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Numerosos ministros y cargos del PSOE han intentado defender la amnistía

Numerosos ministros y cargos del PSOE han intentado defender la amnistíaPaula Andrade

Palos de ciego

Alerta en la Moncloa: ningún argumento a favor de la amnistía y el verificador les funciona

Sánchez, sus ministros y los dirigentes del PSOE llevan seis semanas enredados en una maraña de argumentos, y ninguno surte efecto: los gurús del relato no dan con la tecla

El piloto rojo se ha encendido en el cuadro de mando de la Moncloa. Todos los argumentos esgrimidos hasta la fecha en defensa de la amnistía y del verificador internacional por parte del presidente del Gobierno, sus ministros, los dirigentes socialistas y hasta José Luis Rodríguez Zapatero están fallando estrepitosamente. Aunque Pedro Sánchez auguró el miércoles en el Congreso que el tiempo pondrá «las cosas en su sitio», expresando un deseo y no una certeza.

La sociedad española sigue sin dar visos de tragar tan enorme sapo. Ni siquiera los votantes del PSOE. El País publicó el pasado lunes un barómetro elaborado por la empresa demoscópica de la expresidenta del CIS Belén Barreiro según el cual el 60 % de los encuestados consideraba el perdón a los cabecillas del procés una medida injusta. Solo en Cataluña y el País Vasco se mostraban más comprensivos.

Se masca la preocupación en el Gobierno, porque sus gurús del relato no están sabiendo dar con la tecla. Ni para defender la amnistía ni tampoco para justificar que un diplomático experto en mediación en conflictos armados tenga que hacer de casco azul entre el PSOE y Junts en Suiza.

De ello da buena muestra el hecho de que el propio Sánchez concediera tres entrevistas en solo una semana, con lo reacio que es a someterse a las preguntas de los medios de comunicación si no está en campaña electoral: el jueves de la semana pasada inició la ronda en TVE, el lunes estuvo en la SER y, este jueves, en Antena 3.

En la radio de Prisa, Sánchez esgrimió el penúltimo de una lista de argumentos para defender sus pactos con el independentismo que ya supera la decena. El presidente del Gobierno comparó la reunión que el sábado mantuvieron en Ginebra sus emisarios y los de Carles Puigdemont con la conversación -en singular- que el Gobierno de José María Aznar mantuvo con los terroristas de ETA en Suiza a finales de los años noventa. Tres días después, en Espejo Público, dio otro volantazo y señaló que el PP habría concedido una amnistía, igual que él, si Alberto Núñez Feijóo no dependiera de los votos de Vox.

Desde que el pasado 28 de octubre Sánchez defendiera por primera vez la amnistía con todas sus letras ante el Comité Federal del PSOE, él y los suyos llevan seis semanas desplegando un argumentario que va cambiando por días. Y que no cuaja. Porque, en paralelo, el propio presidente del Gobierno ha reconocido reiteradamente que no tenía pensado dar «ese paso» en este momento. En otras palabras, o en las del ministro Óscar Puente la semana pasada: «Si no hubiéramos necesitado esto para la investidura probablemente no lo habríamos adoptado», como afirmó el titular de Transportes en la televisión pública.

Los socialistas llevan seis semanas desplegando un argumentario cambiante que no está surtiendo efecto

Aquel 28 de octubre, el presidente del Gobierno pronunció por primera vez su famoso «hacer de la necesidad virtud». Una expresión que desde el principio generó dudas entre los socialistas, puesto que supone reconocer de manera explícita la necesidad y, por lo tanto, la posición de inferioridad respecto a los independentistas.

Desde entonces, los socialistas han hablado de favorecer la convivencia, pero la enorme contestación social provocada en toda España por la amnistía y el resto de las cesiones contradice ese argumento. También han esgrimido la necesidad de devolver la política a los cauces políticos y desjudicializar el conflicto, pero lo cierto es que la acción de la Justicia fue la consecuencia del 1-O, no la causa.

¿Como en Portugal?

Asimismo han defendido que las amnistías están a la orden del día en media Europa, llegando a comparar ésta con la que el Gobierno portugués de António Costa aprobó en junio, con motivo de la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud. Pero aquella fue una amnistía para los jóvenes de entre 16 y 30 años condenados a penas de prisión de no más de un año o multas de hasta 1.000 euros. Y no para todos los tipos de delito.

En su repertorio, Sánchez y los suyos también han comparado la amnistía con leyes como las del divorcio y del matrimonio homosexual. Para argüir que el PP ahora pone el grito en el cielo, pero que en el futuro acabará beneficiándose de sus efectos positivos.

Otro de los argumentos más recurrentes para justificar la amnistía, el verificador internacional y todo lo demás que Junts y ERC han arrancado a Sánchez es que la situación en Cataluña es ahora mucho mejor que la del año 2017. Y que con el PSOE gobernando no ha habido ningún referéndum ilegal ni declaración unilateral de independencia. Aunque la oposición siempre replica que es la cárcel lo que amansó a los responsables del procés, no la «política del ibuprofeno» de Sánchez –parafraseando a Josep Borrell–.

Después llegaron la comparación con la reunión del Gobierno de Aznar con ETA y esa seguridad mostrada por Sánchez ante Susanna Griso de que el PP haría lo mismo. Y el último de los razonamientos es el comodín, el que también están utilizando para todo socios parlamentarios de Sánchez tan distintos como el PNV y ERC: que todo antes de dejar el país en manos de «la derecha y la extrema derecha». Pero, a pesar del arsenal de argumentos, ninguno ha dado en la diana.

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