Villa de Pitanxo: la reconstrucción de una singladura trágica
Qué ocurrió entre el día que el barco zarpó de Vigo y su naufragio en Terranova, según el relato de los supervivientes
El Debate ha ido publicando a lo largo de la semana diferentes informaciones exclusivas sobre la tragedia del Villa de Pitanxo en las aguas de Terranova. Cerramos la serie con un resumen de la singladura realizada a través de las declaraciones de los tres supervivientes (el capitán, su sobrino y el marinero ghanés Samuel Koufie), en ocasiones contradictorias, así como de los datos facilitados por las autoridades oficiales. En el naufragio fallecieron 21 personas, de las cuales nueve fueron rescatadas sin vida y el resto, doce, se encuentran desaparecidas.
24-31 de enero: la partida y los primeros positivos
El barco zarpa el lunes 24 de enero del puerto de Vigo (Pontevedra). A los siete días de viaje, el 31 de enero, toda la tripulación realiza un test de antígenos. Dos de ellos dan positivo, según sostiene Samuel Koufie. Se trata de los marineros Apanaah Pelungo Zure, ghanés, y Edwin Andrés Córdova Salinas, peruano. Están confinados durante tres días en el pañol, un compartimento destinado a guardar los pertrechos y las provisiones. Sin luz, sin aseo y sin ventilación, conforme al relato del superviviente africano.
2 de febrero: comienza la pesca
Comienzan a pescar. Lo hacen en una zona en la que permanecerán hasta el día 14.
3 de febrero: cuatro positivos más
Tres días después de ese primer test en alta mar, se hace otro control similar, siempre según el testimonio de Samuel Koufie. En esa segunda ocasión, dan positivo cuatro trabajadores (todos ellos que fallecieron en el naufragio y sus cuerpos no han podido ser rescatados: un marinero, un oficial de máquinas y dos contramaestres). El que presenta peores síntomas es Juan Martín Frías Riera, marinero peruano de 37 años, quien llega a vomitar sangre. Según la segunda declaración de Samuel Koufie, es en ese momento cuando el capitán decide sacar a los dos primeros positivos del pañol, que, junto a los cuatro nuevos infectados y el resto de los tripulantes, pasan a trabajar con absoluta normalidad. Lo hacen todos juntos, como si en lugar de seis casos a bordo hubiese cero y todos estuviesen limpios de coronavirus.
14 de febrero: cambio de zona de pesca
Tras una travesía de diez horas llegan a una nueva zona, que es en la que finalmente se producirá el hundimiento.
14 de febrero, 15 horas
Sobre las tres de la tarde, hora española, empiezan a lanzar los aparejos de pesca de fletán. El oleaje es adverso, pero las condiciones permiten faenar. Se informa a los marineros que esa maniobra se dilatará entre seis y ocho horas. Es en ese momento en el que, según Samuel Koufie, muchos tripulantes aprovechan para contactar con las familias, puesto que en las jornadas anteriores no habían podido hacerlo debido a la carga laboral. De hecho, en su declaración del 25 de febrero ya en España, el marinero ghanés indicó que desde el día 2 –cuando iniciaron la pesca– hasta este 14 de febrero no habían podido descansar pues todas las jornadas de trabajo habían sido de larga duración.
Finalmente, la maniobra superará incluso las ocho horas: durará unas doce.
Según Samuel Koufie, en ese momento la bodega de popa, que es la principal, está prácticamente llena, mientras las otras dos permanecen vacías.
15 de febrero, 02:30 horas
El patrón ordena la recogida del aparejo. Las condiciones ya no son las mismas que cuando se lanzó. Son peores. Las olas oscilan entre los cinco y los seis metros. La velocidad del viento, entre 60 y 70 kilómetros por hora.
15 de febrero, 03:00 horas
La recogida del aparejo se paraliza por un problema cuyo origen no ha trascendido hasta ahora. Los marineros son mandados a descansar a los camarotes.
15 de febrero, poco después de las 03:00 horas
Pocos minutos después, se reanuda el trabajo.
