Chanel y Rosalía, las divas surgidas de Tractoria

Quince minutos y once kilómetros separan Olesa de Montserrat, el pueblo de Chanel, de Sant Esteve de Sesrovires, el pueblo de Rosalía, ambos a los pies de las montañas de Montserrat, el lugar más sagrado del catalanismo donde el Tamborilero del Bruc luchó heroicamente en la Guerra de la Independencia a España frente a las tropas napoleónicas en un Episodio Nacional que la historia oficial catalana ha borrado. En la única verdad admisible hoy en Cataluña, que un niño catalán se convierta en héroe frente a las tropas de Murat defendiendo a España es inadmisible y subversivo.

Tras las elecciones autonómicas de diciembre de 2017 surgió el termino Tabarnia para denominar todo el espacio geográfico que abarcaba la costa catalana entre Barcelona y Tarragona. En esa zona, la más poblada de Cataluña, el no independentismo venció en la urnas. El resto de Cataluña se denominó Tractoria. Allí quedan enclavados los escenarios de infancia de las dos españolísimas heroínas musicales del momento, las interpretes del Motomami y Slo Mo.

Los vecinos de Chanel y los de Rosalía coinciden en que votaron mayoritariamente en las últimas elecciones autonómicas por ERC, pero ambas divas a ojos del independentismo, lejos de ser motivo de orgullo, son un fracaso incómodo. Ambas son la constatación de que el modelo de inmersión y adoctrinamiento combinado entre la escuela y los programas infantiles de TV3 tiene fugas.

Rosalía es un icono de la música hispana, renovadora del flamenco y del reguetón, su no adscripción militante a la causa separatista la convierte a ojos de la clase dirigente catalana en una disidencia inadmisible. No es que Rosalía se haya significado jamás en contra de la independencia, es que en la muy tensionado Cataluña la no adhesión es una forma de traición. Ni que Milionària, su canción en catalán, sea la más reproducida de la historia en Youtube en esta lengua consigue el perdón para la estrella catalana.

Alarmas encendidas en ERC

Lo de Chanel enciende todas las alarmas en los cuarteles generales de los aspirantes a que Cataluña sea «un sol poble» (un solo pueblo). La cantante y bailarina, como Rosalía, habla un catalán perfecto, pero lució orgullosa la bandera de España durante la gala de Eurovisión y eso no encaja en los poco abiertos parámetros mentales del nacionalismo. La noche del Festival de Eurovisión los independentistas no daban crédito: el teatro municipal de Olesa se lleno de público para aplaudir a rabiar a su vecina defendiendo brillantemente a España y a cada twelve points que le daban a España el teatro se venía abajo. Entre la clase dirigente aún se preguntan de donde salieron tantas banderas de España en Olesa de Montserrat.

El independentismo siempre que un catalán consigue proyección internacional busca con lupa guiños que les permita convertirlo en uno de los suyos, sino los condena al insulto o a lo que es peor, el ostracismo. Los hermanos Márquez, hijos de Cervera, en la provincia de Lérida lo saben bien, sus vueltas de honor con la bandera de España a cada gran Premio de motociclismo que ganan les han costado miles de críticas y les ha alejado de la Cataluña bienpensante. Lo mismo les ha sucedido a los hermanos Gasol, hijos de Sant Boi de Llobregat, iconos desacomplejados del baloncesto español.

En la final del Mundial de Fútbol en Sudáfrica tanto Piqué como Xavi y Puyol posaron con la bandera catalana, eso no evito que cuando nació la primera hija de Puyol y este le puso de nombre Manuela le cayera una catarata de insultos porque desde el esencialismo nacionalista se consideraba un nombre «poco catalán».

El independentismo ha convertido a la lengua catalana en un arma política, y cada vez que descubre que alguno de sus parlantes no asimila lengua e ideología se queda perplejo y no sabe como reaccionar.