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MADRID, 19/07/2023.- La candidata a la presidencia del Gobierno, Yolanda Diaz, antes del inicio del debate electoral que se celebra este miércoles en Madrid. EFE/ Juanjo Martín

La candidata a la presidencia del Gobierno, Yolanda Diaz, antes del inicio del debate a tresEFE

Contracrónica

Yolanda y yo, unidad de destino en lo universal

¿Verdad Yolanda?, preguntaba insistentemente Sánchez a Díaz para replicar a Santiago Abascal cuando les recordaba las mentiras económicas que no llegan a las neveras de los ciudadanos. El jefe y la subordinada, Yolanda y yo, en palabras de yo

El antisanchismo ganó ayer en el debate más plano de la campaña: Santiago Abascal desmontando sus embustes y Alberto Núñez-Feijóo sin ni siquiera comparecer. Pedro Sánchez demostró su insolvencia de nuevo: ahora contra Feijóo, pero sin él. No lo podía tener más fácil y volvió a fallar borracho de datos y gestión que ya solo se cree él. Mientras Yolanda Díaz acreditó ser un bluf demoscópico con ondas al agua, que intentó aprovechar su minuto de gloria con remoquetes del comunismo más trasnochado, pero salió trasquilada ante un Abascal certero e implacable con la amiga de Hugo Chávez.

TVE quería que el debate fuera a cuatro, solo comparecieron tres, pero realmente fueron dos. Porque Pedro y Yolanda, Yolanda y Pedro, eran una unidad de destino en lo universal. ¿Verdad Yolanda?, preguntaba insistentemente Sánchez a Díaz para replicar a Santiago Abascal cuando les recordaba las mentiras económicas que no llegan a las neveras de los ciudadanos. El jefe y la subordinada, Yolanda y yo, en palabras de yo, olvidaron que allí eran dos candidatos y no el presidente y la vicepresidenta del peor Gobierno de la democracia. Intentaron infructuosamente que el líder de Vox atacara al líder de la oposición, pero no lo consiguieron: muy al contrario, los dejó en una posición muy poco airosa cuando, elegantemente, no entró a valorar el cansino comodín de la dirigente de Sumar de la famosa foto de Feijóo con Marcial Dorado. Es de mala crianza hablar mal de quien no se puede defender. Pero el Gobierno «de la gente» no conoce los modales y destiló la hiel de los perdedores.

Sabíamos que eran el mismo tícket electoral, pero nunca hubiéramos pensado que iban a mimetizarse tanto que se les iba a tensar la mandíbula con la misma intensidad cuando el líder de Vox les recordó a ambos que su Gobierno chulísimo y feminista había puesto en la calle a más de un centenar de depredadores sexuales y aliviado las penas a un millar. Ni que iban a mirar al tendido cuando Abascal les preguntó «¿qué es una mujer?», que ya en Barrio Sésamo se planteó cuando yo era pequeña sin mayor problema: pero los miembros del Consejo de Ministras de la ley trans no supieron contestar. Es verdad que cuando el líder de Vox mencionó a Ramiro Santalices, un oscuro amigo de Díaz acusado de pederastia, la amante de las planchas-lexatín entró solita en ebullición, sin la solidaridad pedrista. La abeja maya sacó el aguijón y mintió: porque no solo no denunció al asesor que pillaron con archivos de menores, sino que purgó a los compañeros que le advirtieron. Dos que se sientan en el mismo Gobierno se vuelven de la misma condición embustera. Solo hubo pellizquitos de monja yolandista a su jefe: la ley de vivienda, los impuestos, la jornada laboral, salir una hora antes del trabajo, los salarios, pero todo con la boca chica, pintada de rouge, pero muy chica.

Xabier Fortes arrancó el debate recordando una obviedad: Feijóo no ha venido. Yolanda Díaz tardó segundos en decir que Feijóo (al que metió en el mismo saco que Abascal, nada nuevo para la afición progre) no estaba. Luego llegó Sánchez y nos recordó algo que no sabíamos hasta ese momento: que Feijóo estaba ausente en el plató. Despejada la duda, les quedó decirnos: repitan conmigo, Feijóo no ha venido. Y a Feijóo se le debió curar la lumbalgia cuando comprobó que su posición dominante no se la daban solo las encuestas sino la interpelación constante de la progresía gubernamental. Ganó sin despeinarse. Después de la pausa publicitaria, Sánchez volvió con el raca-raca de los pactos PP-Vox y Abascal le recordó acertadamente que carece de toda legitimidad para afear acuerdos postelectorales. El que se encama con el diablo se pone exquisito con partidos democráticos que tienen todo el derecho a sumar sus diputados para conformar mayorías.

Sánchez dijo que salió satisfecho y la trompetería mediática le secundó en el posdebate. Viéndole caminar de vuelta al coche con Óscar López todos supimos que, si algo podía salir mal para su futuro, había salido. Fin del más insufrible de los tres debates celebrados antes del 23-J.

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