A partir de aquí hay dos versiones diferentes, la del capitán y la del marinero ghanés.
El patrón atribuye la catástrofe a que durante la virada (maniobra de recogida de las redes de pesca), el motor del buque se para por una causa desconocida. El agua empieza a entrar en el barco y éste se escora por babor. Lo hace de forma progresiva. Una vez que constata lo que está ocurriendo y que el hundimiento es inevitable, él mismo realiza, como es preceptivo, la señal de abandono del Villa de Pitanxo.
En su segunda declaración, Samuel Koufie ofrece una versión diferente. Es la que ofrecemos a continuación.
Las maquinillas que se emplean para lanzar y recoger las redes funcionan con normalidad. Lo hacen, eso sí, de forma parsimoniosa. Después, súbitamente, empiezan a operar de forma anómala. Hacen fuerza, pero no recogen los cables. Es justo en ese momento cuando el buque empieza a escorar a babor: así ocurre porque el cable tensa, pero no recoge, siempre según el testimonio de este superviviente. Son, así lo concluyen los marineros, los dos motores de las maquinillas los que van mal. El problema es que, al escorar a babor, empieza a entrar agua en el Villa de Pitanxo. A raudales. El superviviente africano y otros de los tripulantes gritan al capitán que arríe los cables. Se trata de un mecanismo de seguridad que suelta de forma inmediata la red. Siempre según el testimonio de Samuel Koufie, una voz familiar se dirige a Juan Enrique Padín Costas por megafonía. Es Eduardo Rial Padín: «Juan, arría cables, arría cables», pide el sobrino al tío. Otros tripulantes que están en cubierta también ruegan: «¡Arría cables! ¿Nos quieres matar o qué?». Confían en que al activar ese mecanismo de seguridad y soltar la red, el buque recupere la estabilidad. Pero esa orden no llega, según el relato del superviviente africano.
Empieza a salir humo oscuro de la chimenea de popa. Extraños sonidos salen del motor, que hace bambolear al Villa de Pitanxo justo antes de pararse para siempre. Los tripulantes cercanos a los cables piensan entonces en cortarlos. Pero no hay tiempo porque la parada del motor acentúa mucho más la escora del barco y, por tanto, el agua entra con más intensidad. Es en este momento desesperado cuando el capitán exige a la tripulación suba hasta el puente.
A partir de este punto, los relatos de los supervivientes vuelven a diferir notablemente. El capitán asegura, y así lo corroboró su sobrino en su declaración en Canadá, que él escucha a su tío dar la señal de abandono del buque, consistente en dar siete pitadas cortas y una larga, y que por ello se va al camarote, toma el chaleco y el traje de supervivencia y sube al puente. Por su parte, el superviviente ghanés sostiene en su segunda declaración que el patrón no da señal de abandono del buque ni ordena a la tripulación que se coloque los trajes de supervivencia.
15 de febrero, 05:24 horas: llamada de socorro
A las 5 de la madrugada y 24 minutos en España, desde el Villa de Pitanxo se lanza una llamada selectiva digital en la que se emite una emergencia, sin especificar de qué tipo, según el Centro Nacional de Salvamento Marítimo. El capitán reseña que esa llamada no tiene respuesta y que se realiza tras dar él la señal del abandono del buque. Sostiene que es en ese momento en el que se viste el traje de supervivencia y el chaleco salvavidas.
Seguidamente –y pasamos ahora al testimonio del superviviente africano–, los dos engrasadores del barco y el propio patrón logran quitar algunos de los ganchos de anclaje de una de las lanchas salvavidas. Cuando se desprende, intentan arrojarla al mar por estribor mientras el barco se inclina por babor. Samuel Koufie colabora en la maniobra. No lo logran. Finalmente, cae sobre los cuatro y se abre en parte. Es el patrón el que indica al resto que aguarden a que el agua les alcance para proceder a abrirla en su totalidad. Así ocurre un minuto después. Según el capitán, dos tripulantes que se encontraban en el mar logran auparse a la balsa: su sobrino y Juan Martín Frías. En total, según el testimonio del ghanés superviviente, hay nueve personas en esta embarcación.
