Caso del Mar Menor
¿Accidente o asesinato? Las mentiras sobre la desaparición de Ivo que levantan sospechas
El Debate accede a las primeras diligencias de la Policía: chirrían y no cuadran con las declaraciones
Dos jóvenes pasean por el borde del mar en Los Alcázares, Murcia. Son las 2:30 de la madrugada del 5 de enero. El viento les trae lo que parece que son gritos. Se paran a escuchar y oyen cómo alguien pide auxilio. Identifican el origen. Las voces vienen de dentro del mar, pero por mucho que afinan la vista no logran detectar de dónde vienen. Oyen la palabra «remo»: no saben qué hacer. Una luz fantasmal brilla un momento en mitad del agua. Eso les impulsa a llamar al 112.
«Vimos en el horizonte, en la vertical con la isla Perdiguera, una luz. No sabemos de dónde salió esa luz. No sé si por superstición o qué, pero terminamos llamando a emergencias», dice Christian, uno de los jóvenes. «La Policía no tardó en llegar. Lo primero que hicieron fue escuchar los gritos de socorro, como nosotros. Con linternas trataron de mirar pero era imposible. Estaba muy lejos».
Dos agentes de la Guardia Civil van a buscar una barca al puerto de al lado mientras otros se quedan en la orilla. Salen al mar y, según consta en las diligencias: «Encontramos en el agua a dos varones con síntomas de hipotermia sin apenas poder mantenerse a flote. Que una vez rescatados, en una primera manifestación, declaran que pudiera encontrarse una tercera persona en una tabla que iba por delante de ellos y desconociendo su paradero».
Los agentes temen por la vida de ese tercero. Dan una vuelta rápida con el barco para tratar de localizarle, pero todos sus esfuerzos son en vano. Deciden abandonar el rastreo y regresar a la orilla: los dos supervivientes están en muy mal estado y necesitan recuperar la temperatura de forma urgente.
Mientras van camino al club náutico, el superviviente mayor de edad, Francisco Javier, «les dice a los agentes que la tabla donde iban ellos dos subidos se había partido y el tercero desaparecido llevaba una tabla e iba por delante dejándolos atrás». Es lo que recoge el atestado. Tiemblan del frío: «muestran síntomas de hipotermia y convulsiones». Así que los agentes les cubren con ropa de abrigo.
«Venían blancos». Lo dice Christian, que los vio llegar a tierra firme. Están tan mal que les faltan las fuerzas. Los guardias tienen que cargar con ellos encima. Los llevan a un coche y ponen la calefacción a la máxima intensidad. Llega una ambulancia y se lleva a uno de ellos, el mayor de edad: Francisco Javier. El otro, menor, que está un poco más entero, permanece en el vehículo.
Un agente le pregunta: «¿Crees que el amigo vuestro al que no encontramos habrá llegado a la costa?». La respuesta es tajante: «Está muerto». En el entorno de la familia de Ivo está frase escuece: «¿Cómo lo sabía él? ¿Cómo pudo tener tanta seguridad? Luego en la televisión fue diciendo que se había quedado agarrado a la barca, no a una tabla, y que no sabía si seguiría vivo o alcanzó la orilla. Hay gato encerrado».
En la orilla también está Rocío, la mujer de Francisco Javier. Ella le explica a los agentes: «Mi marido y dos amigos han salido a pescar, han utilizado una embarcación abandonada que estaba cerca de la orilla. Se han fijado en ella a primera hora y parecía que estaba abandonada». Sin embargo, días después los propios supervivientes explicaron en la televisión que habían salido a navegar como si fuera una aventura, porque se les ocurrió de repente.
La tabla, tipo paddle surf, que se había roto en dos partes, de repente se había convertido en una canoa. Además, echaron la culpa al muerto: Ivo se había caído al agua porque él mismo, al ponerse de pie, desestabilizó la embarcación. De momento, el juez ha decretado el secreto de sumario y la Guardia Civil está investigado. ¿Accidente o asesinato? La duda planea sobre el Mar Menor.