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El palacio de Cibeles, testigos de la multitudinaria manifestación contra Sánchez

El palacio de Cibeles, testigos de la multitudinaria manifestación contra SánchezPaula Argüelles

Tras la manifestación por España, la Democracia y la Constitución, ¿y ahora qué?

El autor del artículo, Jaime Mayor Oreja, afirma que «nos gobierna un proceso, un proceso de ruptura, una transición y un tránsito en la mala dirección»

La manifestación del pasado sábado 21 de enero, un éxito de participación, ha confirmado un estado de opinión de profundo, malestar y rechazo hacia las políticas y las actitudes del gobierno. Pero, al mismo tiempo, esta respuesta social plantea una cuestión desafiante. ¿Y ahora qué?

Lo primero es que todos quienes coindicen en esta respuesta social, tomen conciencia, entiendan y comprendan la raíz y la naturaleza del proceso que nos mal gobierna.

No nos gobierna una coalición, ni un gobierno Frankenstein, ni un gobierno cuyo objetivo sea la búsqueda del bien común y la estabilidad. Todo lo contrario.

Nos gobierna un proceso, un proceso de ruptura, una transición y un tránsito en la mala dirección, en contraposición a lo que hicimos los españoles a finales de los años setenta.

Para llevarlo a efecto, se ha escondido la verdad, nos han alejado progresivamente de la verdad; dicen lo contrario que hacen. De la «ley a la ley», inspiradora de la transición, hemos pasado de la «mentira a la mentira».

Para ocultar sus auténticas intenciones, la mentira no es circunstancial o episódica, sino que se ha hecho proyecto, a través de un proceso. Esta afirmación exige una explicación.

España, lamentablemente, pero es la verdad, ha estado determinada por la violencia terrorista. Utiliza el término «determinada», no «amenazada», como ha sucedido en el resto de las democracias occidentales.

La celeridad del proceso autonómico, las dos velocidades diferentes que se plasmaron en el Estado autonómico español, las de la vía rápida y lenta, la carrera que se emprendió entre el País Vasco y Cataluña para definir quién era el primero para presentar un estatuto autonómico, no se hubiera producido sin la violencia terrorista.

Años después, el atentado del 11-M de 2004 determinó el futuro de España, fuesen quien fuesen sus autores.

Un proceso retorcido y opaco, mal llamado «proceso de paz», nos ha hecho transitar del crimen a la mentira, como expresión del mal menor, pero que por ello, es la consolidación del mal.

En vez de afrontar desde la verdad este proceso, se acepta y se compra la idea que los españoles hemos derrotado a ETA.

En vez de diagnosticar que todo lo que ha sucedido ha constituido la ejecución de un guión, con sus hitos y jalones, consecuencia de un acuerdo marco entre ETA y Rodríguez Zapatero, se ha preferido negar incluso la existencia de un proceso.

Se ha preferido ocultar la naturaleza de ETA, que no solo es una organización terrorista, sino que esencialmente, es un proyecto de ruptura para destruir un orden social y por supuesto España.

Se ha preferido desconocer los vasos comunicantes entre la extrema izquierda vasca y catalana, ETA y Esquerra Republicana de Cataluña, que hoy cogobiernan España.

Solo si tomamos conciencia del diagnóstico del proceso, entenderemos la gravedad de la enfermedad que nos gobierna, tomaremos conciencia de la dificultad de la alternativa y del esfuerzo que ello exige.

Porque no se trata sólo de la aritmética electoral, por decisiva que sea, que lo es. Hay que poner en marcha otro proceso en dirección contraria a la actual, poniendo el acento en el bien común, en la cohesión de España, en la libertad y en la verdad, en la Nación, en la Constitución y en los fundamentos cristianos de nuestra sociedad.

Lo tenemos que hacer desde la convicción de que la alternativa hoy de gobierno tiene una naturaleza plural, desde la complejidad de la sociedad actual.

Hay que dedicar tiempo, esfuerzo, generosidad en pensar, reflexionar cómo se pueden superar las lógicas diferencias de quienes tienen la ambición de una alternativa para saber sumar.

Ni los partidos políticos ni las organizaciones sociales, ni las personas que anhelan la alternativa no pueden, no podemos perder el tiempo en competir unos con otros, y mucho menos en marginar y destruir unos a otros, porque esta actitud significa un auténtico despilfarro que los españoles no nos podemos permitir.

Un miembro de los llamados reinsertados de ETA, hijo de un empresario ejemplar, Juan Alcorta, me hizo llegar un mensaje, tras el acto del Kursaal el 28 de abril de 2001, en el que habían participado Fernando Savater, Nicolás Redondo y yo mismo: «Enhorabuena, porque ya era hora, 25 años después, que entendierais que vuestra fuerza en el País Vasco no eran vuestras siglas, sino España.»

Hoy diría lo mismo y me recuerda que en el País Vasco, Navarra y Cataluña, la alternativa no tendría que significar una sigla, sino la expresión de la suma, de un objeto social, ya que la suma de ETA, Esquerra Republicana de Cataluña y el resto de la izquierda está a punto de gobernar las tres comunidades, a través de un frente popular vasco, navarro y catalán.

Nadie, y menos yo, pretendemos decir lo que corresponde hacer a nivel nacional a los partidos políticos y sus representantes.

Si el proceso continúa, ETA, la única realidad de la izquierda vasca, ni Bildu ni herederos, va a gobernar el País Vasco el próximo año y un «frente popular» va a confirmar su poder en Navarra y Cataluña.

Si el proceso continúa una vez resuelto el tema de los presos de unos y otros, se acercará la autodeterminación por aproximaciones sucesivas, se consolidará la balcanización de España y una tendencia crecientemente totalitaria inspirará el futuro gobierno. Si el proyecto continúa, el reemplazo, sustitución y destrucción de un orden social basado en los fundamentos cristianos, acelerado intensamente en estos últimos meses, se consolidará definitivamente.

«Alerta máxima», es lo que anunciamos en uno de los últimos foros de NEOS, el pasado diez de octubre, anunciando un final de legislatura abrupto.

Los hechos nos han confirmado con el asalto al Tribunal Constitucional y con una dramática sucesión de leyes de ingeniería social. Su único límite es la no pérdida del poder, y harán lo que no está en los escritos y por supuesto lo que no está en la Constitución.

Antes de las fechas electorales, hace falta una alternativa. ¿Y ahora qué? Ahora ya una esperanza para la alternativa, pensando exclusivamente en la libertad, nuestros fundamentos y en España.

Jaime Mayor Oreja

Impulsor de NEOS España

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