A los pocos minutos, el Villa de Pitanxo se hunde totalmente. Al irse al fondo, tira de la barca salvavidas hacia abajo, lo que causa en esta pequeña embarcación un agujero por el que de forma inmediata empieza a entrar el agua helada.
15 de febrero, 05:37 horas
Salta la alerta de la radio baliza del barco, que se activa al contacto con las aguas.
15 de febrero, 05:39 horas
El Centro Nacional de Salvamento Marítimo localiza al Playa Menduiña Dos a 25 millas náuticas de la última posición conocida del Villa de Pitanxo y le pide que ponga rumbo de forma inmediata hasta ese punto.
15 de febrero, 05:57 horas
El Centro Nacional de Salvamento Marítimo indica al Nova Virgem da Barca que también se dirija a la zona del suceso.
15 de febrero, desde el naufragio hasta las 10:36 horas
Los fallecimientos por hipotermia se suceden en la lancha salvavidas en la que va Samuel Koufie, embarcación donde solo dos visten ropa de supervivencia, el capitán y su sobrino. Primero muere uno de los trabajadores. Poco después lo hace un marinero. Sin que nadie puede evitarlo, estos dos fallecidos se van al fondo del mar por el agujero causado en la balsa por el hundimiento (el cuerpo de uno de ellos será rescatado; el otro sigue desaparecido). Seguidamente muere otro marinero. Dos horas después se produce un cuarto fallecimiento. Poco antes del rescate, mueren otros dos tripulantes. Para evitar que se pierdan más cadáveres por el agujero, el marinero ghanés ata dos de los cuerpos, el del muerto en tercer lugar y el de uno de los dos que fallecen poco antes de la llegada del Playa Menduiña Dos.
15 de febrero, 10:37 horas: el rescate
El Playa Menduiña Dos avista dos botes salvavidas. Uno está vacío. Del otro rescata a los tres supervivientes (el patrón, su sobrino y Samuel Koufie) y recupera cuatro cuerpos sin vida (dos de ellos los atados por el marinero africano) de la balsa. Posteriormente, recogerá otros dos cadáveres del mar.
Según la segunda declaración del marinero ghanés, el capitán del Playa Menduiña Dos, Ramón Porto, le dice a su homónimo del Villa de Pitanxo que no recibieron llamada de auxilio alguna. Los marineros del barco rescatador le corroboran después al propio Koufie que no se registró la llamada de auxilio por radio, pero sí se recibió la posterior alerta de la baliza.
19 de febrero: llamada desde España
Samuel Koufie asegura que durante esa jornada, estando en Canadá, recibe una llamada de la empresa armadora en la que se le conmina, al igual que había hecho previamente el patrón, a que declarase que el capitán había dado las órdenes de abandono del buque y de colocación de los trajes, y también para que obviase en su testimonio que las maquinillas se pararon antes que el motor principal. También le instan a que asegurase que en el Villa de Pitanxo se habían realizado simulacros contraincendios y de supervivencia durante la trágica marea.
25 de febrero: declaración en España
Samuel Koufie declara en España en el marco de la investigación abierta por la Audiencia Nacional. Su nueva versión contradice a la que él ofreció en Canadá y es muy diferente en puntos clave a la realizada por el patrón.
las exclusivas del villa de pitanxo
- Los marineros del Villa de Pitanxo fueron obligados a trabajar juntos pese a que había 6 positivos por covid
- Un superviviente del Villa de Pitanxo acusa al capitán de graves negligencias en el momento del naufragio
- Los marineros, al capitán del Villa de Pitanxo: «¡Arría cables! ¿Nos quieres matar o qué?»
- El superviviente africano denuncia que trabajaron sin descanso durante los trece días previos a la tragedia
- Un marinero del Villa de Pitanxo asegura que los trajes de supervivencia ni se probaron ni se adjudicaron por tallas
- Un superviviente del Villa de Pitanxo vio morir a seis compañeros y ató los cadáveres de dos para evitar que se hundieran