Una foto para entenderlo todo: la separación de poderes de Yolanda Díaz
Cuando se ocupa un cargo público no vale con ser honrado: también hay que parecerlo. Y los arrumacos en la escalinata del Congreso contribuyen a pensar que en España ya no quedan contrapoderes
Hace apenas cinco días (parece que fue más) el partido de Yolanda Díaz se querelló por prevaricación contra buena parte del Consejo General del Poder Judicial por decir que la ley de amnistía supone «convertir nuestro Estado de derecho en objeto de mercadeo». Podremos debatir si el CGPJ hizo bien pronunciándose sobre una ley que aún no tenía ni rango de anteproyecto, pero la frase, además de ser verdad, podría haberla dicho cualquier ministro del PSOE antes de que su permanencia dependiera de Carles Puigdemont.
La vicepresidenta del Gobierno, una de las cuatro que hay, se ha mostrado especialmente cariñosa con el Fiscal General del Estado y el presidente del Tribunal Constitucional. Le cuesta mantener la separación de poderes a Yolanda Díaz, que es de natural besucón y opina (como Marlaska) que los jueces no tienen por qué elegir a los jueces.
Cuando se ocupa un cargo público no vale con ser honrado: también hay que parecerlo. Y los arrumacos en la escalinata del Congreso contribuyen a pensar que en España ya no quedan contrapoderes.
La mañana ha comenzado con la presidenta del Congreso empeñándose en defender la legitimidad del Gobierno. La tercera autoridad del Estado (que al contrario que sus predecesores carece de formación en Derecho o de experiencia como diputada) ha hecho el mismo discurso que habría firmado Pilar Alegría en sus años salvajes como portavoza del PSOE. Sin entrar a valorar si es legítimo llegar al poder a cambio de una ley que rechazaban tus jefes, cuando necesitas defender con tanto ahínco lo que eres es que quizá no lo seas. Las palabras de Armengol (Armangol, como dicen algunos tertulianos que ya participan del bilingüismo) han sido como la ley de amnistía, que dedica más de la mitad de sus páginas a defender su constitucionalidad. Excusatio non petita...
Armengol obedece a Sánchez como éste obedeció al separatismo cuando le dijeron que Meritxell Batet no les servía. Al final, la farmacéutica de Inca va a hacer buena a su predecesora en lo ético y en lo estético, pues a Batet no se le notaban tanto las siglas ni siquiera en los días malos, que los tuvo a pares dicho sea de paso. Terminada su soflama habló el Rey para defender algo que hoy resulta revolucionario: la igualdad de «todos» los españoles, incluidos aquellos que no tenemos antecedentes penales ni siete escaños para ofrecerle a Pedro Sánchez.
Disuelto el besamanos llegó la foto de la escalinata, a la que algunos diputados –defensores de la semana laboral de cuatro días– llegan como al patio los chavales de instituto: aparentando fatiga y musitando «libertad». Y una vez ahí, las risas de García Ortiz con Yolanda Díaz y Conde-Pumpido, confirmando algo que ya sabíamos: que Fiscalía, Gobierno y TC son prácticamente lo mismo.