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Isabe ha relatado a El Debate cómo el tren de Bejis se internó en el infierno y cómo logró salvar su vida y la de sus dos hijos

Isabel ha relatado a El Debate cómo el tren de Bejis se internó en el infierno y cómo logró salvar su vida y la de sus dos hijosPaula Andrade

 Incendio de Bejis: «La maquinista me dijo que bajara del tren para salvar mi vida»

El Debate habla con Isabel. Viajaba con sus dos hijos en el tren que se sumergió de lleno en el incendio de Bejis, Castellón. Ella sufrió graves quemaduras protegiendo a sus hijos

A las 14.22 sonó el pitido del tren y la locomotora comenzó a avanzar lenta saliendo de la Estación Norte de Valencia. El tren lo componían tres vagones. Parada final Zaragoza Miraflores. Al mando, dirigiendo la locomotora, una mujer, una trabajadora de Renfe. Nadie más, ni interventor ni nada. Entre los pasajeros estaban Isabel, de 44 años, y sus dos hijos, Paula, de 10, y David, de 5. Isabel ha relatado a El Debate cómo el tren se internó en el infierno y cómo logró salvar su vida y la de sus hijos.

Los primeros kilómetros fueron tranquilos, las familias hablaban, otros miraban el teléfono: todo dentro de lo normal, pero, poco a poco, el ambiente exterior se fue ensombreciendo. «A la altura de la localidad de Caudiel comenzamos a ver el humo», explica Isabel. «Yo le dije a mis hijos: «Fijaos, allí hay fuego y mirad los helicópteros tirando agua». Avanzamos y era como que nos metíamos dentro del incendio». La locomotora tiraba de los vagones en dirección al infierno: «De repente, vi una llama pegada a la ventana y se me encendió una alarma de madre en la cabeza», relata la mujer. Se preguntó por qué estaban tan cerca las llamas. Apenas tuvo tiempo para reflexionar porque, sin apenas tener sensación de que había pasado el tiempo, comenzó a ver las llamas flanqueando su vagón. Estaban ahí. «El tren paró de golpe. Fue un frenazo muy brusco. Y luego un pitido muy largo. Los cristales ardían y entraba el humo dentro del vagón». Isabel recuerda ver a la maquinista desesperada corriendo por el pasillo y gritando: «Apártense».

Isabel relata su testimonio a El Debate:

Isabel relata su testimonio a El Debate: «Sentí que me estaba quemando, que el calor derretía mi piel»El Debate

Los pasajeros estaban muy nerviosos. «Mi hija de sólo diez años escuchó una conversación y me preguntó: «Mamá, ¿vamos a morir?». En ese momento era una posibilidad terriblemente real, pero le dije: 'Tranquila, vamos a estar bien'. Y ella se relajó». La maquinista estaba desbordaba. La gente le gritaba: «Da marcha atrás, sácanos de aquí. Vamos a arder todos». Y ella contestaba: «No sé, no puedo. Estoy esperando instrucciones». No contestaba tranquila, sino con el rostro desencajado y llorando. Isabel perdió la noción del tiempo, dice que vio gente caminando por el pasillo tirando de sus maletas, otros embobados mirando el infinito e incluso una mujer que no paraba de interactuar con su Ipad. El humo siguió entrando y los niños tenían que taparse la nariz con las camisetas para poder respirar. Tomó la decisión de trasladarse del vagón uno, donde ella tenía los asientos, y también el más próximo al fuego, hasta el vagón tres. «Llegué y estaba vacío. No vi a nadie. Pensé: «¿Dónde se ha ido todo el mundo?». Entonces vi a la maquinista, llevaba colgada la acreditación de RENFE del cuello y recuerdo que tenía la camisa rota, como de un enganchón. Estaba dentro de la locomotora de cola. Me planté delante de ella y le pregunté: «¿Qué hago para salvar la vida de mis hijos?». Me contestó: 'Si quieres vivir, baja del tren'. Tenía abierta su puerta y ella misma nos ayudó a bajar a mis hijos y a mí. Si me hubiera dicho que me quedara, lo habría hecho. Ella era la autoridad», reflexiona Isabel.

