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Manuel Sánchez Corbí, José Antonio Zarzalejos y José Antonio Ortega Lara

Manuel Sánchez Corbí, José Antonio Zarzalejos y José Antonio Ortega LaraAlfonso Úcar

II Congreso Internacional de Víctimas del Terrorismo

Ortega Lara se reencuentra con su liberador: «Te preparas para lo inevitable y morir con dignidad»

  • Manuel Sánchez Corbí lideró una operación de rescate en la que participaron más de 60 personas

  • ​Ortega Lara y Sánchez Corbí dan una lección de vida y memoria

El zulo se encontraba a unos metros del río Deva. No tenía ventanas, medía menos de 2 metros de alto y tenía poco más de 7 metros cuadrados. José Antonio Ortega Lara, burgalés y por entonces funcionario de prisiones, estuvo 532 días secuestrado por la banda terrorista ETA. Hasta que la insistencia del capitán Manuel Sánchez Corbí, jefe del operativo de la Guardia Civil en el que participaron más de 60 personas, dio sus frutos. Tras horas de registro dentro de la nave donde estaba secuestrado, le liberaron.

Hoy, en el II Congreso Internacional de Víctimas de Terrorismo que organizan la Fundación Universitaria San Pablo CEU y la Comunidad de Madrid, Ortega Lara y Sánchez Corbí, jefe de Operaciones Antiterroristas de la Guardia Civil en 1997, han vuelto a encontrarse. «Solo pido que mis hijos y nietos no vivan lo que vivió su padre y su abuelo», ha relatado Ortega Lara al inicio de su intervención, en la que ha reflexionado sobre los resultados de las elecciones que auparon a Bildu el pasado fin de semana. «Todo es una historia de cesiones de los distintos Gobiernos», aseguraba, culpando a los diferentes presidentes. «Ni los políticos, ni los jueces, ni los fiscales han conseguido la derrota política y social de ETA. La Guardia Civil sí consiguió la derrota militar y logística», ha añadido.

El secuestro

Ortega Lara ha descrito cómo fue su secuestro, que comenzó con los terroristas advirtiéndole que «iba a ser largo». Sin embargo, hubo tres cosas que le mantuvieron vivo. «Yo hablaba en voz alta con mi mujer, porque no tenía con quién hablar», ha reconocido. Si la familia era el primer motivo, el segundo era la fe. «Rezaba todos los días ocho, nueve o diez rosarios y me enfadaba con Dios. Le decía ‘dame una salida, o vivo o muerto’». Al día siguiente se «reconciliaba con él». La tercera pata que le sostenía era el método. Durante su secuestro ordenaba el zulo tres veces al día, se aseaba, leía y hacía estiramientos, además de rezar. «Te preparas para lo inevitable, y lo haces para morir con dignidad porque no quería convertirme en un guiñapo humano, aunque acabé siéndolo». «Ensayé mi suicidio por ahorcamiento», ha sentenciado.

Sánchez Corbí también ha expuesto cómo vivieron las fuerzas de seguridad el chantaje y el encierro, sobre el que no tenían datos. «Sabíamos que o le encontrábamos o no tenía salvación». La primera pista que les llega la descubrieron tras una detención en Francia. Y les llevó hasta Guipúzcoa. Los 500 días que tardaron en dar con su posible paradero fueron terribles, la moral bajó porque eran conscientes de que cada día que pasaba era un día más de deterioro «ya que conocíamos la crueldad de los terroristas». Al final, el hecho de encontrar platos sucios en una cocina les hizo darse cuenta de que estaban más cerca que nunca de José Antonio Ortega Lara, secuestrado un año antes. Y así lo hicieron, aunque el juez Garzón estuvo a punto de parar la búsqueda cuando no lo encontraban al conocer que en ese mismo momento se había liberado al empresario Cosme Delclaux. Según Sánchez Corbí, «ya había logrado su dosis de protagonismo».

Cuando Ortega Lara asomó la cabeza por primera vez fuera del zulo no se creía lo que veía. Era un guardia civil, pero el creía que eran los terroristas disfrazados. «Queréis humillarme más, matadme dentro», le dijo. Al rato le convencieron y salió del encierro al que le habían sometido los terroristas. En las paredes del zulo se encontraron entonces marcas y signos que había dejado el secuestrado. «Era una forma de evasión y de dejar un testimonio», ha explicado Ortega Lara a preguntas de José Antonio Zarzalejos, moderador de la charla. También dejó papelitos enrollados con cabello, por si algún día descubrían el zulo, para que supieran quién había estado ahí.

El perdón

¿Y qué hay del perdón? Ortega Lara lo ha hecho, pero no olvidado. Ahí también ha tenido que ver la religión y ha admitido que les perdonó, «pero no porque se lo merecieran. Fue un mecanismo de liberación para mí, que me llevaba todos los días el rencor a casa. Desde entonces la vida me ha sido un poco más fácil».

A la vista de las conclusiones de este Congreso de Víctimas de Terrorismo, parece claro que la memoria será la única capaz de evitar el olvido. Ese mensaje ha mandado Ortega Lara a los jóvenes en esta conversación. «Cuando seáis adultos y veáis lo que habéis construido, os daréis cuenta de que nadie os lo podrá arrebatar. Pensaréis: he intentado hacer lo correcto para mí, para los míos, para mi país».

El suyo fue el secuestro más largo, pero la banda terrorista ETA asesinó a más de 850 personas. Los secuestradores del funcionario de prisiones fueron detenidos, pero ETA se vengó secuestrando y asesinando a Miguel Ángel Blanco. A día de hoy, casi 380 de los crímenes de la banda terrorista no tienen responsables conocidos y juzgados.

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