Hay ciertas corrientes de opinión que tienden a ver la Transición como un juego de pillos, como un mero equilibro de fuerzas entre cínicos.
–En la Transición todo el mundo fue capaz de frenar los excesos radicales y, sin olvidar sus propias convicciones, llegaron a acuerdos y llegaron a pactos y compromisos. Lo importante en la política es alcanzar compromisos con el adversario, siempre manteniendo la idea de que las propias convicciones merecen ser defendidas.
Me gusta mucho esa casa, sus enfoques de humanismo cristiano. Lo digo de corazón. Me siento enormemente cómodo en el CEU
–La Universidad CEU San Pablo, donde usted es catedrático, es una iniciativa de la ACDP, al igual que el periódico El Debate. Me gustaría que explicase a nuestros lectores qué significa para usted el CEU.
–El CEU es parte esencial de mi vida profesional y personal. Sigo felizmente casado con una compañera de clase del CEU. Por tanto, ¡cómo no voy a tener yo cariño a la institución!
Yo empecé como profesional en el CEU. Luego la mayor parte de mi carrera académica fue en la Facultad de Políticas de la Complutense. Ahora es más conocida porque ahí nacieron ciertos grupos, pero yo siempre recuerdo a mis maestros: los profesores Díez del Corral, Maravall, Ollero, Truyol, Fraga.
Cuando en 2008 surgió la oportunidad de volver a la universidad, volví al CEU San Pablo con gran entusiasmo. Luego la vida me llevó al Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. Y después de la moción de censura que llevó al Gobierno actual al presidente Pedro Sánchez, mi etapa en el Centro había terminado, evidentemente, y volví a ser profesor.
Me gusta mucho esa casa, sus enfoques de humanismo cristiano. Lo digo de corazón. Me siento enormemente cómodo en el CEU y hasta podría añadir que, cuando voy a dar clase, voy contento. ¡Voy de buen humor!