Ola de calor salvaje

Fue poner un pie en el suelo y sentir una ola de calor salvaje. Las llamas no les tocaban, pero la sensación térmica era como caminar por el interior de una barbacoa. «Mi hija me preguntó: «Mamá, ¿qué hacemos?». Le contesté: 'Amor mío, corre para salvar tu vida. Corre y no mires atrás'. Mi pequeña, una valiente, salió disparada». Corrió por las vías alejándose del tren. «Luego me contó que no veía nada por el humo y que tenía que esquivar las brasas que flotaban en el aire», narra Isabel.

Por su descripción da la sensación de que caminaron a través de un túnel de fuego y humo. «La perdí de vista enseguida. Yo rodeé con los brazos a mi David y corrí lo que pude, pero me sentía como si llevase mil kilos encima. Faltaba el oxígeno y mi hijo me pesaba mucho. Sentí que me estaba quemando, que el calor derretía mi piel, pero tenía que salvar a David. Hubo un momento en el que no pude más. Pensé: 'Qué muerte más horrible para mis hijos'. Entonces, cuando estaba exhausta, cuando se me nublaba la vista, a punto de rendirme, vislumbre una silueta. Era un pasajero. David. Qué curioso, se llamaba como mi hijo. Le grité: 'Por favor, ayúdame, no puedo más'. Él alargó los brazos y yo le entregué a mi pequeño. Él lo cogió y siguió avanzando y yo detrás. Y sopló una ráfaga de aire fresco y vimos un viaducto. Allí se arracimaban muchos de los pasajeros que se habían bajado del tren antes que nosotros. Como era un acueducto, no había árboles y la sensación térmica disminuyó».

David le devolvió a Isabel su hijo y como un verdadero héroe, volvió en dirección a las llamas. Una mujer con un tobillo literalmente roto le había pedido ayuda minutos antes cuando estaba poniendo a salvo al pequeño David. Llegó al lugar y cargó con ella. Entre el peso y la falta de oxígeno, no fue fácil. Se le cayó en varias ocasiones, pero, al final, logró trasladar a la herida hasta el viaducto.

Un rato después, es imposible determinar los minutos, escucharon el pitido del tren e intuyeron que regresaba. Al llegar a la altura del grupo de Isabel recogió a los pasajeros y los subió dentro. Pero Paula no estaba. El tren siguió avanzando y volvió a detenerse a recoger a más personas. «Y apareció la cabecita de mi hija», recuerda emocionada Isabel. «La abracé y escuché como un hombre le decía: 'Ves como tu madre y tu hermano no se habían muerto'. Y ella me abrazaba muy fuerte como no terminando de creérselo».

Los siguientes noventa y tantos días Isabel se los pasó en el hospital La Fe de Valencia. Tenía quemaduras de grado tres en el cuello, la cara, el gemelo y un brazo. Le tuvieron que coger piel de la pierna buena para realizarle injertos. Uno tras otro. Su pequeño de 5 años también se quemó en una pierna. «Durante los dos próximos años no me puede dar el sol, con lo que me gusta a mí la playa», protesta con una sonrisa en la cara Isabel. «Ahora salgo a la calle completamente tapada. Mi hijo con manga larga y pantalón largo a pesar del calor que hace estos días». Está recuperándose, pero en el camino ha sufrido lo indecible.

Miedos en el hospital

Los miedos la asaltaron en el hospital, donde Isabel olía a humo algunas veces y pensaba que estaba ardiendo el centro médico. En otras ocasiones veía llamas a través de las ventanas. «Mi hija no duerme bien. Ve humo cuando paseamos por la calle, cuando son solo nubes y está muy enfadada. Me pregunta: '¿Por qué mienten en la televisión? Yo escuché a la señora del tren diciendo que si queríamos salvar la vida, que bajáramos. En la tele dicen lo contrario. ¿Por qué?'. Otras veces me pregunta: 'Mamá, ¿por qué la vida me quiere matar?'. Y yo le digo que nadie le quiere matar, pero ella se queda pensando».

Isabel tiene ganas de recuperarse, pero, aunque curen sus heridas, ella nunca será ya la misma. Desprende positividad y alegría de vivir: «He estado a punto de perder a mis hijos y de morir yo misma. Doy gracias a David y al señor, porque mientras huía iba rezando y nos salvamos». Además de tomar el sol en la playa, Isabel quiere regresar en verano a su pueblo, Pina de Montalgrao, donde los vecinos se han volcado con ella y su familia. Mientras, a modo de terapia va contando su recuperación en su cuenta de Instagram: @lapieldelavefenix, porque Isabel ya está resurgiendo.

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