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Patricia Santos

Paralelismos peligrosos

Los fanatismos comparten el empleo de narrativas de victimización, retratándose a sí mismos como víctimas de la opresión, la injusticia o la persecución por parte de fuerzas externas, y lo hacen a nivel nacional e internacional

Actualizada 12:02

En un mundo donde los conflictos bélicos cobran cada vez más protagonismo, surge un interés vital por comprender sus entresijos. Recientemente tuvo lugar en el Parlamento Europeo la presentación del libro La guerra: Teoría para comprender los conflictos del siglo XXI en un acto promovido por Maite Pagazaurtundúa (de Ciudadanos, adscrito al grupo político Renew) con el autor, Federico Aznar, uno de los grandes polemólogos del Instituto Español de Estudios Estratégicos y además, capitán de fragata. Federico Aznar es un conocedor profundo del yihadismo, la desinformación y las guerras.

Si bien la presentación del libro analizó los problemas de la guerra en general, no se puede evitar pensar, al oír a Federico Aznar tratar el problema del fanatismo yihadista, su paralelismo con el fanatismo nacionalista catalán, aunque sus motivaciones y objetivos sean diferentes.

Yihadismo y nacionalismo comparten un enfoque exclusivista y supremacista, promoviendo la idea de la superioridad de su identidad sobre otras. Los yihadistas creen en la supremacía del islam sobre otras religiones, mientras que los nacionalistas catalanes afirman la superioridad o distinción de su «raza» y cultura frente a la española. Así lo señalaba Jordi Pujol en el documento Programa 2000, un informe de 36 páginas que repartió entre sus consejeros en una sesión de gobierno celebrada el 3 de septiembre de 1990.

Los fanatismos comparten la hostilidad hacia lo diferente a ellos: yihadistas y nacionalistas catalanes a menudo ven a quienes están fuera de su grupo identitario como enemigos, atacando y rechazando a individuos o grupos percibidos como no identitarios. En esa hostilidad, el empleo de la violencia es un recurso más de estos grupos para promover sus agendas. Toda España fue testigo de esa violencia cuando los CDR tomaron las calles catalanas, como también lo fueron las Fuerzas de Seguridad del Estado, y así lo han manifestado jueces y fiscales recientemente.

En términos de comunicación, los fanatismos comparten el empleo de narrativas de victimización, retratándose a sí mismos como víctimas de la opresión, la injusticia o la persecución por parte de fuerzas externas, y lo hacen a nivel nacional e internacional, para justificar sus acciones y movilizar el apoyo de otros. En este sentido, la acción externa del independentismo secesionista ha sido alimentada desde las delegaciones catalanas en el extranjero («embajadas catalanas») y en España a través del estribillo «España nos roba», esgrimido desde todas las instancias de poder autonómico durante décadas para alejar el foco del famoso 3 % y la trama de comisiones que salían del dinero público español para las arcas de la familia Pujol y de los empresarios catalanes afines a la «famiglia» y al régimen (y listadas en la patronal Anem x Feina).

El fanatismo sigue siempre los mismos patrones de radicalización y reclutamiento para expandir su base de seguidores y promover su agenda. El control del lenguaje y de la información, la guerra cultural, simbólica, son necesarios para dar contexto y continuidad a su narrativa, y en el caso catalanista, para crear una conciencia nacional catalana. Quizá lo más llamativo ha sido el empleo de la estrategia suave, realizada no sólo desde el pensamiento, sino también desde la persuasión, mediante campañas de publicidad que han calado en parte de la sociedad civil con sus mensajes publicitarios positivos y bien hechos para transmitir su modelo cultural y social catalán.

La radicalización social es la garantía de continuidad por lo que ambos invierten generosamente en la difusión de su propaganda a través de los medios de comunicación. Son conocidos los canales de propaganda yihadista, que a menudo navegan en internet profundo, pero los secesionistas catalanes han sido normalizados y forman parte del cosmos informativo español: la Agencia Catalana de Noticias (ACN), TV3, Canal 33 y TVV de países catalanes, además de un largo etc. de medios regados por subvenciones (el pesebre).

Yihadismo y nacionalismo necesitan reclutar nuevos adeptos a su religión. Con los adultos el proselitismo a menudo se produce en línea, siendo la utilización de redes sociales y otros medios de comunicación un instrumento esencial en estos procesos. Este proselitismo no sería posible sin el apoyo de instituciones religiosas afines (para la captación de las conciencias), y en las escuelas (asedio de la infancia). El secesionismo catalán se ha infiltrado en parte de la Iglesia en Cataluña y ha tomado las riendas en las escuelas: se usa la educación para imponer un relato dogmático y emocional frente a una España supuestamente franquista y retrógrada, reduciendo las relaciones a España a la idea de conflicto mediante la eliminación de la enseñanza en/del castellano y tergiversando contenidos pedagógicos en materias sensibles como las Ciencias Sociales (historia y geografía).

Vista así la historia del nacionalismo catalán, parece un ejemplo de libro de ingeniería social sobre una parte de España, para escindirla. El uso del terrorismo es tan sólo una parte del proyecto que puede llegar a culminar en las próximas elecciones catalanas.

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