Más de once horas de debate
Sánchez convierte la moción de censura de Vox en un traje a su medida, con Tamames intermitente
Utilizó todas las ventajas posibles y, donde no pudo llegar, llegó su socia de coalición. El presidente se borró del debate durante toda la tarde y el candidato renunció a las réplicas
A Pedro Sánchez la moción de censura de Vox dejó de interesarle cuando él hubo terminado su parte. Él y, si acaso, también Yolanda Díaz, porque este martes actuaron como un tándem en el Congreso. Tándem que pretenden mantener más allá de las elecciones generales de diciembre.
Había insistido el presidente del Gobierno los días previos en que esta doble sesión parlamentaria era para tomársela muy en serio; pero la realidad es que se borró en cuanto pudo y pasó toda la tarde ausente. Con lo que criticaron en su día los socialistas a Mariano Rajoy por no querer asistir en aquel mayo de 2018 a su propia defunción política y refugiarse en un restaurante cercano.
Sánchez se borró del debate durante toda la tarde, igual que en la moción de octubre de 2020
Según su equipo, el líder del Ejecutivo hizo exactamente lo mismo que en la anterior moción de Vox, la de octubre de 2020. Volverá a su escaño este miércoles a las nueve y, previsiblemente, hará una última intervención antes del cierre del debate.
Sánchez convirtió la segunda moción de censura en su contra de la legislatura en un traje a su medida que enfundarse y con el que presumir de figura y méritos. Lo hizo aprovechando que jugaba con ventaja. Primero, porque conocía de antemano el discurso de Ramón Tamames. Segundo, porque podía intervenir cuando quisiera y por el tiempo que lo deseara, como con Alberto Núñez Feijóo en el Senado.
Tercero, porque alargó tanto las réplicas a Santiago Abascal y al propio Tamames que tuvo un efecto anestesiante sobre el debate. En total, Sánchez intervino durante 154 minutos, más de dos horas y media. Y cuando el candidato se quejó del «tocho de 20 folios» que leyó uno a uno el presidente en su réplica al profesor, acabó reprendido por Meritxell Batet.
Y cuarto, porque donde no pudo llegar él –dicen su equipo que no quería ensañarse con Tamames ni tampoco utilizar un tono condescendiente con él– llegó la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo. El discurso de Díaz fue un latigazo tras otro contra el candidato, Vox y por extensión, también contra el PP. Hasta el punto de que, por momentos, pareció la portavoz del grupo parlamentario socialista, por su beligerancia. El portavoz auténtico, Patxi López, no intervendrá hasta este miércoles.
El traje a medida que se hizo Sánchez parecía impermeable. Porque le resbalaron todas las críticas de Abascal y Tamames, que fueron muchas. Las oía, pero no escuchaba. Tampoco le hacía falta, porque llevaba todas sus intervenciones escritas, condimentadas con algunos mensajes de sus ministros que le llegaron al móvil y que no dudó en leer desde la tribuna. Solo tenía oídos para sí mismo y para su socia de coalición.
«Sobran los motivos»
«Sobran los motivos para esta moción de censura», afirmó el líder de Vox. Entre uno y otro pusieron al presidente ante el espejo cóncavo de su mandato, con las constantes risillas de fondo de la bancada izquierda. Le hablaron de una España endeudada por encima de sus posibilidades, subsidiada, de la crisis institucional, del paro juvenil, de la inmigración irregular, de la falta de respeto a la división de poderes…
Y pusieron en evidencia, otra vez, las alianzas del líder del Ejecutivo. Porque, uno a uno, todos los socios parlamentarios de Sánchez hicieron piña en torno al Gobierno. Solo dos semanas después de que los mismos socios, empezando por Unidas Podemos, se enzarzaran durante el debate de la toma en consideración de la reforma de la ley del 'solo sí es sí'.
Uno de ellos, Gabriel Rufián, fue el único que advirtió al Gobierno y la mayoría Frankenstein –término que acuñó Alfredo Pérez Rubalcaba y que empleó ayer Tamames– de que tal vez el relato monclovita sobre esta moción de censura no triunfe; por mucha trompetería. «Mucha gente va a ver a un señor venerable muy preocupado por la deriva autócrata de un Gobierno que gobierna, que pacta, que negocia con los enemigos de España», avisó el portavoz de ERC mirando a su izquierda.
Tamames no contestó ni a Rufián ni a ningún otro portavoz. El candidato permaneció toda la tarde en el escaño de Abascal sin pedir ni una sola vez la palabra. Según Vox, no es ninguna novedad: tampoco Pablo Iglesias contestó a los portavoces uno por uno en la moción de censura que él encabezó en junio 2017 contra Mariano Rajoy, recordaron desde el partido. Responderá a todos juntos este miércoles, tras las intervenciones de la popular Cuca Gamarra y del socialista Patxi López.
Después de 11 horas y 20 minutos de debate, el partido de Abascal constató que este miércoles su segunda moción de censura no contará con más síes que los de sus 52 diputados. El PP se abstendrá, lo mismo que Foro Asturias y que los dos exdiputados de UPN. Y Ciudadanos votará en contra. Su portavoz, Inés Arrimadas, que en noviembre decía y pedía una moción, ayer insinuó que la de Vox es inútil porque los ciudadanos no ven en el candidato ni en el partido proponente «una alternativa».
Al término de la sesión parlamentaria, los diputados de Vox se decían satisfechos. Pero también los del PSOE y los del PP. Extraña confluencia.